Las críticas de Laura Zurita
en Another Way Film Festival 2025:
As the tide comes in (Mientras sube la marea)
El festival de cine sobre progreso sostenible Another Way Film Festival se celebra en la ciudad de Madrid de forma presencial, y en España en formato online, desde el martes 14 de octubre hasta el domingo 19 de octubre.
Durante toda la semana se puede disfrutar de 39 títulos que sacuden el estatus quo para imaginar futuros irresistibles desde la fuerza de la unión y la comunidad. Respiramos valentía y compromiso entre documentales y cortometrajes sobre la crisis climática, energética y migratoria, la lucha indígena, el activismo, la moda sostenible, el ecofeminismo, la ecoansiedad o la fragilidad de los fondos marinos.
En la isla de Mandø, en el Mar de Wadden danés, sobreviven apenas veintisiete personas que han heredado una forma de vida que depende del ritmo del mar, de la paciencia y del aislamiento. Mientras sube la marea retrata ese microcosmos, y en particular a Gregers, el último granjero de la isla, mientras la subida del nivel del mar y el clima extremo ponen en riesgo no solo sus medios de vida, sino también una identidad transmitida durante generaciones. La película observa la vida cotidiana —el trabajo, las conversaciones, los silencios— con una serenidad que transforma la resistencia en un gesto poético.
Retrato íntimo de Mandø
Una de las consecuencias más visibles de la catástrofe climática es la subida del nivel del mar. Lo notable aquí es que esa amenaza se muestra en un país cómodo y seguro como Dinamarca. La isla de Mandø, plana, mínima, suspendida entre el agua y el cielo, se convierte en el espejo de un futuro global. Palacios y Johannesen en Mientras sube la marea eligen una mirada de respeto: no retratan a los personajes como víctimas expuestas a la compasión, sino seres humanos que se enfrentan a su destino con una mezcla de lucidez y fatiga.
Dirigida por Juan Palacios y Sofie Husum Johannesen, Mientras sube la marea es una obra que nace de la observación paciente. Johannesen, antropóloga visual, hizo un trabajo de investigación que ha permitido que la película retrate la realidad íntima de la isla de Mandø. El guion es mínimo, o más bien inexistente en el sentido clásico: no hay conflicto ni resolución, sino una estructura que se pliega al tiempo de la isla. Palacios y Johannesen ruedan con humildad y empatía, prefieren dejar que la realidad de la isla sea lo esencial, y dejar hablar el ritmo de lo cotidiano y en la cadencia de lo inevitable. El resultado es una película pequeña en escala, pero también una experiencia estética de un lirismo inusual.
Mientras sube la marea alterna escenas de convivencia, charlas sobre el clima o sobre la partida, con planos extensos de un paisaje plano, con su propia belleza áspera y tranquila. Todo está fotografiado con amor y una melancolía contenida. No hay discursos de expertos que muestren cifras o discursos climáticos: la amenaza se deja ver por el sonido distante de las noticias. En raras ocasiones los personajes nombran el problema, pero lo viven a diario. Gregers, por ejemplo, encarna la obstinación de quien no puede abandonar su lugar, aunque sepa, sin querer saber, que el agua acabará por cubrirlo y que Mandø será pronto una isla desierta.
La película ha recibido críticas por su falta de marco teórico o político. Sin embargo, su fuerza reside precisamente en esa negativa a simplificar. La película funciona como una sinécdoque: la parte que representa el todo. Lo que sucede en Mandø ocurre, de una u otra forma, en muchos rincones del planeta. La belleza austera de Mientras sube la marea no está reñida con su profundidad ética: es un cine que se atreve a mirar lo pequeño para hablarnos de lo inmenso.
Obra serena
Visualmente, Mientras sube la marea es una obra serena. Los planos largos respetan el tiempo de la isla y su respiración lenta. La fotografía capta el paisaje con respetando las particularidades de la isla, los colores apagados, la luz fría, el horizonte plano. Un punto fuerte de Mientras sube la marea está en el diseño del sonido: el silencio del viento, los graznidos de las aves, el rumor de las máquinas agrícolas apoyan el corazón mismo del silencio, la banda sonora de la isla.
La película logra que la comunidad de Mandø encarne distintas formas de afrontar el final: quienes resisten, quienes dudan, quienes ya se han resignado. Gregers, el último granjero, se convierte en símbolo de esa tensión. Palacios y Johannesen lo retratan con respeto y afecto, en toda su dimensión humana. Gregers es entrañable, pero también terco y vulnerable.
En conclusión, Mientras sube la marea es un retrato poético y austero sobre la fragilidad de habitar el mundo. Palacios y Johannesen eligen la observación y la empatía, y en esa calma logran una verdad honda e impactante. Su belleza no es decorativa, es la de un cine que observa, escucha y nos recuerda que, para algunos, su vida diaria en una forma de resistencia.
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