Las críticas de Daniel Farriol en el 77 Festival de Locarno:
Bang Bang
Bang Bang es un drama estadounidense que está dirigido por Vincent Grashaw (Coldwater, What Josiah Saw) con guion de Will Janowitz. Es la historia de un viejo y amargado exboxeador que debe encargarse de cuidar a un nieto que ni conoce, algo que le servirá como una oportunidad para saldar su más antiguo resentimiento obligando a su nieto a abrazar esta dulce ciencia del combate en el ring. Está protagonizada por Tim Blake Nelson (Old Henry, The Invisibles), Glenn Plummer, Andrew Liner, Kevin Corrigan, Nina Arianda, Erica Gimpel y Daniella Pineda. La película ha podido verse en la sección Fuori Concorso de Locarno Film Festival 2024.
El perdedor del combate
Bang Bang es un drama que utiliza los clichés del subgénero deportivo para profundizar en los personajes y alejarse de la acostumbrada épica que envuelve estas películas. A lo largo de la filmografía del director californiano Vincent Grashaw podemos comprobar que tiene predilección por los perdedores y explorar sus demonios en ambientes tóxicos o que se han desmoronado con el paso del tiempo. Las calles de la colapsada Detroit (aunque no se filmó allí) son el escenario ideal para simbolizar ese fracaso.
El título de la película hace referencia al sobrenombre que tenía en sus días de gloria el boxeador Bernard «Bang Bang» Rozyski, interpretado por Tim Blake Nelson. Eran los años 80, cuando la rivalidad pugilística entre Darnell Washington (Glenn Plummer) y «Bang Bang» convirtió su combate en uno de los eventos más mediáticos de la década que cambiaría el destino de ambos púgiles para siempre. Tras vencer la pelea, el primero cosechó una vida llena de éxito, creó su propio imperio empresarial e inició una carrera política postulándose como alcalde de la ciudad. Al otro lado del ring, «Bang Bang», el perdedor, se enfadó con el mundo entero sintiendo que le habían robado su futuro y ahora se dedica a beber cerveza sin control y a comer sándwichs de kétchup en su destartalado apartamento de la zona obrera.
Son personajes que explotan el puro estereotipo para recordarnos la delgada línea que separa el éxito del fracaso y la necesidad de sobreponerse a los golpes que te da la vida para seguir adelante.
Los clichés con sentido dramático
La posibilidad de redención le llegará cuando su hija, con la que mantiene una relación distante, le pida el favor de alojar a su nieto en su casa durante unas semanas en las que que ella debe irse a trabajar fuera de la ciudad. El amargado exboxeador, un Kowalski de manual (también conserva entre sus pocas pertenencias un coche clásico), aceptará a regañadientes pero, poco a poco, irán limando sus diferencias generacionales y encontrará un motivo para resarcirse del odio que alberga en su interior: entrenar al chico como boxeador para ganar lo que él perdió. Sí, es la historia de siempre, pero ya decíamos antes que la película eludía la épica y, por tanto, esa idea no será la más acertada.
Bang Bang se convierte en una sucesión de estampas costumbristas que siguen el periplo vital de ese gruñón con necesidad de revancha. Mientras se cruza con algunos personajes curiosos (la agente de policía que detiene su coche, los jóvenes que viven en su vieja mansión, los borrachos de bar que le creían muerto, etc), algunos de esos momentos parecen desconectados entre sí o de la trama principal, ya que el guion de Will Janowitz se centra exclusivamente en su personaje principal descuidando al resto. Eso perjudica el interés de la película, ya que él mismo tampoco sufre cambios radicales en su personalidad y solo podemos intuir su sensibilidad oculta cuando se relaciona con Sharon (Erica Gimpel), una cantante de bar que combate el cáncer y le pone los pies en la tierra.
Un homenaje a todos los exboxeadores
Y es que «Bang Bang» es un personaje cliché en sí mismo de manera autoconsciente, un exboxeador como tantos otros hemos visto en el cine con la única diferencia que parece interpretar ese rol porque es lo que tiene asumido que le toca ser aunque no se sienta a gusto consigo mismo.
El filme combina el tono apesadumbrado de su ambientación con un fino humor que subyace en determinados momentos para restarle solemnidad, por ejemplo, las escenas en que el protagonista deambula por las calles vestido con la bata de hospital. Como cualquier película cuyos personajes utilizan la testosterona como forma de vida, el clímax final se dilucidará mediante una divertida pelea a puñetazos entre los dos viejos rivales. Más clichés con sentido dramático.
Bang Bang es una película de corte independiente que resulta honesta con lo que pretende ser. Se cobija en ese discurso de redención para convertirse finalmente en un sentido homenaje a los exboxeadores mostrando las secuelas físicas y emocionales que les dejaron en la vida sus combates en el ring. El resultado es un drama austero e interesante que, sin embargo, carece de la profundidad necesaria para llegarnos a emocionar. Lo mejor de la función es la entregada interpretación de Tim Blake Nelson que logra hacernos empatizar con alguien tan amargado y cascarrabias, agregando ese punto de humor necesario como desahogo que justifica algunas de sus absurdas acciones.
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