Las críticas de Laura Zurita:
Roofman. Un ladrón en el tejado
Dirigida por Derek Cianfrance (Blue Valentine, Cruce de caminos), y escrita por él mismo junto a Kirt Gunn, Roofman. Un ladrón en el tejado mezcla comedia y romance, y un toque de thriller sobre un simpático criminal que intentará rehacer su vida tras haber tomado unas terribles decisiones… pero es muy difícil dejar el pasado atrás.
Esta película es la extraordinaria y divertida historia de Jeffrey Manchester (a quien da vida Channing Tatum), un criminal que asaltó más de 60 McDonald’s entrando por un agujero que hacía en el techo en medio de la noche. Tras ser arrestado, se escapó de prisión y vivió escondido en una tienda de Toys «R» Us durante seis meses.
Junto a Tatum, completan el reparto Kirsten Dunst (El poder del perro, Civil War), Peter Dinklage (Juego de tronos, Cyrano), Lakeith Stanfield (Judas y el mesías negro, Puñales por la espalda), Juno Temple (Expiación. Más allá de la pasión, Fargo) y Ben Mendelsohn (Rogue One. Una historia de Star Wars, El Rey). La película se estrena el 12 de diciembre de 2025 de la mano de Diamond Films.

Retrato humano de un ladrón
Derek Cianfrance, rueda una película sobre seres dañados y construye un retrato profundamente humano de Jeffrey Manchester, el ladrón de tejados que, contra toda probabilidad, se convirtió en una figura casi mítica del delito menor estadounidense. La película parte de un hecho real. Manchester robó decenas de establecimientos de comida rápida y fue condenado a 45 años, pero escapó tras una fuga cinematográfica y vivió seis meses escondido en una juguetería. Roofman. Un ladrón en el tejado no es un documental, sino que adapta la historia para construir un relato de afecto y reafirmación. La primera parte es una película de acción, mostrando su manera de trabajar, su encarcelamiento y su fuga. La segunda nos muestra su vida después de la fuga, su día a día, y se convierte en un drama humano con un toque de amargura.
Desde sus primeras escenas, Roofman. Un ladrón en el tejado plantea una contradicción moral deliberada: la de pedirnos empatía con un ladrón. Es una manipulación que resulta perturbadora cuando se plantea desde el punto de vista moral: ¿por qué simpatizamos tan fácilmente con Jeffrey? ¿Por su calidez? ¿Por su fragilidad? ¿Por la precariedad económica que lo precipita hacia el delito?
Cianfrance emplea un procedimiento explotado ampliamente por Hitchcock y nos pone del lado del delincuente antes de que podamos juzgarlo. Lo vemos agotado, pobre, desbordado, expulsado de su propia vida familiar. Es un padre cariñoso, con una economía desastrosa, abandonado por una mujer que ya no quiere oír hablar de él. Ese punto de partida opera como ancla emocional, y cuando Jeffrey comienza a robar, el espectador entra en un territorio ético incómodo: la dulzura de desear lo incorrecto.
El personaje está descrito con mucho cariño, y también es cierto que Channing Tatum entrega aquí la interpretación más sensible de su carrera. El actor afina su energía masculina que suele definirlo para transformarla en algo conmovedor. Es un hombre que no sabe dónde meterse, tanto literalmente como en sentido moral.

Mujer al tiempo fuerte y frágil
Jeffrey conoce a Leigh Wainscott, interpretada por Kirsten Dunst, siempre deliciosa y Roofman. Un ladrón en el tejado encuentra su eje emocional. Leigh funciona más que como un simple interés amoroso, siendo una mujer marcada por su propia historia, una trabajadora oprimida y casi maltratada, pero con un núcleo de solidez. Ella es al tiempo fuerte y frágil. No es simplemente la mujer que recibe un afecto tardío del protagonista, sino que su presencia afecta los planes del protagonista, los complica y les da una deriva inesperada.
La relación entre Tatum y Dunst es tierna, y se le dedica mucha atención. Cianfrance respeta la química entre ambos como un espacio real en el que el amor tiene que coexistir con la mentira y el miedo. Se construye así un retrato sentimental romántico, pero no ideal, una relación con una base frágil y precaria.
En la película, los seis meses que Manchester pasa escondido dentro de una tienda de juguetes son al tiempo reales y simbólicos. Ese espacio de materiales infantiles contrasta con la oscuridad de su situación. Es un reino de plástico, un refugio infantil de una realidad peligrosa.

Ternura que emociona
Roofman. Un ladrón en el tejado tiene momentos de irregularidad y decisiones que no llegan a desarrollarse del todo. La narrativa a veces es apresurada, y otras se amansa con subtramas que no maduran. Sin embargo, incluso en esas debilidades, la película conserva su honestidad emocional, evita las soluciones fáciles y retrata a un hombre con recursos, pero que no consigue encontrar una salida sólida.
La banda sonora mantiene esa sensación de ternura triste que atraviesa toda la obra. La fotografía alterna tonos fríos y cálidos para reforzar la fractura emocional del protagonista. Aunque el tono base es la ternura, también marca la vacuidad, el aburrimiento y la soledad del protagonista.
Roofman. Un ladrón en el tejado es una obra dulce, lo que se suele llamar una película bonita. La obra marca un tono moralmente ambiguo que no busca justificarnos nada, sino enfrentarnos a la humanidad de quienes se desvían. En definitiva, es una película sobre la fragilidad, la soledad y lo difícil que puede ser volver a empezar, y quizá por eso emociona tanto.

¿Qué te ha parecido la película Roofman. Un ladrón en el tejado?
Descubre más desde No es cine todo lo que reluce
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.


















![Teatro | Crítica de ‘Borde[r]’: Los límites del cansancio cotidiano](https://i0.wp.com/noescinetodoloquereluce.com/wp-content/uploads/2025/10/border1.jpg?resize=218%2C150&ssl=1)










