jueves, diciembre 4, 2025

Crítica de ’Un simple accidente’: El humanismo como única salida

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Un simple accidente

El cineasta iraní Jafar Panahi hace partir su más reciente película de un genuino McGuffin que habría hecho las delicias del mismísimo Alfred Hitchcock, el simple accidente aludido en el título y con el que arranca el film no es más que el pretexto que desencadena la acción, que impulsa la trama, pero sin trascendencia argumental alguna como no tardaremos en descubrir. El accidental atropello de un perro, por un hombre llamado Eghbal (Ebrahim Azizi) que conduce en la noche junto a su mujer embarazada y su hija, una niña de unos seis años, le llevará, horas después a un taller mecánico para que valoren los daños que, fruto del atropello, ha sufrido su vehículo.

Una vez en el taller, el mecánico Vahid (Vahid Mobasseri) cree reconocer (aunque la sombra de la duda planeará durante casi toda la película) en Eghbal al funcionario de prisiones que le torturó, tiempo atrás, durante el periodo que pasó en la cárcel. Llevado por un impulso repentino e indudablemente por el rencor, Vahid secuestra a Eghbal con intención de vengarse de él. Una serie de encuentros casuales pondrá la vida del supuesto torturador en manos de un variopinto grupo de personas compuesto, además de por el propio Vahid, por una pareja de novios (Hadis Pakbaten y Majid Panahi), una fotógrafa (Maryam Afshari) y su expareja (Mohamad Ali Elyasmehr), todos ellos víctimas, años atrás, del mismo torturador al que no han podido olvidar por su crueldad.

Con estos mimbres argumentales, Panahi compone una película que, a lo largo de todo su metraje, fluye entre el thriller político, el drama clásico y la comedia negra con trazas de teatro del absurdo, todo ello visto a través de un filtro humorístico marca de la casa. A pesar de su evidente economía de medios, (la película, como tantas otras en su filmografía, se ha rodado en la clandestinidad, sin los permisos del régimen iraní y burlando algunas de las normas más estrictas de la dictadura teocrática que gobierna Irán), Panahi consigue, con Un simple accidente, una película de sobresalientes solidez argumental y factura técnica.

A través de las diferentes opiniones de sus personajes, de las diferentes digestiones que cada uno ha hecho de su sufrimiento y su rencor y, fundamentalmente, de los diferentes puntos de vista sobre lo que procede hacer con Eghbal al que mantienen secuestrado y maniatado en una furgoneta, Panahi compone un film vibrante, tenso y por momentos, por contradictorio que parezca, divertido. Todo en Un simple accidente, el thriller, el drama y la comedia negra, deviene finalmente en una suerte de fábula moral en la que el centro del discurso se sitúa en el origen del mal (donde resuena de manera evidente “La banalidad del mal” de Hannah Arendt), en como el mal se manifiesta en daño, el daño se transforma en odio y el odio se enquista en el corazón de las personas hasta abolir cualquier otro sentimiento que no sea más odio y su consecuente sed de venganza generando un nuevo mal. Un circuito casi imposible de romper ante el que el guionista y director propone el humanismo como única salida digna posible.

Panahi remata su película con una secuencia magistral e inolvidable en la que corrobora su absoluto dominio del fuera de campo, sin embargo, no conviene hablar de la resolución argumental del film pues entraríamos en el pantanoso terreno de los destripes argumentales aunque no sea el argumento lo prioritario en el ánimo de Jafar Panahi. Un simple accidente va más allá de las rocambolescas vicisitudes de sus personajes y del terrible escenario en el que estas se desarrollan, va más allá de ser un film de denuncia política contra el régimen de su país que durante tantos años sufrió en primera persona, aunque esta denuncia esté presente como telón de fondo durante todo el metraje. Lo que aquí pretende el realizador iraní, es poner al espectador frente a un peliagudo dilema que va mucho más allá de la evidente dicotomía entre venganza y perdón.

Con este Un simple accidente, Jafar Panahi fue galardonado con la Palma de Oro del pasado Festival de Cannes, un festival en el que pudo vérsele personalmente recorrer la alfombra roja y presentar la película gracias a su liberación en 2023 tras los repetidos encarcelamientos, confinamientos domiciliarios y prohibiciones de salir del país que ha sufrido desde 2010 cuando fue, por primera vez, acusado de propaganda contra el régimen. También tuvimos la alegría de verle pasear por San Sebastián bajo la lluvia, a cuyo festival acudió personalmente a presentar la película dentro de la sección Perlak.

Panahi ha entrado, con esta Palma de Oro, en el selecto club de directores (Henri-Georges Clouzot, Michelangelo Antonioni y Robert Altman) que han recibido el máximo galardón en los tres grandes festivales internacionales de cine al unirla al León de Oro del Festival de Venecia (para el que hay que remontarse al año 2000 con su tercera película El Círculo) y al Oso de Oro del Festival de Berlín (que obtuvo en 2015 por Taxi Teherán), película que rodó en la absoluta clandestinidad pues, además de tener prohibido salir de su domicilio, los «demócratas» ayatolás también le habían prohibido filmar películas.

Un simple accidente

8.5

Puntuación

8.5/10

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