Las críticas de Laura Zurita:
El viejo roble
La película narra el futuro del último pub que queda, «El viejo roble (The Old Oak)», en un pueblo del noreste de Inglaterra, donde la gente está abandonando la tierra a medida que se cierran las minas. Las casas son baratas y están disponibles, por lo que es un lugar ideal para los refugiados sirios.
El viejo roble está dirigida por Ken Loach con guion de Paul Laverti. Está interpretada por Dave Turner, Ebla Mari, Claire Rodgerson, Trevor Fox, Chris McGlade, Col Tait, Debbie Honeywood y Chris Gotts. La película se estrena en España el 17 de noviembre de 2023, de la mano de Vértigo Films.
Cine hecho con corazón
Ken Loach es uno de los grandes directores vivos, y a sus 87 años sigue en plena forma. Su larga carrera (desde Z Cars, 1964), ha brillado por su habilidad para sacar lo mejor de sus actores y por su continua fe en la naturaleza humana. El suyo es un cine hecho con corazón, creyendo en lo que cuenta y lo que pregona. Las suyas son historias sobre personajes desfavorecidos, personas luchadoras que tratan de mantener la dignidad en un sistema deshumanizador que amenaza con devorarlos.
En El viejo roble asistimos a la llegada de unos refugiados sirios a un pueblo del norte de Inglaterra. El pueblo no los recibe bien, en general parece que se los considera como un problema que se une a los muchos que ya tiene la población. En un salón ya cerrado en el pub El viejo Roble, que lucha por sobrevivir, vemos la historia del pueblo en unas fotos en blanco y negro, que resumen una historia bien conocida en muchas zonas del Reino Unido. En su día el pueblo fue una sociedad próspera, con una mina que proveía puestos de trabajo para la comunidad. Luego llegó la era Thatcher, la lucha obrera, las huelgas y la clausura de las minas. Desde entonces el pueblo no levanta cabeza, y la comunidad languidece entre la precariedad y un futuro incierto.
En estas circunstancias, es corriente que la rabia y la frustración se dirija contra los grupos aún más desfavorecidos. En El viejo roble son los refugiados que llegan con las manos vacías, sin hablar el idioma, con sus propias heridas y tragedias, y que en buena parte personifican a lo extraño, lo desconocido y lo inseguro. Loach nos cuenta que, de alguna manera, la lucha, sin haber cambiado del todo, se ha ampliado a otras zonas del mundo, y los refugiados son los nuevos desposeídos.
El viejo roble nos cuenta una historia de amistad entre la refugiada Yara y el señor Ballantyne, el cansado dueño del pub, que sirve para introducirnos en las dinámicas de la comunidad, y la capacidad de las personas de comunicarse a través de las barreras culturales. En el pueblo hay elementos xenófobos y algo violentos, pero también personas acogedoras y solidarias, y se abre un camino para que puedan crearse lazos y amistades entre los grupos.
Estamos ante una película humana y sobria, y sus personajes están bien descritos. Son personas de carne y hueso que luchan por su día a día, con sus buenos y malos momentos, y escenas que transmiten verdad. El maestro Loach mantiene su vida, su energía y su capacidad de comunicar emociones humanas con gestos aparentemente simples, pero siempre certeros.
Llegamos a la secuencia final de El viejo roble gracias a un giro de guion inopinado, que no vemos venir, que desencadena una serie de acontecimientos, conmovedor, pero quizás demasiado confiado. Tras retratar una comunidad atribulada y en profunda crisis, el director quiere transmitirnos su fe en el futuro y en la superación de los problemas dentro de las comunidades. Es luminoso, aunque triste, y dependiendo del espectador, puede resultar reconfortante o un tanto ingenuo.
Interpretaciones llenas de verdad
Ken Loach considera que su labor es la de director, y no de guionista. En El viejo roble deja la escritura en manos de Paul Laverti, con el que tiene una larga y fecunda historia de colaboraciones, y comparte inquietudes y visiones. Laverti entrega un guion que tiene un tono realista, en el que los personajes, en frases simples y utilizando un lenguaje normal y corriente, dicen cosas importantes y llenas de significado.
Uno de los puntos fuertes de Loach es su gran habilidad para la dirección de actores. Trabaja de forma intensa con ellos, dándoles los guiones de forma cronológica, dejando que la historia sorprenda a los actores, como la vida hace con todos nosotros. Mezcla actores profesionales con otros que no lo son, y saca lo mejor de cada uno de ellos, de tal manera que no parece que estemos viendo actuaciones, sino retazos de vida.
El viejo roble, aunque transcurre en una comunidad atribulada, es una película humana y optimista, con unos personajes que respiran verdad. Sigue la estela de las películas de Ken Loach, cine hecho con corazón, con las personas y sus necesidades en el centro.
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