Las críticas de Daniel Farriol en el Festival de Sundance 2023:
Fair Play
Fair Play es un thriller psicológico estadounidense que está escrito y dirigido por Chloe Domont (Ballers, Billions). La historia sigue a una pareja de éxito que trabajan juntos en una empresa financiera, pero la promoción profesional de uno de ellos pondrá en jaque su relación sentimental, alterando una dinámica de poder que les llevará al caos. Está protagonizada por Phoebe Dynevor (Los Bridgerton, The Colour Room), Alden Ehrenreich (Han Solo: Una historia de Star Wars, La excepción a la regla), Eddie Marsan (Seduciendo a un asesino, Elige o muere), Rich Sommer, Sebastian De Souza, Jim Sturgeon, Sia Alipour y Geraldine Somerville. La película se ha podido ver en Enero de 2023 dentro de la Sección U.S. Dramatic Competition de la programación del Festival de Sundance 2023.
Un vuelco a las dinámicas de poder
Fair Play es un intenso thriller psicológico sobre las dinámicas de poder en el entorno laboral y en las relaciones hombre-mujer en una época donde el empoderamiento femenino puede agudizar la masculinidad frágil de sus parejas. La trama nos sitúa en una empresa del ajetreado núcleo financiero de Nueva York donde trabajan juntos Emily (Phoebe Dynevor) y Luke (Alden Ehrenreich) que, además, mantienen en secreto su relación sentimental por contradecir las normas y para no perjudicar la promoción de su carrera profesional. En apariencia, son la pareja perfecta, guapos, ricos, exitosos… pero todo cambiará cuando el esperado ascenso de Luke no llegue y el director de la empresa, Campbell (Eddie Marsan), decida darle el puesto a Emily.
El filme se inicia con un tórrido encuentro sexual que es arruinado por una inesperada menstruación que mancha a los amantes con la sangre que anticipa la violencia verbal y física que vendrá, pero es algo que también puede entenderse como un aviso a navegantes por parte de Chloe Domont para marcar el territorio de su película en femenino. La directora angelina plantea un filme de estética elegante, pero con una visceralidad recalcitrante en sus postulados acerca de las sinergias del poder masculino contra las mujeres que destacan por encima de ellos. Seguro que la película tiene un componente personal catártico en el recuerdo de las malas experiencias que haya podido tener.
«Donde se come, no se caga»
El crescendo dramático de Fair Play nos llevará, entonces, hacia un tercer acto que roza lo demencial y donde la credibilidad solo cobrará sentido mediante la exageración guiñolesca, es imposible tomarse en serio todo lo que acontece, lo que puede perjudicar la recepción que tenga por parte de algunos espectadores, así como perjudicar a los interesantes temas que trata. Podemos considerarlo como una apuesta de guion que entronca a la perfección con los riesgos financieros que asumen a diario los analistas financieros en la empresa que centra la acción de la película. Los brókers destrozando ordenadores son personas que han alcanzado su punto de ruptura, un símil de lo que le ocurre a la pareja.
Los dos protagonistas caerán en una espiral de reproches en la que irán despojándose de su humanidad y dignidad en una lucha de poder sin cuartel que destruye la relación para convertirlos en contrincantes. Lo mejor que tiene la película es precisamente el cómo afecta ese intercambio de roles a cada uno de los dos integrantes de la pareja y es que como se suele decir «donde se come, no se caga» o te llevarás los problemas a casa.
El machismo estructural heredado hace mella en el hombre que comienza a menospreciar a su novia mediante comentarios jocosos acerca de lo inapropiada que es su vestimenta o sobre la actitud que mantiene con los demás compañeros, una actitud de maltratador psicológico que se acrecienta cuando insinúa que le ha «robado» el puesto en la empresa porque el jefe se siente atraído por su físico, llegando a poner en duda que solo quede con él para charlar durante sus reuniones nocturnas. Es la típica reacción del «machito» herido que quedará potenciada en la película con su forma de abordar las relaciones sexuales que pasarán de ser apasionadas a la impotencia (literal) y finalmente a la rabia.
Ambición tóxica
Pero el cambio de roles en el aspecto profesional no solo condicionará la actitud del hombre sino que la mujer también pasará por distintas fases al ser ninguneada por su pareja. El sentimiento de culpa le llevará a cuestionarse sus aptitudes y a supeditar decisiones profesionales a las de su novio para equilibrar la balanza en su relación e intentar promocionarlo, es un síndrome del impostor que le hará incluso imitar a otros compañeros masculinos (la escena del club de striptease) y despojarse de su propia identidad. Tanto Phoebe Dynevor como Alden Ehrenreich están fantásticos en sus papeles y juntos tienen una química espectacular donde saltan chispas de amor-odio.
El suspiro final es una muestra de alivio, pero también un guiño sarcástico que convierte la ambición de ambos en algo igual de tóxico, lo único que parece importarles es demostrar que tienen la razón. Fair Play es un filme de factura impecable que contiene buenas dosis de tensión psicológica durante su desarrollo y que utiliza la brocha gorda en un tercer acto que casi echa por tierra todo lo conseguido hasta entonces. Aún así, la directora Chloe Domont se confirma como un valor a tener en cuenta en el futuro gracias a esta ópera prima tan afilada y astuta como provocadora y reivindicativa.
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