sábado, julio 27, 2024

Crítica de ’Valle de sombras’: Aventuras y desventuras en el norte de la India

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Valle de sombras

Salvador Calvo, de prolífica trayectoria televisiva, da un paso más en el camino de construirse una sólida filmografía cinematográfica con Valle de sombras, su tercer largometraje tras el notable 1898. Los últimos de Filipinas (2016) y el voluntarioso Adú (2020) a los que habría que sumar el cortometraje Maras (2019).

De nuevo con Alejandro Hernández, su guionista habitual, Calvo dirige una producción ambiciosa en la que desplaza la filmación a la cordillera del Himalaya donde sitúa una historia de supervivencia con Miguel Herrán como sufridor protagonista al más puro estilo El renacido. Valle de sombras nos sitúa en enero de 1999 tras unos rótulos que nos informan de la desaparición de varias personas en determinada zona del norte de la India al tiempo que nos advierten del peligro de hacer trekking en solitario o aceptar bebidas de los lugareños ya que no todos son tan “santos” como parecen.

Hasta ese recóndito lugar del planeta, en Leh, se han desplazado Quique (Miguel Herrán), su novia Clara (Susana Abaitua) y el hijo de esta llamado Lucas (Iván Renedo) para pasar unas semanas de viaje a caballo entre las vacaciones y la búsqueda espiritual tras haber vivido una etapa difícil marcada por la superación de una grave enfermedad. Tras una media hora de metraje, híbrido entre el melodrama y la comedia familiar, tendrá lugar el suceso desencadenante de todo el meollo argumental. Mientras pasan una noche al raso, resguardados únicamente por una tienda de campaña, son atacados por unos salvajes bandidos que cambiarán radicalmente el cariz del viaje.

Quique, muy malherido, es rescatado por un aborigen (Morup Namgyal) que lo traslada a una aldea aún más recóndita de la que solo se puede salir cuando llega el invierno y el río se congela. Allí, por tanto, deberá permanecer nuestro héroe protagonista a la espera de poder regresar.

Valle de sombras lleva todos los ingredientes marca de la casa del cine de Salvador Calvo: una producción poderosa, localizaciones exóticas, una impecable realización técnica, una dirección de fotografía portentosa de Alex Catalán (abrumadora a ratos) y una hermosa banda sonora de Roque Baños bien engarzada con las imágenes. Calvo tiene un incuestionable talento para filmar, sabe dónde tiene que colocar la cámara, cuándo y cómo debe moverla y es capaz de deslumbrar con las imágenes aunque, como una gran mayoría de realizadores actuales, cae en exceso en la tentación del uso del dron. Un recurso que proporciona imágenes de incuestionable belleza y efectismo pero que no siempre reman a favor de la coherencia del relato.

De todas formas, el problema de Valle de sombras no está en lo visual sino, precisamente, en lo narrativo. Aunque hay momentos de hondura y autenticidad muy bien escritos y resueltos desde la dirección (el tramo inicial del film está bien contado y el viaje final con los niños, peligros incluidos, es vibrante) el film decae en el tramo central en el que, tras la presentación de la historia y el brutal ataque, la narración languidece por momentos sin que Calvo logre sostenerla más allá de una acertada composición de los planos. Y es precisamente aquí, cuando la dramedia inicial muta en thriller de aventuras, cuando más necesario sería el pulso narrativo.

Se introducen una serie de personajes que parecen obedecer más a necesidades de guion que a una auténtica pulsión argumental. Prana, muy bien interpretada por Alexandra Masangkay, es una mujer maltratada por la vida que resulta saber hablar español gracias a un golpe de guion demasiado forzado, el joven Hari (Stanzin Gonbo) propone una deriva argumental que se agota enseguida sin que sepamos bien a qué obedece y el supuesto juicio de la aldea para decidir qué hacen con el extraño huésped es contado de forma deslavazada.

Y es una lástima, porque todo este (un tanto tedioso) tramo central de la película puede minar la resistencia del espectador antes de llegar a una resolución que, como se ha dicho, es ciertamente vibrante, emocionante incluso.

Miguel Herrán tira de su incuestionable carisma y vuelve a mostrar recursos interpretativos que pueden alumbrar a un gran actor con un poquito más de madurez. Ya demostró en Modelo 77 hechuras de protagonista (compartido allí con Javier Gutiérrez) y aquí es capaz de echarse una película a las espaldas él solito. Su protagonismo en Valle de sombras es absoluto.

Valle de sombras

6.5

Puntuación

6.5/10

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