Las críticas de Laura Zurita:
Los lazos que nos unen
Sandra es una librera francesa, de carácter fuerte e independiente, que ha decidido vivir sin las ataduras convencionales de la vida doméstica. Su vida da un vuelco cuando su vecino, Alex, un joven arquitecto viudo con dos hijos pequeños, entra en su día a día. A pesar de no buscarlo, Sandra se ve envuelta en la vida de Alex y sus hijos, especialmente con Elliott, de seis años. Con el paso de los meses, la relación que se forma entre Sandra y esta familia improvisada la conduce a plantearse, sin renunciar a su independencia, lo que significa apegarse, cuidar y abrirse emocionalmente. *Los lazos que nos unen* reflexiona sobre los vínculos afectivos no elegidos, la maternidad —deseada o no—, el duelo y la manera en que la convivencia emocional puede transformar incluso a quienes creen firmemente en su autosuficiencia.
Los lazos que nos unen está dirigida por Carine Tardieu, que también firma el guion junto a Raphaële Moussafir, Agnès Feuvre y Agnès de Sacy, a partir de la novela L’intimité de Alice Ferney. En el reparto destacan Valeria Bruni Tedeschi como Sandra, Pio Marmaï como Alex, Vimala Pons, Raphaël Quenard, César Botti como Elliott, Catherine Mouchet y Marie-Christine Barrault, entre otros. La película se estrena en España el 26 de septiembre de 2025 de la mano de Karma Films.
Todo parte de una casualidad
Carine Tardieu regresa al cine de las relaciones mínimas, a ese espacio de cercanía y lo hace con la prudencia y la generosidad de quien sabe que las verdaderas transformaciones no se anuncian con fanfarrias, sencillamente ocurren.
Los primeros veinte minutos de Los lazos que nos unen condensan el núcleo de lo que vendrá. Todo parte de una casualidad: Alex, el vecino arquitecto casi desconocido, se ve sobrepasado por la urgencia de un parto prematuro y pide a Sandra que cuide durante unas horas a Elliott como su último recurso. La situación improvisada (una mujer que siempre se había declarado ajena a la maternidad con un niño en su piso de soltera) es la chispa que enciende un proceso mucho más hondo. Elliott, con la naturalidad de la infancia, empieza a confiar en ella, y Sandra, reacia al inicio, descubre que ese afecto inesperado la interpela más de lo que habría imaginado. Desde ese arranque queda clara la propuesta: los azares cotidianos tienen fuerza para sacudir convicciones firmes y abrir rendijas emocionales.
Los lazos que nos unen, muy sabiamente, evita el tópico de ser un simple relato sobre una mujer que descubre un instinto maternal. Más bien es una exploración de lo que significa conectar con una familia cuando se ha decidido que formar una propia no es prioritario ni el camino elegido. El gran acierto está en la construcción de Sandra. Valeria Bruni Tedeschi ofrece un retrato de mujer fuerte e independiente, satisfecha con su vida y sin frustración por no ser madre. La narración la muestra sorprendida por la vida, abierta a posibilidades que no había previsto. Sandra no renuncia a su deseo ni a su libertad, pero descubre en el vínculo con Elliott (un César Botti casi mágico) una ternura inesperada. La transformación es lenta, y seguramente será el tiempo quien termine de moldearla.
En Los lazos que nos unen, la vida arrolla a los personajes, pero la película no busca exageraciones melodramáticas. El duelo de Alex está tratado con discreción y realismo: el dolor es devastador, pero la vida sigue, y su prioridad son sus hijos. Lo que distingue a la película es el lugar que otorga a la paternidad: no como complemento de la maternidad, sino como un deseo y una pulsión con entidad propia. El miedo de Sandra al apego, la relación con Elliott y la orfandad del niño se presentan con delicadeza y autenticidad, sin esquivar la vida ni maquillarla.
La ternura de lo cotidiano
La dirección de Carine Tardieu, apoyada por la fotografía de Kirschfink y Maritaud, sabe captar la intimidad de los espacios domésticos y la ternura de lo cotidiano. El paso del tiempo se refleja en el cambio de estaciones, en el crecimiento de los niños, en detalles que van tejiendo un vínculo que madura despacio. La cámara no invade, acompaña, y esa elección hace que la emoción no estalle sino que respire.
Hay, sin embargo, momentos en los que los desarrollos de Los lazos que nos unen resultan previsibles. Asimismo, algunos personajes secundarios, como Emilia (Vimala Pons), quedan apenas esbozados, y ciertos giros hacia el final parecen forzados o resueltos con demasiada ligereza. En ocasiones, la contención limita el acceso a tensiones que se insinúan, pero nunca se despliegan. Probablemente esto tenga relación con la adaptación de la novela: lo que en el texto escrito puede apoyarse en contexto y matiz, en la pantalla corre el riesgo de quedar aislado.
Con todo, Los lazos que nos unen destaca como una obra llena de verdad y delicadeza, atenta a la belleza de lo cotidiano y a la riqueza que surge de mirar la realidad sin filtros. No pretende dar lecciones sobre familias, sino acompañar a unos personajes que aprenden a convivir con lo imprevisto y con lo que la vida les pone delante.
Valeria Bruni Tedeschi es el motor emocional con una interpretación madura y precisa, que hace creíble la transformación íntima de Sandra sin arrebatarle su atractivo ni su independencia. Pio Marmaï y el pequeño César Botti forman un dúo con verdadera química, sostenidos por un reparto secundario que aporta verdad y matices.
En resumen, Los lazos que nos unen es un relato íntimo y lleno de matices, sin acción, folletines ni sucesos extraordinarios. Su fuerza está en la humanidad, en la empatía y en la revelación de que el afecto puede transformar incluso a quienes se creían impermeables. Esta película será especialmente apreciada por quienes aprecian un cine de personajes, que mira hacia adentro y se interesa menos por las soluciones que por los procesos del aprendizaje emocional.
¿Qué te ha parecido la película Los lazos que nos unen?
Descubre más desde No es cine todo lo que reluce
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.