Las crónicas de Laura Zurita:
22 Festival de Sevilla
Don’t Let the Sun. La oscuridad como refugio
La pelíicula está dirigida por Jacqueline Zünd, que coescribe el guion con Arne Kohlweyer. La interpretan Levan Gelbakhiani, María Pía Pepe y Karidja Touré.
En Don’t Let the Sun, la directora suiza Jacqueline Zünd imagina un futuro donde el cambio climático ha transformado el planeta en un lugar inhabitable durante el día. El sol, fuente de vida durante milenios, se ha vuelto enemigo. Los seres humanos solo pueden salir de noche, en una existencia marcada por la adaptación y un sentimiento de pérdida. Sin embargo, lo más perturbador es que, en medio de esta catástrofe, la vida continúa: la gente trabaja, ama, finge, sobrevive. Todo parece distinto y, a la vez, inquietantemente igual.
Jonah, el protagonista, es un actor que interpreta papeles para otros: encarna a maridos ausentes, padres muertos, hermanos desaparecidos. En una sociedad que ha perdido el contacto humano, su oficio consiste en llenar huecos emocionales mediante la representación. Esta idea —tan poética como siniestra— condensa el corazón del relato. Lo que era una reformulación de la muerte en Alps (Yorgos Lanthimos, 2011), y este año una idea exótica y tierna en Rental Family (Hikari, 2025), se convierte en una desoladora historia de soledad en Don’t Let the Sun.
La película es introspectiva, a veces casi inmóvil, como si el mundo mismo estuviera agotado. Los personajes se mueven despacio, hablan poco, miran hacia dentro. Son figuras erosionadas por el calor insoportable y la desesperanza de los supervivientes.
La directora construye una atmósfera visual hipnótica. Hay escenas que rozan lo onírico, como los episodios de una extraña lucha libre filmados con destreza y tensión: cuerpos que se enfrentan en una coreografía de violencia ritual, metáfora de un mundo en el que el contacto físico es a la vez necesidad y peligro. Sin embargo, Don’t Let the Sun no está exenta de manierismos: ciertos gestos estéticos, repetidos con exceso, pueden resultar autocomplacientes y hasta fatigosos.
Don’t Let the Sun es una propuesta visualmente deslumbrante y emocionalmente devastadora que se atreve a explorar el agotamiento moral de una humanidad sin Sol. Jacqueline Zünd firma una de las visiones más desoladoras y, a la vez, más bellas del fin de lo humano.
Anatomía de un instante. La transición de cerca(s)
Anatomía de un instante está dirigida por Alberto Rodríguez sobre un guion de Rafael Cobos, Fran Araújo y Alberto Rodríguez, basado en la obra homónima de Javier Cercas. En su reparto vemos a Álvaro Morte, David Lorente, Eduard Fernández y Manolo Solo, entre otros.
La serie Anatomía de un instante asume un desafío extraordinario: convertir uno de los ensayos más complejos y lúcidos de Javier Cercas en una obra de ficción política. Lejos de limitarse a trasladar el texto al lenguaje audiovisual, el director opta por reinventarlo desde dentro, transformando aquel ensayo de un momento histórico muy dramático, el fallido golpe de estado del 23 de febrero de 1981 en un thriller político, con grandes temas como el proceso de la transición, y sobre la fragilidad de la democracia.
Desde su concepción, Anatomía de un instante renuncia a los gestos convencionales del documental histórico. No hay imágenes de archivo, ni reconstrucciones periodísticas, ni esa voz omnisciente que suele dictar lo que debemos pensar. En su lugar, Anatomía de un instante se adentra en los espacios interiores de los personajes —Suárez, Gutiérrez Mellado, Carrillo— para explorar los matices invisibles de la historia: las dudas, los miedos, las contradicciones que habitan detrás de cada gesto público.
El resultado es una obra que trata los hechos reales como si fueran materia de novela. En lugar de intentar “explicar” el 23F, Anatomía de un instante lo revive como un instante suspendido en la conciencia colectiva. La obra respira tensión, aunque todos conozcamos el final. Otras obras de Cercas, como El impostor o Soldados de Salamina, son una reflexión sobre la memoria y la responsabilidad individual, pero Anatomía de un instante instante es además una retrato de unos hombres entre el poder y el miedo.
El director entiende que, al adaptar a Cercas, no puede aspirar a una reproducción literal, sino a una recreación. Por eso Anatomía de un instante asume un tono narrativo que mezcla la precisión del retrato histórico con el pulso del suspense político. Cada episodio funciona como una pieza autónoma, centrada en una mirada distinta y juntos construyen un mosaico de la difícil transición, las apuestas políticas y la psicología del poder.
Los actores de Anatomía de un instante, escogidos no por su parecido físico sino por su capacidad para encarnar la esencia de los personajes, aportan una interpretación profundamente humana. En los dos primeros capítulos, centrados en los puntos de vista de Adolfo Suárez y Santiago Carrillo, la serie logra su mayor equilibrio entre rigor y emoción. Se adivina detrás de cada escena el temblor de un país que aún no sabía si iba a sobrevivir.
Quizás algún día sepamos toda la verdad sobre aquella noche terrible, pero hasta entonces —como la novela de Cercas— esta serie seguirá siendo necesaria. Y probablemente lo seguirá siendo incluso después, cuando la historia haya cambiado de forma, pero no de significado.
En resumen, Anatomía de un instante es una adaptación valiente y rigurosa, que convierte la historia reciente de España en un relato apasionante sobre el miedo, el poder y la dignidad. Anatomía de un instante demuestra pertenecer a los hechos y a la mirada que se atreve a contarlos.
A Magnificent Life. Sencillez como forma de belleza
A Magnificent Life está escrita y dirigida por Sylvain Chomet sobre la vida de Marcel Pagnol.
En un tiempo en el que la animación aspira a alcanzar el máximo grado de virtuosismo técnico, A Magnificent Life se atreve a hacer exactamente lo contrario: regresar a la simplicidad. Frente al brillo del 3D y la proliferación de efectos hiperrealistas, A Magnificent Life elige una animación básica, casi anticuada, de trazo esquemático y movimientos poco fluidos. Esa decisión estética, lejos de ser un gesto nostálgico, funciona como una declaración de principios: la forma no está al servicio del asombro, sino de la emoción.
A Magnificent Life utiliza la animación no como un despliegue de recursos, sino como un medio expresivo capaz de capturar lo esencial. Los dibujos, austeros y directos, buscan transmitir la intimidad del relato sin distracciones. Conmueve por su pureza: se nota que la técnica está subordinada a la voz interior de la historia, a una sensibilidad que prefiere el trazo humano a la perfección digital.
La película relata la vida del escritor y cineasta Marcel Pagnol, figura esencial de la cultura francesa y símbolo indiscutible de Marsella, la ciudad que moldeó su mirada. Pero no se trata de una biografía convencional, sino de una evocación subjetiva: una sucesión de memorias, fragmentos y sensaciones que reconstruyen su vida desde la experiencia íntima. La identidad marsellesa, con su acento cálido, su humor y su modo de entender la vida, impregna toda la película. Es, de hecho, una de sus columnas vertebrales: la lengua, los gestos, los colores y la luz del sur de Francia se convierten en materia emocional, casi táctil.
El acento marsellés, tan melódico, entrañable y ligeramente burlón, marca una forma de resistencia cultural y afectiva. A Magnificent Life celebra una pertenencia a un territorio que trasciende lo geográfico y se convierte en alma.
La animación, con su modestia deliberada, refuerza esa sensación de cercanía. A Magnificent Life es, en última instancia, una celebración de la voz propia: la de Pagnol, la de su ciudad y la del arte que todavía confía en la emoción antes que en el artificio.
En resumen, A Magnificent Life es una película de animación luminosa y profundamente humana que encuentra la emoción en la sencillez y la verdad en la raíz de la identidad. A Magnificent Life demuestra que no hace falta deslumbrar para conmover: basta con recordar, como Pagnol, que toda vida puede ser magnífica cuando se cuenta desde el lugar al que pertenece.
Crónicas realizadas durante el 22 Festival de Sevilla.
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