Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 70 SEMINCI:
La chica zurda
La chica zurda se inicia con tres mujeres que nos son presentadas como una madre y dos hijas, una de ellas se llama I-Ann (Shi-Yuan Ma) y está en esa turbulenta edad de la adolescencia tardía que, por lo visto, cada vez se prolonga más y la otra, una pequeña niña de cinco años, I-Jing (Nina Ye) que será la que dé título al film por su condición de zurda, algo que no preocupa a nadie salvo a su tradicional e intolerante abuelo que le prohíbe utilizar la mano izquierda en su presencia porque es «la mano del diablo».
Las tres mujeres encabezadas por la madre Shu-Fen (Janel Tsai) regresan a Taipei, capital de Taiwan, ciudad que acaba convirtiéndose en un protagonista más del film gracias a la visión colorista, animada y un tanto siniestra que la realizadora taiwanesa (y estadounidense) Shih-Ching Tsou ofrece de sus calles y mercados. En lo que parece un reinicio vital tras años viviendo en el campo, alquilan un piso y un puesto en un mercado nocturno donde instalan un pequeño negocio de comida asiática (ya saben, fideos, ramen, tofu, arroces y sopas de diversa índole).
Shih-Ching Tsou debuta en la dirección en solitario veintiún años después de su debut en el largometraje codirigiendo Take Out (2004) con Sean Baker, sí, han leído bien, el director que el año pasado triunfó en el Festival de Cannes y en los Óscar con Anora. De hecho, Sean Baker es coguionista de la película de la misma forma que Shih-Ching Tsou ha sido colaboradora habitual de la mayoría de las películas de Baker.
Pero La chica zurda que podría haberse quedado en un sencillo (e íntimo) melodrama familiar (algo de ello hay) o en una película enmarcada en el realismo social (que también) al retratar la precariedad económica de la clase trabajadora en un entorno urbano no demasiado boyante y los límites morales de la explotación laboral (e incluso sexual), va un poco más allá al explorar el contraste entre tradición y modernidad a través de las tres generaciones familiares en las que chocan las antiguas tradiciones y supersticiones con una estructura familiar más moderna sin figura masculina central y con costumbres más propias del globalizado siglo XXI. En este contraste subyacen algunos secretos que se irán desvelando a lo largo del film y que, indudablemente, tensan los lazos familiares y determinan los vínculos afectivos entre las tres mujeres.
Hay muchas virtudes en un film con el que es fácil empatizar: un tono desenfadado incluso con los momentos más sórdidos (que los hay), un retrato colorista y vitalista de un entorno urbano que, como se ha dicho, es un personaje más del film, a pesar de que bajo tanta luz y tanto colorín subyacen secretos y mentiras no tan bonitas. Además, La chica zurda tiene un ritmo narrativo ágil y vibrante barnizado por un permanente sentido del humor, una realización brillante con una puesta en escena inteligente y, particularmente, un excelente trío de actrices dando vida a las tres mujeres protagonistas, algo especialmente destacado en el caso de la pequeña Nina Ye, una de esas niñas a las que quiere la cámara y a la que es imposible dejar de acompañar tanto en su alegría como en su turbación al contemplar una vida adulta que no alcanza a comprender del todo. Ella es lo más luminoso de un film en el que lo tierno y lo sórdido, por contradictorio que parezca, conviven en armonía dejando cierto regusto optimista después de todo.
La película, que fue presentada en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes y ganadora del Festival Internacional de Roma, es ahora presentada a concurso en la sección oficial de la septuagésima Semana Internacional de Cine de Valladolid. Tiene muchas papeletas para estar, de una u otra forma, en el palmarés.
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