Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo-Retrospectiva Hiroshi Teshigahara
Antonio Gaudí (1984)
Antonio Gaudí es un documental japonés que está dirigido por Hiroshi Teshigahara. Un viaje hipnótico por la vida y arquitectura del gran Antonio Gaudí (1852-1926) que daría origen a un auge sin precedentes en Japón, de admiración e interés, por la obra del arquitecto y escultor catalán. Cuenta con una breve intervención de Isidro Puig Boada y la narración de Seiji Miyaguchi. La película ha podido verse en el Festival de San Sebastián 2023 dentro de la Retrospectiva Clásica que han dedicado al director.
Documental abstracto
Antoni Gaudí (1852-1926) fue un escultor y arquitecto catalán que revolucionó el movimiento modernista con un estilo propio e inconfundible basado en formas geométricas imposibles con un sentido del volumen abstracto que daría pie a la creación de edificios emblemáticos que hoy en día forman parte de la identidad arquitectónica de Cataluña y, en especial, de la ciudad de Barcelona. Era cuestión de tiempo que, Teshigahara y Gaudí, dos artistas imaginativos y rompedores con las corrientes artísticas de sus respectivas épocas, acabarán entrelazados por un obra que unificará el arte del cine y de la arquitectura. Eso es lo que hace el documental Antonio Gaudí.
Sin embargo, que nadie espere encontrarse con un documental al uso que nos ponga en antecedentes sobre la vida del arquitecto ni nos explique cronológicamente su crecimiento artístico. Nada de eso. Como sucede en los anteriores trabajos documentales del director japonés, su mirada carece de un espíritu instructivo ni de investigación periodística, únicamente se deja seducir por el legado del artista al que retrata a través de imágenes que escudriñan cada uno de los rincones de los edificios que fueron diseñados por él.
Serán, pues, 72 minutos sin el anclaje siquiera de una voz en off narradora, tan solo hay una breve aparición del arquitecto Isidro Puig Boada (doblado al japonés por Seiji Miyaguchi) cuando ya llevamos 60 minutos de proyección, estando esas imágenes desnudas y únicamente envueltas por la enigmática música compuesta para la ocasión por Tôru Takemitsu, Shinji Hori y Kurodo Mori.
Una carta de presentación de la cultura catalana al exterior
El documental Antonio Gaudí acabará adquiriendo un valor más coyuntural que como obra artística independiente. Su estreno en Japón sirvió en su día para descubrir la obra del arquitecto catalán a un pueblo que se interesó de inmediato por el universo onírico de un genio. El talento único del arquitecto se desprende de las formas intangibles de lugares tan icónicos de Barcelona como La Pedrera, la Casa Batlló, la Casa Vicens, el Parque Güell, la Cripta de la Colonia Güell (Santa Coloma de Cervelló) o, el inacabado e inacabable, Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, para el que director reserva un capítulo independiente en el desenlace de su película.
Se dice que el documental de Teshigahara fue clave en el desarrollo turístico de la ciudad a partir de la década de los 80 y que, desde entonces, se incrementó de manera ostensible la llegada de turistas japoneses en busca de inmortalizar con sus propias cámaras fotográficas todo aquello que habían visto en la pantalla de un cine. Así pues, el documental Antonio Gaudí de Hiroshi Teshigahara, posee un interés capital a nivel sociológico como carta de presentación de la cultura catalana al exterior aunque, en realidad, no tenga el mismo peso artístico dentro de la filmografía del realizador nipón.
Una visita turística incompleta
Y es que Antonio Gaudí es un documental contemplativo con poco interés creativo. La mirada de Teshigahara es la de un turista más que se deja sorprender por la belleza de lo que contempla. No hay contexto para la obra del artista ni tampoco a nivel cultural sobre la ciudad. Los pequeños extractos que dedica a la vida cotidiana barcelonesa son insuficientes, la cámara se adentra por algunos callejones del Barrio Gótico o se centra en unos pocos pasos de baile de una sardana, pero nunca irá más allá de lo que cualquier turista reflejaría con su cámara durante unas vacaciones.
De hecho, es habitual que las miradas de los transeúntes rompan la cuarta pared cruzándose con el objetivo de la cámara. El espíritu del cinéma vérité sigue latente en Teshigahara que, muchas veces, parece más interesado en los rostros anónimos con los que se cruza que en investigar quién fue realmente Gaudí, el protagonista de su documental.
La estructura narrativa es simple. El director japonés dedica bloques separados a cada uno de los edificios diseñados por el arquitecto, los cuáles son recorridos con movimientos de cámara armónicos que nos invitan a un paseo turístico sin solución de continuidad. Las mejores imágenes son aquellas que conectan el universo simbólico de Gaudí con el surrealismo inherente al cine del director, por ejemplo, el fantasmagórico recorrido que hace por la azotea de la Casa Milà (La Pedrera) donde las chimeneas adquieren el aspecto de máscaras extraídas del teatro Noh.
«Todo sale del gran libro de la Naturaleza»
La banda sonora del documental Antonio Gaudí es sumamente extraña. La musicalidad experimental de Takemitsu (colaborador habitual del cine del director) se funde con sonoridades medievales o con la melodía de una canción de cuna catalana llamada «El noi de la mare». No siempre funciona esa combinación de música e imágenes, solo cuando se explora el lado más lúgubre de algunas pinturas o del citado paseo por la azotea de las chimeneas/máscaras, en el resto parece existir una disociación constante entre la belleza y lo tenebroso.
El filme termina con una frase del arquitecto catalán que resume su obra bastante mejor de lo que consigue hacerlo el aséptico documental: «Todo sale del gran libro de la Naturaleza; las obras de los hombres son ya un libro impreso». Antonio Gaudí servirá a algunos para descubrir su obra arquitectónica con mayor profundidad y despertar su interés por conocerla de cerca, pero a los que ya la conozcan de antemano puede resultarles un recorrido aburrido e insatisfactorio.
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Antonio Gaudí
