Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 70 SEMINCI:
The Mastermind
Hace tan sólo unos días se produjo un sonadísimo robo en el museo más famoso del mundo, El Louvre, en el que desaparecieron una serie de joyas de la Corona de Francia de la Galería de Apolo. Al parecer, los ladrones, disfrazados de obreros, necesitaron solo ocho minutos para acceder a la sala a través de una ventana, llevarse las joyas y huir del museo. En The Mastermind, la más reciente película de la reputadísima Kelly Reichardt, un carpintero en paro bastante estúpido, JB Mooney (Josh O’Connor), planea y ejecuta un robo al museo de Framingham (Massachusetts) junto a dos secuaces tan bobalicones como él. La secuencia del atraco provoca carcajadas en el público, pero mucho me temo que este momento, como algún otro de la película, constituyen lo que llamamos, con bastante mala lecha, comedia involuntaria.
El caso es que, incluso a pesar de su torpeza, JB y sus dos compinches consiguen llevarse cuatro cuadros abstractos de Arthur Dove del museo y huir en un coche previamente robado por un cuarto. No sabemos muy bien porqué, porque esto, como prácticamente todo lo que ocurre en la película son ocurrencias de guion, un guion sin pies ni cabeza, sin estructura, sin definición alguna de los personajes, sin motivaciones, sin impulso narrativo, sin ritmo y sin destino. Un guion que no pasaría el corte en un curso de iniciación al guion cinematográfico impartido en un centro cívico. Y esto podría rebatirse diciendo que se puede filmar una película (incluso una buena película) con un guion sin estructura, sin definición de personajes, sin narración clásica, sin ritmo y sin objetivo. Sí. Pero para eso hace falta tener, al menos, indicios de genialidad que, perdónenme, Kelly Reichardt no tiene a pesar de que haya filmado dos o tres películas estimables como Wendy y Lucy (2008) o First Cow (2019), ambas con una trama argumental y un guion más acordes con el pausado estilo de la directora.
Me explico, los personajes están sencillamente abocetados, Alana Haim que interpreta a la esposa de JB es sencillamente eso, una esposa y madre a la que no le gusta que la molesten en el trabajo salvo que se trate de una emergencia. Nada más sabemos de ella. Intuimos que las relaciones de JB con su esposa, con sus insoportables niños o con sus padres son complicadas, pero no se perciben como algo más que un telón de fondo que en ningún momento pasa a primer plano. Como telón de fondo es también el marco espacio temporal: los setenta, la guerra de Vietnam, el movimiento hippy… todo colocado como mera ambientación decorativa.
Tras los primeros cuarenta minutos, de somera presentación del boceto de los personajes y una vez consumado el atraco, la película se abandona a la huida hacia adelante (dando tumbos) de un protagonista sin carisma y contagiado por el tono lánguido de la filmación de Reichardt y la partitura jazzística y, a ratos, disonante de Rob Mazurek. No esperen ninguna vuelta de tuerca, ningún giro argumental, ninguna salida de tono ni ningún sobresalto.
Y si el guion falla, los personajes están difuminados y, para abundar en el despropósito, la realización se recrea en las pausas y en los silencios como si estuviéramos en una película de corte existencialista, la única consecuencia posible es que el espectador se aburra miserablemente mientras se retuerce en la butaca mirando de refilón las agujas del reloj para no iluminar la pantalla del móvil y despertar a su vecino de butaca que, con más suerte que él, ha conseguido conciliar el sueño.
A mí el aburrimiento, me llevó a una reflexión a la salida del cine y a hacerme algunas preguntas que, dadas las altas horas de la madrugada a las que estoy escribiendo estas líneas, me voy a permitir compartir con ustedes. ¿Qué motivos había para que esta película estuviera en la Sección Oficial del Festival de Cannes aparte del nombre de su directora? Esta misma película, vista por el comité de selección de un festival, llámese Cannes o SEMINCI, sin conocer quien era su guionista y directora ¿hubiera pasado siquiera el primer filtro?, ¿o está pasando con las secciones oficiales de algunos festivales que la necesidad de tener nombres potentes entre sus directores les lleve a seleccionar películas porque es «un puntazo» tener la última película de Kelly Reichardt, de Wes Anderson o de Takeshi Kitano independientemente de que sea una obra maestra o un bodrio importante? ¿estará pasando con (parte de) las secciones oficiales de los grandes festivales de cine como con algunos premios literarios en los que siempre gana alguien famoso y popular o un escritor ya reconocido aunque su obra no sea la mejor presentada al concurso?
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