Las críticas de David Pérez «Davicine» en el 71 Festival de San Sebastián:
El chico y la garza
En El chico y la garza (Kimitachi wa dô ikiru ka), un joven llamado Mahito, que añora a su madre, se aventura en un mundo compartido por los vivos y los muertos. Allí, la muerte llega a su fin y la vida encuentra un nuevo comienzo. La película se presenta en España en la Sección Oficial de la 71 edición del Festival de San Sebastián, fuera de concurso, y se estrenará en cines de nuestro país el 27 de octubre de 2023 de la mano de Vértigo Films.
Mucho más que una historia sobre la mayoría de edad
El chico y la garza es una fantasía semiautobiográfica sobre la vida, la muerte y la creación, en homenaje a la amistad, de la mente del cineasta japonés Hayao Miyazaki, quien hasta en cuatro ocasiones ha tenido películas en el Festival de San Sebastián, pero esta es la primera vez en la que una de las películas de Miyazaki formará parte de la Sección Oficial. Anteriormente participó en el festival con El viaje de Chihiro y Ponyo en el acantilado (2009) y en la sección Perlak con El viento se levanta.
Lo que de inicio podría parecer una historia sobre la mayoría de edad, da un maravilloso giro, como no podría ser de otra manera de la mano de Miyazaki, y su guion hace que la película se transforme en el fantástico viaje fanástico del joven Mahito guiado por una embaucadora garza. Pero a pesar de ser esos sus personajes principales, El chico y la garza bien podría haberse llamado El agua y el fuego, dos de los elementos a los que más se recurre en la película con gran efecto sobre la historia y gran efectividad en el espectador. Desde la impresionante secuencia inicial con un bombardeo nos damos cuenta de la importancia de estos elementos, presentes también en escenas intermedias en las que su presencia no hace más que dotar a esta joya animada de una imagen aún más espectacular.
Los elementos juegan un papel vital, pero no ensombrecen la gran presencia de muchos de los personajes secundarios, tan surrealistas y característicos como es habitual en el cine de Miyazaki, entre las que destaca la presencia de unos seres que volverán a hacernos sonreír, los warawara, de los que desearemos tener un peluche con nosotros. Estos personajes ayudan a aligerar la carga dramática de la historia, pero también a dosificar mejor la densidad de lo que trata, pues es una de las películas más estratificada de su carrera, desvelando poco a poco la historia y los múltiples temas que abarca según avanza la película.
Una pausada fantasía visual
El cine de Miyazaki suele tener un ritmo trepidante cuando la ocasión lo merece, y sorprende que a pesar de la fantasiosa historia que nos cuenta y la aventura en la que se embarca su joven protagonista, El chico y la garza es quizás una de las películas más pausadas del director japonés, no faltando detalles que siempre hace que sus películas sean excelentes, notándose que es una película hecha por y para Miyazaki, y deleite de sus más fieles fans, pero también quienes lleguen a su cine como nuevos espectadores.
A nivel visual, Miyazaki sabe como alternar esos personajes surrealistas con personajes reales con los que empatizar, alternando la sorpresa con la sonrisa con la presencia de muchos de ellos. Resulta inspirador ver los mundos a los que nos lleva Miyazaki de la mano, siempre acompañado prodigiosamente por la partitura de Joe Hisaishi, quien regresa también a Studio Ghibli para componer una majestuosa música que nos eleva por encima de nuestro mundo de realidad, consiguiendo todo ello que El chico y la garza sea una auténtica delicia visual y una experiencia cinematográfica repleta de imaginación.
Hayao Miyazaki es un auténtico artista y consigue en cada plano que brille el maravilloso mundo animado que ha creado, no faltando detalles para que sea un deleite visual para el espectador, pero no se queda solo en querer llamar la atención en este apartado, y no alcanzaría el nivel tan alto en su filmografía si la impecable puesta en escena no fuera acompañada de una compleja narrativa con una historia de superación y crecimiento personal.
La película más personal de Miyazaki
Los mundos que surgen de la mente de Miyazaki cobran vida en esta película, posiblemente la más personal también del cineasta, pues parece no pensar tanto en el espectador como en sí mismo, dotando a la historia de muchos detalles de su vida personal, pareciendo una sesión de terapia en la que da rienda suelta a su cerebro para que manifieste todo lo que tiene guardado, consiguiendo encontrar la paz como lo hace el espectador al concluir pleno y satisfecho tras su visionado.
A través del viaje de Mahito, Hayao Miyazaki intenta dejar un precioso legado para sus nietos, una historia familiar y personal con la que recordarnos que no importa el dolor que padezcamos o las pérdidas que hayamos sufrido, pues quienes realmente amamos siempre están a nuestro lado, y la muerte no deja de ser una parte más de la vida. El chico y la garza es un homenaje a los seres queridos que dejamos atrás, y una forma de sanar el dolor para cerrar heridas y crecer con los bellos recuerdos del pasado.
El chico y la garza es un paso más allá en la filmografía de Miyazaki, retratando temas que han marcado su vida, pero no solo la pérdida y las vivencias familiares, sino con un gran mensaje de pacifismo y amor por la naturaleza, como ha hecho en muchas de sus películas, desafiando al espectador a buscar dentro de sí mismo a muchas preguntas sin respuesta.
En resumen, El chico y la garza es una encantadora e imaginativa película con toda la belleza habitual del cine animado de Hayao Miyazaki, quien demuestra por qué siempre ha sido el corazón y el alma del estudio de animación Studio Ghibli, consiguiendo emocionarnos como solo este gran cineasta sabe hacer.
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El chico y la garza
