Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo-Retrospectiva – Espejo de pasiones. El cine alemán, los años 70 y el siglo XXI: Moderno/contemporáneo.
Alicia en las ciudades (1974)
Alicia en las ciudades (Alice in den Städten) es un drama alemán que está dirigido por Wim Wenders (París, Texas, Perfect Days), quien también escribe el guion junto a Veit von Fürstenberg (Fuego y Espada). La historia sigue a un periodista que recorre los Estados Unidos buscando temas para escribir un libro, pero como ni siquiera consigue empezarlo, su editor cancela el contrato. Cuando decide regresar a Alemania, conoce en el aeropuerto a una mujer, y como no hay vuelos hasta el día siguiente pasa la noche con ella. La mujer desaparece, pero le deja un recado: que vaya con su hija Alicia, de nueve años, a Amsterdam para reunirse con ella.
Está protagonizada por Rüdiger Vogler, Yella Rottländer, Lisa Kreuzer, Edda Köchl, Didi Petrikat y Ernest Böhm. La película ha podido verse en Seminci 2024 dentro de la Retrospectiva de Cine Alemán.
Un libro de fotografías
Alicia en las ciudades es una obra capital dentro del movimiento del «nuevo cine alemán» que surgió a finales de los años 60 y también es la primera entrega de la denominada «The Road Movie Trilogy» que Wim Wenders continuaría con Falso movimiento (1975) y En el curso del tiempo (1976). Este trabajo incipiente del cineasta alemán ya alberga algunas de las preocupaciones temáticas y estéticas de toda su carrera, en especial, el desarraigo del individuo ante un paisaje urbano inhóspito.
El protagonista de Alicia en las ciudades es Philip Winter (Rüdiger Vogler), un periodista alemán que recorre los Estados Unidos buscando inspiración para escribir un libro sobre el viaje, pero a medida que avanza se encuentra cada vez más perdido sin escribir una sola línea. Por contra, se dedica todo el tiempo a tomar instantáneas con su cámara Polaroid, pero nunca capta lo que realmente ve. Frustrado por su incapacidad de relacionarse con el entorno y quebrado económicamente, se reúne con su editor para pedirle un adelanto, sin embargo, éste decide cancelar el contrato que les une al no obtener pruebas de que el periodista vaya a cumplirlo.
Ese inicio es bastante esclarecedor en la descripción del personaje central, un hombre convertido en fantasma que ha perdido el sentido de sí mismo y, a través de las fotografías, busca pruebas de su existencia.
La niña y el viajero errante
El viajero errante de Alicia en las ciudades es un personaje arquetípico en la filmografía de Wenders, por ejemplo, todos recordamos al Travis Henderson de París, Texas (1984) vagando por el desierto y huyendo de su pasado. Sin el sentimiento de culpa que atenazaba a aquel, Philip se convierte en el espejo de la sociedad alemana de la época en un estado de reconstrucción identitaria. Al intentar regresar a casa, se encuentra con la desagradable sorpresa en el aeropuerto de que se han cancelado todos los vuelos a Berlín debido a una huelga de controladores aéreos, la única opción es viajar al día siguiente vía Ámsterdam.
En su misma situación se encuentra otra joven alemana, Lisa van Damm (Lisa Kreuzer), junto a su hija de 9 años, Alicia (Yella Rottländer), con las que acabará compartiendo noche y hotel. La mujer acaba de pasar por una dolorosa ruptura sentimental de la que aún no se ha recuperado e inesperadamente, a la mañana siguiente, desaparece dejándole una nota a Philip pidiéndole que lleve a su hija a Ámsterdam para reunirse después con ella. Así que, sin comerlo ni beberlo, el apático periodista tendrá que hacer de «canguro» de una niña que acaba de conocer, es ahí donde comienza la verdadera historia de la película.
Influencias de papel, celuloide y vinilo
Según ha manifestado el propio Wim Wenders, el origen de Alicia en las ciudades está en las emociones que despertaron en él la película Luna de papel (Peter Bogdanovich, 1973), el relato «Carta breve para un largo adiós» de su amigo Peter Handke, y la canción blues de Chuck Berry «Memphis, Tennessee», cuya letra habla de un hombre que busca a su hija. Todas esas referencias conforman el núcleo central en el vínculo de amistad paternofilial que surge entre el fotógrafo y la niña, dos almas temporalmente huérfanas que necesitan del otro para enfrentarse a la realidad.
El director narra la relación con mucho tacto y delicadeza, preocupándose por los pequeños detalles cotidianos, sin verbalizar las emociones ni caer en lo melodramático. Prefiere hacerlo a través de analogías tan bellas como la escena en que la niña está aburrida de su mustio acompañante y le pide que le cuente cosas de él. Ante su negativa le toma una fotografía para que «al menos sepas que aspecto tienes». El reconocerse a uno mismo durante un viaje a ninguna parte es el leit-motiv de muchas películas de Wenders.
Mientras la fotografía se va revelando los rostros de Alicia y Philip se funden con la imagen tomada, es como si, por fin, la fotografía hubiese captado un fragmento de verdad. Se trata de un plano extraño que rompe con el naturalismo imperante durante el resto de la narración, en realidad, alberga todo el sentido de esa relación, la imagen borrosa de dos seres cuya verdadera identidad debe complementarse estando juntos. También, es un momento que enlaza con otra de las obsesiones habituales del director, la conexión del imaginario colectivo con nuestros propios recuerdos.
La vida es un álbum de instantáneas efímeras
El «nuevo cine alemán» quiso romper con el legado cinematográfico de su país. Sus integrantes tomaron como ejemplo la nouvelle vague francesa, pero no tanto como una marca de estilo sino como forma de liberación creativa. De hecho, hubo directores que crecieron empapados por el cine estadounidense y su halo mitológico, por eso las road movies de Wenders muestran un especial ensimismamiento en el paisaje urbano mediante largos travellings que, al igual que el protagonista de Alicia en las ciudades, pretenden hallar similitudes entre el imaginario simbólico (fotografías, películas, novelas, etc.) y la realidad.
Esa afirmación toma cuerpo en una escena concreta de la película. Tras esperar en vano en Ámsterdam la llegada de la madre, Philip decide ayudar a Alicia a encontrar a su abuela. El problema radica en que la niña no recuerda ni el nombre ni la ciudad donde vive, tan solo conserva una fotografía de la fachada de la casa. Tras varios días de infructuosa búsqueda por diversas poblaciones de la cuenca minera del Ruhr, la niña reconoce la casa y comprobamos que la fotografía es una reproducción exacta de la imagen real. Sin embargo, la abuela hace años que ya no vive allí y, por tanto, vuelve a incidirse en los recuerdos cambiantes y la falsa trascendencia de capturar el momento mientras la vida sigue pasando sin solución de continuidad.
Es lo mismo que sucederá más adelante con la relación de dependencia entre el fotógrafo y la niña, es una relación efímera que les permite crecer en un momento complicado de sus vidas, pero cuya realidad les llevará a separarse más pronto que tarde y solo les quedará unas fotografías tomadas en un fotomatón o el recuerdo del viento acariciando sus mejillas al sacar la cabeza por la ventanilla del tren.
Naturalismo en blanco y negro
Alicia en las ciudades se rodó en blanco y negro en formato de 16mm., la fotografía granulada de Robby Müller aúna belleza y aspereza en las imágenes. El tono naturalista y casi documentalista de la cámara de Wenders sirve para profundizar con mayor verdad en las emociones de sus personajes, destacando la sorprendente soltura de la que hace gala en los diálogos la pequeña Yella Rottländer.
El filme es un acercamiento honesto al viaje iniciático interior desde el viaje externo por diversas ciudades de Estados Unidos, Holanda y Alemania, cada una con sus propias características arquitectónicas. Wenders nos habla del proceso de (re)conexión con el mundo tras una etapa de divagación existencialista por la que todos hemos pasado en algún momento. El paisaje urbano que nos rodea o, mejor dicho, la representación interior que hacemos del mismo en función de cuáles hayan sido nuestras vivencias, los recuerdos que conservamos o los estímulos provocados por el imaginario de la ficción cinematográfica, es lo que transforma las imágenes de la película es una conmovedora radiografía del alma humana y de su necesidad afectiva.
Alicia en las ciudades es un filme inolvidable en su aparente sencillez y un ejemplo notablemente bello del legado dejado por el «nuevo cine alemán» que atesora imágenes propias para engrosar nuestro propio imaginario emocional.
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