domingo, enero 26, 2025

Crítica de ’Parthenope’: La belleza y el caos

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Parthenope

Paolo Sorrentino es uno de esos directores incapaces de despertar indiferencia. Puedo entender perfectamente que su cine solo encuentre devotos incondicionales y furibundos detractores. Me declaro abiertamente entre los primeros pero jamás discutiría con nadie de los segundos pues los comprendo, un director tan personal, tan convencido de la genialidad de su estilo y tan irreverente puede resultar tan embriagador como irritante. A mí me ocurre con otros directores presuntamente geniales a los que no soporto, así que no me cuesta aceptar que haya quien no conecte con la ampulosidad del modo de filmar de este napolitano genial.

Incluso aquellas de sus películas que menos me gustan como El amigo de la familia (2006) o Un lugar donde quedarse (2011) me resultan lo suficientemente interesantes como para alegrarme de haberlas visto aunque no vaya a volver a verlas en mi vida. Todo lo contrario que me ocurre con Parthenope, una película en la que me quedaría a vivir y que, sin duda, veré muchas veces como me ocurre con La gran belleza (2012), Fue la mano de Dios (2021) o La juventud (2015), mi película favorita hasta la fecha de entre las suyas.

Parthenope es el nombre de una mujer (Celeste Dalla Porta) que toma su nombre de Parténope, una sirena mitológica que dio nombre a la ciudad que más tarde se transformaría en Nápoles. Sorrentino cuenta su vida desde su nacimiento en el mar en 1950 hasta su jubilación en 2023. Y lo hace con incondicional amor a aquello que filma en cada plano, amor incondicional a Nápoles, su ciudad y a su arrebatador paisaje marítimo, amor insolente a las tradiciones culturales y religiosas con las que, a buen seguro, creció y fue educado y amor apasionado, ardiente y febril a su criatura, a una actriz de una belleza y magnetismo de las que surgen, muy de vez en cuando, para dar sentido al cine.

Y es que Celeste Dalla Porta ha llegado al cine para quedarse, es la suya una creación tan luminosa como atribulada, tan vital como frágil. Y Sorrentino la filma con indisimulado descaro, saturando de sensualidad la cámara sin caer nunca, e insisto en el nunca, en la impudicia casposa o en la lubricidad gratuita. Hay un momento en el que el escritor John Cheever (al que recrea prodigiosamente un descomunal Gary Oldman) le dice algo así como “no eres consciente del caos que causa tu belleza” dando al espectador las claves, acaso las únicas posibles, para contemplar la película. Caos y belleza.

El caos de una Nápoles en la que no existe nada que pueda asimilarse al orden tal y como se entiende en la mayoría de las ciudades del mundo y la belleza (la gran belleza) que Sorrentino busca y encuentra hasta en la fealdad más manifiesta.

Parthenope trata de la vida vivida a pesar de las oportunidades perdidas, de las vidas no vividas, truncadas a medias, de amores no correspondidos, de entregas incondicionales, de tristezas soterradas, de culpas clavadas en el alma y de una ética de base antropológica ante la que no cabe sino rendirse.

Sorrentino vuelve a celebrar Nápoles como ya hiciera en su anterior película Fue la mano de Dios, y aunque aquí no hay una autobiografía explícita, puede respirarse la pulsión personal de un creador excesivo y brutal, capaz de pasar en segundos de lo sutil a lo bizarro, de lo realista a lo fantasioso, de lo cotidiano a lo improbable. Tampoco tenemos en el reparto al actor Toni Servillo, su alter ego en tantas películas, como si Sorrentino hubiera querido evitar que se le identificase con algún personaje. El carácter masculino principal (no cabe hablar de protagonista pues no hay otra que quien da título al film) es interpretado por otro excelente actor italiano, el siempre creíble Silvio Orlando que da vida a un taciturno catedrático de antropología, auténtico mentor de nuestra joven heroína.

Parthenope es, en definitiva, puro cine Sorrentino, una película deliciosamente imperfecta que se hace grande precisamente en esa huida de la perfección canónica. Una película de estudiadísima puesta en escena, de planos abiertos, de travellings imposibles, de actores magníficos, de canciones que empapan y de un humanismo palpitante ante el que resulta imposible permanecer inerte porque al espectador le ocurren cosas. Aunque le irriten, aunque le saturen. Nada más lejos del cine algorítmico enlatado en producciones en cadena para consumo rápido en el sofá.

Parthenope

9.5

Puntuación

9.5/10

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