Las críticas de Daniel Farriol:
Tierra sin ley (God’s Country)
Tierra sin ley (God’s Country) es un thriller dramático estadounidense que está dirigido por Julian Higgins (The Colombian Connection, Poker Run) que también coescribe el guion junto a Shaye Ogbonna (Lowlife, The Chi), adaptando la novela corta «Winter Light» de James Lee Burke. La historia sigue a una profesora universitaria que es acosada por la presencia de dos cazadores que invaden constantemente su propiedad y se ve arrastrada a una creciente lucha de voluntades con consecuencias catastróficas.
Está protagonizada por Thandiwe Newton (Westworld, Reminiscencia), Joris Jarsky (Birdland, Step Dogs), Jefferson White (Civil War, No Future), Jeremy Bobb (Butcher’s Crossing), Kai Lennox (The Girl From Plainville), Tanaya Beatty, Karen Jean Olds y Gabriel Clark. La película se ha estrenado en España en Movistar+ el día 15 de Mayo de 2023.
«Winter Light» un relato corto que enriquece su enfoque con el cambio de protagonista
Tierra sin ley es un poderoso thriller dramático con esencia de wéstern que se cuece a fuego lento durante un crescendo tenso y asfixiante que adquiere reminiscencias sociopolíticas en sus reflexiones. La primera secuencia es elocuente y clave. En ella vemos un aula vacía donde se proyectan diapositivas que nos recuerdan los cimientos sobre los que se han construido los Estados Unidos. Vemos imágenes de buscadores de oro, cazadores, vaqueros, religiosos… La cámara se acerca lentamente hacia la pantalla para mostrarnos de cerca a unos hombres blancos que rodean amigablemente a un jefe indio, luego una pareja de pistoleros y finalmente una mujer negra con el ojo magullado…
El director Julian Higgins nos adelanta las temáticas de su película a través de esas simples postales en blanco y negro para hacernos entender cómo el pasado construye el presente identitario de un país y de las personas que lo habitan. Y qué mejor manera de hacerlo que en el entorno educativo de una escuela vacía como representación de la falta de comprensión de nuestra propia historia para evitar que se repita.
La película adapta el relato corto «Winter Light» de James Lee Burke, pero con cambios sustanciales que enriquecen la trama. Esas 14 páginas sobre un profesor jubilado enfrentado a unos cazadores furtivos que se empeñan en atravesar sus tierras sin permiso, ya fue llevada a imágenes por parte del director con un corto en 2015, pero ahora la protagonista es una mujer afroamericana en pleno duelo por la muerte de su madre. Ese cambio origina que algunos temas subyacentes en el texto original adquieran mayor relevancia como, por ejemplo, la perpetración generacional del patriarcado y del racismo estructural.
Un lejano Oeste no tan lejano
Sandra (Thandiwe Newton, espléndida) es una profesora universitaria que vive en Montana en una casa apartada del pueblo. Nathan (Joris Jarsky) y Samuel (Jefferson White) son cazadores furtivos que, sin pedirle permiso, aparcan la camioneta en su propiedad para tener un acceso más cómodo a la montaña donde suelen ir a cazar ciervos. La mujer les niega la posibilidad de aparcar allí, pero ellos siguen haciéndolo día tras día. La escalada de tensión irá en aumento cuando Sandra acuda al sheriff interino (Jeremy Bobb) para darles un toque de atención y poner en valor sus derechos legales. No se lo tomarán bien y comenzarán las amenazas veladas (aparece un ave destripada junto a una nota, se escuchan disparos cerca de la finca, etc).
Pero con Sandra habrán pinchado en hueso y la mujer no se amilanará, es más, no saben que es expolicía y que comenzará a investigar por su cuenta para conocerlos mejor. ¿Cuáles son los límites de tolerancia que estamos dispuestos a aceptar ante las injusticias? ¿Es la violencia la única alternativa real para combatir a las personas que no aceptan las reglas? Esas preguntas y otras sobrevolarán durante el desarrollo de Tierra sin ley, un wéstern crepuscular ambientado en una América Profunda contemporánea (el relato original sucedía en la era Reagan) donde la blancura de la nieve contrasta con la oscuridad del alma humana.
El filme de Julian Higgins posee texturas dramáticas similares a Perros de paja (Sam Peckinpah, 1971) o Defensa (Deliverance) (John Boorman, 1972), con esos rednecks violentos con fácil acceso a las armas que descienden de aquellos pistoleros que décadas atrás imponían su voluntad en el Lejano Oeste ante los más débiles. El cambio de punto de vista antes citado respecto al relato hace que amplíe la visión de la naturaleza salvaje del hombre.
La enseñanza educativa está viciada
La protagonista de Tierra sin ley es un personaje complejo que no siempre resulta simpático en la toma decisiones aunque siempre entendamos sus razones. Alternará su lucha de poder contra los cazadores junto a otras contiendas más intelectuales que implican, por ejemplo, las reivindicaciones feministas o raciales. Julian Higgins nos explica lo difícil que es cambiar el pensamiento social si las instituciones que deben salvaguardar la equidad y justicia no lo hacen.
El director de la Universidad donde trabaja Sandra es Arthur (Kai Lennox), un hombre que en las reuniones del consejo escolar manifiesta la necesidad de cambiar la mentalidad para ampliar la cuota de personas pertenecientes a minorías que no suelen estar representadas, pero a la hora de tomar las decisiones siempre encuentra alguna excusa para no hacerlo. Ese planteamiento me ha recordado mucho a Master (Mariama Diallo, 2022), un filme de terror donde una profesora afroamericana debía lidiar con el sesgo racial mientras se enfrentaba a los fantasmas del pasado en una Universidad construida sobre los cimientos de la esclavitud. Arthur es un hombre que utiliza su posición de poder para seguir perpetrando la imposibilidad del cambio y que, además, muestra una actitud indecorosa hacia una alumna como símbolo de ese patriarcado que se siente impune.
Las creencias que no consuelan
El tercer vértice que sostiene Tierra sin ley es su mirada a la religión o, mejor dicho, a la relación de los personajes con sus creencias. Sin justicia, ni ley, ni estamentos que respeten la igualdad, lo único que queda es mirar hacia arriba en busca de un ser supremo que nos ayude en la búsqueda de soluciones. En ese sentido, la película muestra el desencanto generacional de los hijos que no encuentran el mismo consuelo que sus padres en la Iglesia. El tiempo pasa y todo sigue igual. Para potenciarlo, Julian Higgins otorga una estructura casi bíblica al transcurrir su película durante 7 días con la salvedad que, sin recibir ayuda divina, Sandra no descansará el séptimo día sino que desencadenará el apocalipsis.
Tierra sin ley tiene un ritmo sosegado y pesimista, las montañas nevadas son un frío refugio para quien se siente abandonado. La película plantea muchas preguntas morales al espectador y la mayoría deberán ser respondidas internamente por cada uno. Durante una reveladora escena en el interior de una Iglesia asistiremos a una esporádica conexión emocional entre Nathan y Sandra bajo los acordes de la canción religiosa «Beautiful Savior». Él le pregunta: «¿Por qué elegiste ser quien eres?»; y ella contesta: «Eres lo que haya pasado antes de ti».
El destino de los personajes se nos desvela como el resultado de su propio pasado, es decir, no actuarían como lo hacen sin esas experiencias previas, su historia familiar y, por ende, la historia sobre la que se construyó el país en que crecieron. Es una reflexión profunda que va más allá del simple relato de una confrontación. A eso hay que sumarle una tensión dramática creciente que Higgins maneja a la perfección para conducirnos hacia un desenlace tan liberador como devastador.
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Tierra sin ley
