Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Anora
Empieza a preocuparme mi falta de conexión con los criterios que rigen el éxito en el cine actual. Y si me preocupa es porque me falta arrogancia para mandar a todo el mundo a hacer puñetas y pensar que son todos los demás los que vienen en sentido contrario cuando me encuentro conduciendo por una carretera con un montón de luces que se dirigen hacia mí. No… imagino que seré yo el que se ha bajado, acaso inconscientemente, de algún tren en algún momento y me he soltado de los códigos que rigen en los jurados de los festivales y en los elogios de la mayoría de la crítica cinematográfica.
Pienso en esto tras salir de ver Anora, la última película de Sean Baker, ganadora de la Palma de Oro en Cannes y, a pesar de haberme divertido (eso es incuestionable), ser incapaz de advertir donde radica la excelencia de una película que (casi) todo el mundo ha puesto por las nubes. Algo parecido me ocurre con La habitación de al lado y sus diecisiete minutos de ovación en Venecia donde además recibió el León de Oro, otra película que, a pesar de reconocer en ella incuestionables virtudes, me ha parecido uno de los trabajos más descafeinados de Almodóvar en mucho tiempo. Y eso, por no hablar de Misericordia, la última ganadora de la Espiga de Oro en la SEMINCI de Valladolid en la que ni siquiera reconozco virtud alguna y se me cae directamente en el saco de los despropósitos.
Y no me gustaría que se me malinterpretase. No me ha disgustado Anora. Me ha parecido un film potentísimo visualmente y muy entretenido (dos virtudes de las que carecen la mayoría de las películas que se estrenan cada año), lo que me desconcierta es que una película en la que se trivializa la prostitución y que hace continua chanza de una joven incauta (por mucho que saque el carácter y la mala leche, es una incauta) haya recibido los parabienes hasta de los sectores más radicales de la crítica con las cuestiones de género. En fin, renuncio a entenderlo.
Sean Baker nos presenta una tragicomedia en tres actos. En el primero, Ivan (Mark Eydelshteyn) un niñato riquísimo, hijo de unos oligarcas rusos, se encapricha de Anora (Mikey Madison), una prostituta de Brooklyn, y termina casándose con ella para conseguir ser americano y liberarse de la tiranía de sus mafiosos padres que lo quieren de vuelta en Rusia para dedicarse a los negocios familiares. En el segundo, una vez descubierto el pastel, Baker nos presenta una especie de ¡Jo, qué noche! a la caza del niñato que se ha dado el piro (abandonando a su reciente esposa) en cuanto se ha visto perseguido por los poco recomendables socios rusos de sus papás. Y en el tercero, del que no contaré gran cosa para que no se me acuse de destripador, el film desemboca en una especie de farsa cómica con todos los personajes en juego para tratar de restablecer el orden.
La película comienza con mucha fuerza, escenas lúbricas muy bien filmadas en noches de drogas, alcohol y sexo extremo que ponen de manifiesto el enganche de Iván con Ani (así le gusta que le llamen a Anora) y que terminan en una improvisada (y poco original) boda en Las Vegas.
Baker sostiene el film argumentalmente en el destino de Anora y cuánto mejor le van las cosas, más nos convencemos de que su cuento de hadas va a terminar como el rosario de la aurora. Mikey Madison hace una intensa interpretación con la que asume riesgos de los que encumbran una carrera o la arruinan para siempre (que le pregunten a Elisabeth Berkley), su equilibrio entre una ingenuidad sutilmente impostada y la feroz determinación con la que trata de defender lo suyo en cuanto ve peligrar su nuevo status es, sin duda, lo mejor de un film alocado, vibrante, desconcertante y, la mayor parte del tiempo, divertido.
El problema (mi problema) es que tras dos horas y cuarto de entretenimiento, me queda la sensación de haber asistido a una banalidad, a una especie de Airbag disfrazada del reverso tenebroso de Pretty Woman. Y no digo que esto sea malo, me divertí con Airbag y me encandiló (la primera vez que la vi) el derroche de candor de Pretty Woman, pero ni una ni otra se llevaron la Palma de Oro de Cannes ni los (casi) unánimes parabienes de la crítica. Echo de menos algo más de profundidad en unos personajes que rozan el estereotipo cuando no la caricatura, y me sobra metraje para tan pobre arco argumental. Lo mismo se puede contar en menos tiempo sin subrayados y reiteraciones de secuencias. Ya saben aquello de “lo breve si bueno…”.