domingo, octubre 26, 2025

70 SEMINCI. Sección oficial. Crítica de ‘Tres adioses’: De lo mejor de Isabel Coixet

Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 70 SEMINCI:
Tres adioses

No siempre conecto con las películas de Isabel Coixet pero, incluso cuando no conecto, (con la única excepción de Nieva en Benidorm que fui incapaz de digerir) me parecen siempre estimables. Suyas son dos de las mejores películas españolas de lo que va de siglo (y ya llevamos un rato largo): Mi vida sin mi (2003) y La vida secreta de las palabras (2005). En ambas estaba presente la enfermedad, la fragilidad de la vida y, en mayor o menor medida, la proximidad de la muerte. A estos territorios existenciales y argumentales vuelve la realizadora barcelonesa en Tres adioses, adaptación del inacabado libro de relatos de Michela Murgia.

Y lo hace fijando los márgenes emocionales en los que se van a mover sus personajes con la firme determinación de que nunca atraviesen esa delicadísima línea que separa la sensibilidad de la sensiblería. Todo en Tres adioses es veraz, genuino, auténtico y profundamente humano. Desde la evolución vital y emocional de la protagonista, Marta, interpretada por una descomunal Alba Rohrwacher hasta el establecimiento de los vínculos afectivos que mantiene con el resto de los personajes: su marido Antonio (Elio Germano), su hermana Elisa (Silvia D’amico) y un compañero de trabajo, profesor de instituto como ella al que da vida un Francesco Carril que desborda la misma naturalidad y autenticidad interpretando en italiano que en español.

Y precisamente esta presentación de personajes y de sus vínculos ocupa el arranque del film, Marta es presentada como una mujer con carácter, incapaz de disimular cuando no lo está pasando bien o de aceptar por compromiso social planes que no le apetecen y de los que escapa pedaleando en bicicleta. Una discusión con Antonio, aparentemente banal, desencadenará una separación dolorosa para ambos, como dolorosos serán los encuentros y desencuentros con su hermana, tan diferente a ella. Toda su existencia transcurre con aparente futilidad hasta que una enfermedad servirá, al mismo tiempo, de choque existencial para Marta y detonante argumental del film.

A partir de aquí la película entra en el terreno emocional con enorme sutileza, y las peripecias vitales de Marta son mostradas a través de una realización perfectamente equilibrada entre la sobriedad y la delicadeza. No hay atisbo de grandilocuencia ni en la puesta en escena ni en la cámara de Isabel Coixet, sin embargo consigue, desde la sencillez, secuencias hermosas salpicadas de planos de intensa carga poética: esos vuelos de los estorninos, esa identidad de los objetos presentes (los tres cuencos) y ausentes (el cuadro que deja su hueco en la pared) y esa ambivalencia entre objeto y ser humano a través de la figura de cartón de un ídolo juvenil coreano que será, durante gran parte del film, la única manera en la que Marta será capaz de comunicar sus pensamientos, sus sentimientos, sus miedos y el resto de sus emociones, incluido ese rencor también canalizado a través de demoledoras reseñas en internet al restaurante de Antonio.

A medida que el film avanza, cuanto más infausto se hace el pronóstico de la enfermedad de Marta, más vitalista se vuelve el tono de la película permanentemente dibujado en el rostro de una Alba Rohrwacher que recupera la sonrisa, el gusto por la comida y los paseos por una Roma casi inédita en el cine, algo endiabladamente difícil cuando se trata de una de las ciudades que más veces ha sido convertida en plató cinematográfico.

El tramo final de Tres adioses, con todo a favor para ser el más triste, deviene en un canto a las ganas de vivir, al perdón que siempre ha de empezar por perdonarse a uno mismo y al amor como única medicina posible cuando todo lo demás falla o parece fallar, ese amor que sentimos y exhalamos sin saber a dónde va a ir a parar cuando ya no estemos.

Isabel Coixet ha escrito (coescrito junto a Enrico Audenino) y dirigido una de las mejores películas de su ya extensa filmografía, a la altura de las dos citadas en el primer párrafo con el que comenzábamos este escrito. Un film emotivo en el que la ternura y el dolor se engarzan a través de un grácil sentido del humor que desdramatiza el potente asunto argumental. No se la pierdan.

Tres adioses

8.5

Puntuación

8.5/10

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