miércoles, octubre 9, 2024

Crítica de ‘Babylon’: Desmedida, provocadora y orgiástica carta de amor al cine

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Babylon

Tras el levísimo desnivel que supuso First Man, película notable y de impecable factura pero sin atisbos de genialidad, Damien Chazelle (38) ha vuelto en Babylon a confirmar que, con su cuarto largometraje, es la gran esperanza del relevo generacional de los grandes maestros en Hollywood. Buenos directores hay muchos, incluso algunos muy buenos, pero no me alcanza la vista a reconocer realizadores que puedan desarrollar una filmografía a la altura de los Clint Eastwood (92), Francis Ford Coppola (83), Martin Scorsese (80) o Steven Spielberg (76) cuando el inexorable paso del tiempo nos prive de estos grandes del cine, algunos de los cuales están ya en franca retirada.

Seis años después de La La Land, Damien Chazelle vuelve a realizar una película de “cine dentro del cine” con Hollywood como escenario y argumento. Pero a diferencia de aquella (su gran obra maestra hasta la fecha) aquí abandona el género musical y cualquier tono de idealización y adopta un carácter mucho más grave, febril, enloquecido, trepidante y literalmente orgiástico para firmar una película brutal, genial hasta en sus imperfecciones, que las tiene, y que a pesar de sus (quizá excesivos) 189 minutos no pesa demasiado en la resistencia del espectador, fundamentalmente porque las dos primeras horas transcurren en un imparable frenesí. Es cierto que, superados los dos tercios de película, hay un bajón de ritmo e intensidad que hace temer que la película va a caerse sin remedio, pero, afortunadamente, tras diez o quince minutos erráticos, el film remonta el vuelo para conducirse hasta un final en el que, sin disimulo, Chazelle vuelve a declararle su incondicional amor al cine en general y al musical en particular.

Y lo hace situándose en el mismo contexto histórico en el que se situaba, ya hace más de siete décadas, la genial Cantando bajo la lluvia (Gene Kelly y Stanley Donen, 1952) a la que hace continuos y cada vez más explícitos guiños. Y este contexto no es otro que el de la transición del cine mudo al sonoro cuando el éxito de El cantor de jazz (Alan Crosland, 1927) cambió los códigos de trabajo y empujó a todos los grandes estudios de Hollywood a replantearse sus modos de producción.

En uno de esos estudios, al que Chazelle da el ficticio nombre de Kinoscope Studios, se sitúa el meollo de la trama con una tremenda fiesta ofrecida por el magnate del estudio, con la que se inicia el film y en la que se dan cita los principales personajes cuyas vidas vamos a seguir durante tres horas: Jack Conrad (Brad Pitt), una estrella del cine mudo, Manny Torres (Diego Calva), un joven mexicano contratado para aspectos logísticos de la fiesta (si es que a transportar un elefante a una mansión podemos considerarlo “logística”), Nellie Laroy (Margot Robbie), una joven actriz aspirante a estrella que irrumpe en la fiesta sin haber sido invitada con el fin de conseguir meter la cabeza en el mundo del cine, Sidney Palmer (Jovan Adepo), un trompetista de jazz y la enigmática Lady Fay Zhu (Li Jun Li), una actriz de origen chino y sexualidad inquietante. No faltan productores (Lukas Haas), ejecutivos de estudio (Max Minguella o Tobey Maguire) o periodistas amarillos e influyentes como la Elinor St. John que interpreta Jean Smart. En todos estos personajes, la mayoría de ellos fictícios, podrían reconocerse a personajes reales que protagonizaron aquellos locos años veinte en los que el cine mudo estaba en un momento álgido y Hollywood parecía ser una continua fiesta de alcohol, drogas y sexo incontrolado.

A partir de esta secuencia de la fiesta ante la que es imposible no quedarse boquiabierto, asistiremos a enfebrecidos rodajes e idas y venidas de los personajes en una suerte de película épica en la que los años van pasando mientras las antiguas estrellas del cine mudo pierden su esplendor y los modos de producción van evolucionando.

Chazelle firma una película inclasificable en los géneros canónicos; en Babylon conviven un drama desmedido, una comedia con tintes románticos y un relato histórico sobre las primeras décadas del cine con espíritu testimonial, pero (felizmente) despegado del rigor y la contención que se le supone a una crónica documental. Son reconocibles ciertos rasgos de estilo de Chazelle como esos planos cortos de instrumentos musicales en acción que se alternan en un frenético montaje que, desde Whiplash son marca de la casa; una dirección de fotografía desenfadada y preciosista o la enfática utilización de la música como aglutinante de relato, imágenes y puesta en escena, música con la que el compositor Justin Hurwitz se repite en algunos de los motivos de su oscarizada partitura para La La Land.

Es difícil no rendirse ante una inmensa Margot Robbie en su mejor papel hasta la fecha que se apodera de todas las secuencias en las que sale, que son casi todas, Brad Pitt tira de recursos y carisma en un papel con el que está como pez en el agua y el desconocido Diego Calva irrumpe con un personaje que funciona ¡y de qué manera! como hilo conductor desde el escatológico inicio hasta el nostálgico final en el que Chazelle se apoya en la resolución de Cinema Paradiso, pero lejos de la carga emotiva de aquel maravilloso film de Tornatore.

Babylon es una película excesiva, sin medidas ni recato que se apoya, precisamente, en estos excesos para resultar genial, imprescindible e incapacitada para despertar unanimidad: está llamada a polarizar a crítica y público desde los extremos más opuestos.


¿Qué te ha parecido la película ‘Babylon’?

Babylon

8.5

Puntuación

8.5/10

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