jueves, marzo 28, 2024

Ciclo Takeshi Kitano: Crítica de ’Zatoichi’ (2003)

Las críticas de David Pérez «Davicine»:
Ciclo Takeshi Kitano

Zatoichi

Japón, siglo XIX. Zatoichi es un vagabundo ciego que vive del juego y de dar masajes. Pero además es un maestro con la espada, rápido y preciso como el mejor samurai. En una ciudad en las montañas, a merced de la banda de Ginzo, Zatoichi y su fiel amigo Shinkichi conocen a un par de geishas, bellas y peligrosas. Okinu y su hermana Osei han llegado a la ciudad a vengar el asesinato de sus padres, y su única pista es el misterioso nombre de Kuchinawa. Escrita y dirigida por Takeshi Kitano, Zatoichi cuenta en su reparto con el propio Kitano junto a Tadanobu Asano, Michiyo Oguso, Yui Natsukawa, Guadalcanal Taka, Daigoro Tachibana, Yuko Daike, Ittoku Kishibe, Saburo Ishikura y Akira Emoto.

Actualizando una leyenda japonesa

Con esta historia, Kitano rinde homenaje al mejor cine de samuráis, a ese cine de espadas clásico japonés que tantos buenos momentos nos ha dado a lo largo de la historia, y lo hace con bellas imágenes y personajes para el recuerdo, sin obviar la espectacularidad de las coreografías con las que nos deleita, todo ello con una trama directa, sin andarse por las ramas, sin tramas secundarias que desvíen la atención, aunque no falta el humor característico del cineasta. Takeshi Kitano eleva a la condición de héroe actualizada de nuestros días a una de las leyendas japonesas más famosas, Zatoichi, creado por el novelista Kan Shimozawa, y llevado a la pequeña y gran pantalla por Katsu Shintaro en la década de 1960, habiendo sido encarnado por él en muchas películas películas hasta 1989, e incluso una serie de televisión.

En esta película conocemos a Zatoichi, un nómada ciego que se gana la vida dando masajes y jugando a los dados. Sin embargo, tras su humilde apariencia se esconde un espadachín de una rapidez y precisión casi sobrehumanas. Cuando el destino lleva a Zatoichi hasta un pueblo controlado por un tiránico señor feudal, éste decidirá tomar partido y poner toda su destreza al servicio de los ciudadanos. Pero un samurái con un poder igual al suyo protege las espaldas del señor… El porvenir de todo el pueblo pende de las hojas de dos katanas.

Los héroes nunca mueren

La brillante actualización de Takeshi «Beat» Kitano del eterno héroe de culto japonés es sorprendente, pero no sólo para su filmografía sino para el cine asiático actual en general. Es muy frecuente que las películas de este género (a nivel mundial) dejen la historia a un lado para favorecer la acción, y eso si tenemos historia, pues muchas veces nos encontramos meras excusas para adentrar al protagonista en una espiral de violencia de la que salir airoso. Zatoichi podría haber optado por ese camino, dejando la historia para la memoria de quienes conocen al célebre personaje, pero Kitano no quería quedarse en un mero vehículo de lucimiento de peleas con katanas, motivo por el cual aporta al personaje emoción y una trama tan bien afilada como su propia espada.

Kitano no ha querido interpretar a este legendario hombre como un anciano, cuya edad se puede apreciar en su andar y su cabello, sino como alguien que dista de ser un héroe, capaz de sacar su mejor sonrisa y ser amable con la gente, pero hábil y frío con su espada como para mandar al más allá a quienes se crucen con malas intenciones en su camino. Zatoichi no mira a sus enemigos a los ojos, pero no sólo por ser ciego, esperando con ansias un destino que parece escrito.

De nuevo, combinando géneros con acierto

Atendiendo a su sinopsis y la descripción del personaje, bien podríamos decir que es una historia dramática y algo amarga, pero el sello de Kitano está presente y eso implica que muchas veces la brutalidad se disuelve en comedia, dando forma de nuevo a una película que mezcla géneros de forma acertada, no siendo fácil apreciar esa mezcla en pantalla gracias a la gran homogeneidad que ha dotado a toda la película. Más allá de ser una historia de samuráis repleta de salpicones de sangre y tajos de humor, Zatoichi incluye una historia familiar, un pasado traumático, muchas escenas de acción e, incluso, sorprendentemente, un toque de musical.

Analizando los géneros principales que incluye, la historia dramática que gira alrededor del samurái recuerda en muchos aspectos a Los siete samuráis, de Akira Kurosawa, pero narrada con el estilo y la dramaturgia clásicas de Kitano, dando importancia a la historia y a los personajes. Más allá del pasado traumático y de la vida del protagonista, la tragedia principal radica en la subtrama del ronin Hattori, interpretado estoica y brillantemente por Tadanobu Asano, que se pone del lado de los criminales para ayudar a su mujer, interpretada por Yui Natsakawa.

La película florece y brilla la dirección cuando la historia profundiza en la oscuridad del personaje protagonista, pero también destaca con algunas escenas que merecen ser revisionadas en bucle, como una magnífica escena a modo de flashback en la que nos recuerdan una pelea impresionante bajo la lluvia torrencial donde el protagonista está completamente rodeado de adversarios. Esta escena ha sido rodada completamente a cámara lenta, girando la cámara alrededor del protagonista mientras esperamos, como él, quién será su primer rival, siendo un ejemplo de la capacidad de Kitano para transmitir estados de ánimo en contraste en una sola escena. Durante el combate, Kitano realiza una perfecta coreografía para mostrar todas sus habilidades con un uso poco ortodoxo de las espadas.

En lo que respecta a la citada acción, el resto de las escenas de lucha son extremadamente cortas, no largas peleas de espadas como estamos acostumbrados a ver en las películas de artes marciales, pero es esa brevedad lo hace que la película sea aún más efectiva, no siendo un mero espectáculo bañado de sangre (CGI), sino una historia bien planteada sobre cómo un samuráis se convierte en el héroe de un pequeño pueblo. Cualquiera que espere una película trepidante de lucha con espadas se sentirá decepcionado, pero cada uno de los combates merecen la pena ser disfrutados.

Zatoichi es una película que funciona perfectamente tanto a nivel de historia como de interpretación, con un ritmo trepidante cuando la ocasión lo merece, y momentos conmovedores y divertidos como solo Kitano sabe lograr, consiguiendo una película llena de contrastes y dudas, pero con un mensaje muy claro. Un clásico instantáneo que aporta modernidad al personaje de Zatoichi.


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Zatoichi

7.5

Puntuación

7.5/10

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