Las críticas teatrales de Laura Zurita:
Todas las casas
Todas las casas es la primera parte del Tríptico de la Vida, un ambicioso proyecto que, por su 40º aniversario, Cuarta Pared presentará entre los meses de febrero y abril de 2025 y que se lleva gestando durante dos años. En él, se ha propuesto a tres directoras (Aldara Molero, Aitana Sar y Raquel Alarcón) vinculadas a la trayectoria de Cuarta Pared y que cuentan con dramaturgos/as como Miguel Valentín, Lucía Carballal y Pablo Remón, entre otros/as, a desarrollar tres propuestas escénicas que parten de las mismas cuestiones: ¿Cómo se aprende a vivir? ¿Cómo afrontamos los fracasos y las alegrías? ¿Qué sucede cuando tenemos que elegir? La primera de las obras, Todas las casas, es un cuento para adultos, una obra que explora los encuentros con el otro en una ciudad, conectando encuentros cotidianos con ecos del universo. El otro es un espejo, pero también una ventana al infinito tal como el universo: vasto, enigmático, lleno de posibilidades y preguntas.
Esta obra es una invitación a mirar tanto hacia adentro como hacia afuera, sobre cómo los espacios se habitan emocionalmente; un diálogo entre lo íntimo y lo inmenso, transformando lugares comunes, como habitaciones de hotel, fábricas o taxis, en escenarios cargados de vida y simbolismo cósmico.
Todas las casas está dirigida por Aldara Molero, e interpretada por Efraín Rodriguez, Lucía Sánchez, Adriá Olay, Rebeca Hernando y Abraham Arenas. La dramaturgia es obra de Aldara Molero y Natalia Mariño. La obra se estrenó el 14 de febrero de 2025 en la Sala Cuarta Pared.
Una experiencia teatral autoconsciente
Todas las casas se presenta como una experiencia teatral consciente de su propia naturaleza. La obra se inicia con una lectura de guion, recurso que se emplea a lo largo de la representación para explicitar el carácter convencional de la ficción y subrayar la construcción del artificio teatral.
La propuesta escénica de Todas las casas establece un diálogo entre lo macrocósmico y lo microcósmico, alternando la vastedad del universo con la intimidad de la vida cotidiana. Esta yuxtaposición se manifiesta en la oscilación entre momentos de la existencia ordinaria y la representación de un microteatro que alude a preocupaciones trascendentales.
El trabajo actoral en Todas las casas destaca por la versatilidad de los intérpretes, quienes asumen múltiples roles y transitan fluidamente entre la narración, la actuación y la interacción con el público. La economía de recursos escénicos, donde el cuerpo y la iluminación se erigen como elementos expresivos centrales, evidencia la capacidad de los actores para construir personajes y atmósferas sugerentes.
Un encuentro de personas en el marco del Universo
La estructura dramática de Todas las casas se aleja de la progresión lineal clásica. Los acontecimientos se suceden de manera fragmentada, entrelazando lo mínimo y lo universal, lo prosaico y lo poético. La obra se configura como un mosaico de instantes que reflexionan sobre y son un reflejo de la condición humana.
Todas las casas se acerca al espectador desde la sorpresa y la imprevisibilidad, pero también desde la cercanía y la identificación. La obra no se centra en eventos grandiosos o resoluciones definitivas, sino en la representación de la vida en su devenir, con sus elecciones y posibilidades. Los personajes, despojados de nombres propios, se erigen en arquetipos de la experiencia humana, resonando en la individualidad de cada espectador. Y, a pesar de su forma, creativa y casi abstracta, logra llevar al espectador a un lugar íntimo y cálido, por lo que al salir de la sala, el público se siente reconfortado.
En resumen, Todas las casas es una propuesta teatral que trasciende la mera representación para convertirse en una reflexión metateatral sobre la existencia, el tiempo y la condición humana, un encuentro de personas en el marco de Universo.
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