Las críticas de Daniel Farriol:
Twisters
Twisters es un filme estadounidense de acción y aventuras que está dirigido por Lee Isaac Chung (Minari. Historia de mi familia, Abigail Harm), con guion de Mark L. Smith (Cielo de medianoche, El renacido), adaptando una historia de Joseph Kosinski (Oblivion) que, a su vez, se inspiraba en los caracteres creados por Michael Crichton y Anne-Marie Martin en Twister (Jan de Bont, 1996). La trama sigue a una excazadora de tormentas que tras una trágica experiencia se dedica a estudiar los patrones de las tormentas en la ciudad de Nueva York. Un amigo del pasado la atrae de regreso a las llanuras abiertas para probar un nuevo e innovador sistema de seguimiento.
Está protagonizada por Daisy Edgar-Jones (La chica salvaje, Fresh), Glen Powell (Cualquiera menos tú, Devotion. Una historia de héroes), Anthony Ramos, David Corenswet, Katy O’Brian, Kiernan Shipka, Sasha Lane y Maura Tierney. La película se ha estrenado en España de la mano de Warner Bros Spain el día 17 de julio de 2024.
28 años después…
Twisters más que un remake de la película de 1996 Twister de Jan de Bont es algo que llaman ahora una «actualización» de la misma que en la práctica consiste en hacer pasar por una historia diferente una trama cuyo armazón es exactamente el mismo. El resultado es un filme decepcionante y sin alma que intenta recuperar el espíritu aventurero de su predecesora, pero con el piloto automático puesto como si el director estuviese escuchando las directrices de lo que tiene que hacer a través de ChatGPT.
Lo primero que sorprende en esta nueva versión es la elección como director del estadounidense de origen coreano Lee Isaac Chung, autor hasta la fecha de obras íntimas centradas en la amistad, la familia y la superación personal, como Minari. Historia de mi familia (2020). En esta ocasión, decide cambiar las odiseas emocionales por la acción y espectacularidad del cine catastrofista sin perder de vista ese tono más trascendente que impregna las relaciones entre los personajes y que, curiosamente, es lo que peor le funciona. Las nuevas tecnologías, drones, cámaras y móviles tampoco aportan nada vistoso a la narrativa y se utilizan aquí de una manera tremendamente funcional.
En busca de la tormenta perfecta
La «nueva» trama de Twisters nos presenta a la joven Kate Cooper (Daisy Edgar-Jones), una excazadora de tormentas que en la actualidad estudia ese fenómeno desde la seguridad que le ofrece una oficina en Nueva York. Un amigo de su época universitaria, Javi (Anthony Ramos) le pedirá ayuda para implementar un innovador sistema de seguimiento que podría acabar con el riesgo de los tornados y ella deberá superar sus miedos para unirse durante una semana al equipo de su amigo y regresar a las llanuras de Oklahoma para enfrentarse a los tornados que acechan a la población.
Por su camino se cruzará Tyler Owens (Glen Powell), un youtuber que ha convertido la caza de tornados en un entretenimiento retransmitido en directo en las redes sociales. A partir de ahí se iniciará una competición entre los dos equipos para llegar antes a cada tornado aunque las apariencias engañan y cada uno de ellos tiene motivaciones ocultas para hacerlo.
Con eso y un bizcocho, en teoría tendríamos todos los ingredientes para disfrutar de una gran aventura aderezada con un triángulo amoroso que le pondrá picante al asunto. Lo dicho, en teoría. Porque Twisters acaba siendo una sucesión de lugares comunes sin capacidad para emocionar, divertir ni sorprender como sí hacía su predecesora.
Aventureros con conciencia social
No es que la película de Jan de Bont fuese una obra maestra, ni mucho menos, era un divertimento de Serie B con alma de blockbuster que, sin embargo, tenía la pericia de saber encajar todos sus elementos para hacer creíble lo increíble y convertir en interesantes sus personajes estereotipados. En Twisters se busca darles mayor dimensión y el drama pesa demasiado, por ejemplo, uno de los errores es definir a la protagonista sólo a través del trauma en vez de por su necesidad de adrenalina.
De esa forma, creo que pierde fuerza el enfrentamiento final contra un gran tornado convertido en su Moby Dick particular. En general, todos los tornados que aparecen en esta versión acaban siendo personajes secundarios en el viaje interior de los personajes. Sí, los efectos son mucho más espectaculares que antaño, pero visto un tornado vistos todos, algo que no sucedía en la versión de 1996 donde cada enfrentamiento tenía sus propias particularidades como si se trataran de monstruos con personalidad propia.
A Lee Isaac Chung parece preocuparle más el centrarse en un innecesario triángulo sentimental de tensión sexual no resuelta y en ofrecer un contexto social como trasfondo a la aventura. Ambas subtramas son predecibles y, en concreto, el bienintencionado discurso social está tan subrayado que parece uno de esos vídeos «fake» que proliferan en las redes sociales donde alguien finge tener un problema para comprobar la solidaridad de la gente y repartir dinero a quien le ayuda.
Cabalgar los miedos
Si antes comentaba que la elección del director me parecía inesperada también lo es la presencia de Steven Spielberg o Frank Marshall en la producción. Supongo que buscaban reproducir aquel maravilloso cine que hacían en los años 80 y 90, pero la concesión a los nuevos públicos y lenguajes les hace alejarse de todo aquello porque ahora el entretenimiento puro no es suficiente y necesita de coartadas, diversidad y modernidad. Un fastidio y más en un filme que habla de «cabalgar los miedos».
Por eso resulta paradigmático que una de las secuencias cumbre de la película suceda en el interior de un cine donde se proyecta Frankenstein (James Whale, 1931). En principio, podría parecer que la idea es convertir al cine en nuestro último refugio, pero el tornado se encarga de destruirlo y arrancar de cuajo la pantalla de proyección, es decir, involuntariamente el director convierte el clímax de su película en un acto simbólico que refleja el estado del cine-fórmula actual porque eso es, en definitiva, Twisters por mucho homenaje implícito que tenga a un clásico como El Mago de Oz (Victor Fleming, 1939).
Lo mejor de la película acaba siendo la elección como protagonista de Daisy Edgar-Jones que aporta mayor dimensión psicológica a su personaje y soporta sobre sus hombros un guion empeñado en dotarle de fragilidad. Twisters será para muchos un pasatiempo ideal para combatir el calor de este verano, una superproducción que recupera el cine de aventuras ochentero enfocándolo a las nuevas generaciones y desplegando un buen abanico de efectos digitales. Por desgracia, a mi me aburrió bastante.
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