sábado, febrero 24, 2024

Ciclo David Lynch: Crítica de ‘Dune’ (1984)

Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo David Lynch
Dune (1984)

Dune es un filme de aventuras fantásticas que está escrito y dirigido por David Lynch, adaptando la novela de Frank Herbert. La trama nos lleva hasta el desértico planeta Arrakis, único lugar donde se halla la droga «especia» indispensable para realizar los vuelos espaciales. La población del planeta se encuentra bajo el dominio déspota de los Harkonen, pero a Paul Atreides se le presenta una oportunidad para derrocarlos de una vez por todas. Está protagonizada por Kyle MacLachlan, Francesca Annis, Jürgen Prochnow, Patrick Stewart, Kenneth McMillan, Sting, Max von Sydow, Sean Young, Virginia Madsen, Brad Dourif, José Ferrer, Dean Stockwell, Alicia Witt, Jack Nance y Silvana Mangano.

Un proyecto que a Lynch se le fue de las manos

Dune es la película más controvertida realizada nunca por David Lynch. Amada y odiada a partes iguales, su costosa adaptación de la novela de Frank Herbert supuso un revés en su carrera que le serviría para afrontar los siguientes proyectos exigiendo una mayor libertad creativa. Tras iniciarse en la más pura independencia con Cabeza borradora (1977) y entrar en el cine de estudio por la puerta grande con El hombre elefante (1980), Lynch fue requerido por el productor Dino de Laurentiis para que fuera el encargado de adaptar en imágenes una novela inadaptable que llevaba años siendo un proyecto maldito que había pasado por las manos de Alejandro Jodorowsky o de Ridley Scott sin concretarse.

Tras muchos meses de escritura de guion, Lynch acabó inmerso en una producción mastodóntica sin la capacidad necesaria para trabajar sus ideas. Fue la única vez que no tuvo el final cut del proyecto, de hecho, en declaraciones posteriores, el director ha manifestado que «se vendió» a la industria y que su creatividad quedó engullida bajo los parámetros de producción que constreñían su personalidad como director. Por ejemplo, Lynch tenía planeado que la duración de su película alcanzara las 3 horas y fuese la primera de una trilogía que adaptase otras obras relacionadas con los mundos planteados en Dune por Herbert. Sin embargo, la necesidad de cubrir las cuotas de proyecciones en los cines para recaudar un dinero que no se consiguió, obligó a recortar la película hasta los 137 minutos. El director quedó tan hastiado y desencantado durante el transcurso del rodaje que, cuando posteriormente se le ha ofrecido en varias ocasiones la posibilidad de realizar un director’s cut para añadir más metraje, siempre se ha negado en rotundo por considerar que las escenas eliminadas también «están corruptas».

‘Dune’, ¿una novela inadaptable?

He de reconocer que Dune es la película que menos me interesa de su director y en la que me cuesta más esfuerzo hallar elementos de su particular universo. Me pasa lo mismo con la versión de 2021 efectuada por Denis Villeneuve, otro autor al que venero, así que más bien mi problema radique en una falta de conexión con el enrevesado texto que propone Herbert en su novelas. La combinación de intrigas artúricas en un contexto fantástico con elementos bíblicos o referencias mitológicas me resulta finalmente indigesto por muchas ganas y atención que le ponga.

Resumir la sinopsis en cuatro líneas es muy complicado. Pero si alguien no conoce la historia podríamos decirle a grosso modo que trata sobre la lucha existente entre la familia Atreides y los Harkonen por controlar el planeta Arrakis, único lugar donde se encuentra «la especia», una droga necesaria para los vuelos espaciales y que expande la conciencia. Paul Atreides (Kyle MacLachlan) será «el elegido» para iniciar una nueva era y derrocar el despotismo de los malvados Harkonen. Más o menos sería algo así, pero la multitud de subtramas y personajes que van apareciendo durante la película hace necesaria una introducción explicativa inicial para no perderse, en especial los que no conozcan previamente la novela, mientras que en muchas otras ocasiones se recurre a la voz en off para identificar cuáles son los verdaderos pensamientos de los personajes.

Hay un Lynch debajo de ‘Dune’

Lynch, en pocos años, pasó pues de estar rodando junto a un reducido grupo de amigos a liderar una superproducción con más de 1.700 personas en el equipo y en más de 80 decorados construidos para la ocasión. Aún así, pese al fracaso económico y crítico que supuso, en Dune podemos adivinar la presencia de un director inquieto que fue capaz de trascender el estilo visual de la ciencia-ficción de la época. Vista la película con ojos de hoy en día aún sigue siendo una auténtica rara avis dentro del género con algunas ideas innovadoras y otras descabelladas.

La primera mitad del filme es donde la narrativa aguanta mejor el envite, pero luego se notan en exceso los recortes efectuados en la sala de montaje, volviéndose precipitada y, también, algo plomiza e ininteligible. Solo algunos arrebatos visuales y de puesta en escena la mantienen a flote como son el diseño de los gigantescos gusanos cabalgados en el desierto o, en general, todo el imaginario estilístico que se desarrolla en los distintos planetas y en dónde incluiría los apartados de vestuario, decorados o la fotografía de Freddie Francis. Bajo el caparazón mesiánico de las novelas Herbert, encontramos igualmente algunas de las obsesiones habituales de Lynch como son la presencia de lo onírico, la perversión del mal y la enfermedad como símbolo de decadencia.

En ese sentido, el personaje que más perdura en nuestra memoria, tal vez, por lo repulsivo que resulta, es el Baron Vladimir Harkonnen (Kenneth McMillan), el antagonista de Paul Atreides. Es un tipo obeso con el cuerpo lleno de abultadas fístulas que utiliza un extraño mecanismo para desplazarse volando. Es la representación del mal absoluto y de la perversión lynchiana en el que muchos quisieron ver una representación negativa de la homosexualidad asociada al SIDA, aunque en realidad no deja de ser un personaje típico dentro del universo Lynch en el que se asocia la enfermedad física al lado oscuro y de putrefacción moral.

Un nuevo comienzo

La primera frase de Dune la pronuncia la Princesa Irulan (Virginia Madsen): «Un comienzo es una época incierta». Pese a tratarse de su tercera película, en cierto modo, supuso para Lynch un nuevo comienzo. Aprendió de sus errores y tomó la decisión de no volver a inclinarse ante la majestuosidad de una gran superproducción que coartase su libertad creativa. Poco después rechazaría la oferta de George Lucas para dirigir El Retorno del Jedi. A partir de entonces todas sus obras incidirán en un mundo personal apegado a lo extraño, una reverberación amplificada y depurada de sus primeros cortometrajes y, evidentemente, de Cabeza borradora.

Así pues, no todo fue malo para Lynch en esta película. También le unió a Kyle MacLachlan con el que trabajaría más tarde en Terciopelo Azul y Twin Peaks, consolidando igualmente su amistad colaborativa con otros miembros del elenco técnico y artístico con los que continuaría trabajando a lo largo de los años. Dune es una obra que podríamos considerar inabordable en toda su extensión, al mismo tiempo fascinante en lo visual y malograda en lo puramente narrativo. Es una película maldita dentro de la filmografía de su autor que ha adquirido un estatus reivindicativo de culto con el paso de los años.


¿Qué te ha parecido la película?

Dune

7

Puntuación

7.0/10

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