Lovers Rock puede considerarse como un episodio menos trascendente que
El Mangrove. Sin embargo, tiene un tratamiento tan realista, meticuloso y sensual del nacimiento del amor juvenil que la convierte en una rara avis en los tiempos de la inmediatez. Se podría decir que conecta más con la sensitiva
Génesis (
Philippe Lesage, 2018) que con los dramas románticos que exploran las emociones apoyados en una historia. Lo más interesante de este episodio es que muestra una faceta inusual del director
Steve McQueen. Su trabajo de cámara es apasionante y crea una experiencia inmersiva en el interior de esa fiesta. Con la colaboración del fotógrafo
Shabier Kirchner (
Bull, Sollers Point), la cámara en mano se mueve, fluye y agita con una coreografía estudiada que lleva el encuadre a lo esencial y que se funde con el propio movimiento de los cuerpos de los bailarines. Eso contribuye a hacer del episodio una experiencia física y emocional. En las imágenes se palpa la temperatura, los olores, el tacto y las pulsaciones, casi sobran los diálogos.
El problema que encuentro a este episodio es que se queda corto. Se introducen un par de detalles que parecen conducir a un desenlace con cierta tensión dramática (el grupo de jóvenes blancos que están fuera de la casa vigilando, el hombre que intenta forzar a una de las chicas, algún conato de pelea, la religiosidad latente como imposición generacional, etc.), pero acaban siendo elementos puramente secundarios. Lo que de verdad interesa al director es recrear una época, la sensación de comunidad entorno a la música y mostrar el nacimiento de ese primer amor en una generación que respiraba libertad. Lovers Rock es una apasionada celebración del ambiente musical que enamoraba a la comunidad negra londinense de los 80.