domingo, abril 28, 2024

Crítica de ‘Me siento extraña (1977)’: La primera película lésbica del cine español

Las críticas de Daniel Farriol:
Me siento extraña

Me siento extraña (1977) es un drama erótico español dirigido por Enrique Martí Maqueda que también co escribió el guion junto a Rafael Herrero. La historia nos muestra a una mujer que abandona su hogar debido a los malos tratos que sufre por parte de su marido. Tras conocer a una «vedette» de revista y televisión, con la que trabajará en la preparación de nuevas canciones para su espectáculo, se mudará a casa de su nueva amiga y comenzarán las habladurías de los vecinos.

Está protagonizada por Rocío Dúrcal, Bárbara Rey, Francisco Algora, Ricardo Tundidor, Eva León, Luis Marín, Fernando Sánchez Polack y José Antonio Ceinos. La película se estrenó en cines españoles en el año 1977. Ahora puede verse una versión remasterizada en 4K en la plataforma FlixOlé desde el 30 de Junio de 2023.

La recuperación de un filme de culto de la época del destape

46 años después de su estreno en 1977, la plataforma FlixOlé reestrena una versión restaurada en 4K de Me siento extraña, película de culto de la transición que es considerada como la primera en mostrar abiertamente una relación lésbica en pantalla, algo que convulsionaría a la sociedad española de la época cuyo presunto aperturismo sexual a través del «cine de destape» era más una fachada morbosa que una realidad social.

La película de Enrique Martí Maqueda retrataba, mediante escenas subidas de tono, la paulatina atracción física que surge entre Laura (Rocío Dúrcal), una pianista insatisfecha en su matrimonio que decide abandonar a su marido, y Marta (Bárbara Rey), una exuberante vedette que trabaja en un cabaret y en la televisión, quien la acoge en su casa para trabajar juntas en la composición de las canciones para su próximo espectáculo. La presencia en el pueblo de dos mujeres liberadas de cualquier atadura masculina comienza a levantar las sospechas y habladurías por parte de los vecinos, recibiendo únicamente la ayuda de Lucio (Paco Algora), «el tonto del pueblo».

Me siento extraña se convirtió en un extraordinario éxito de taquilla y en uno de los filmes más controvertidos del destape por abordar la homosexualidad femenina modificando también el rol pasivo o sumiso que solía tener la mujer hacia el hombre en el cine de los años 70. Pero lo que más llamó la atención del público fue el cambio de registro de la virginal Rocío Dúrcal, admirada niña prodigio que aquí no dudaba en ofrecer desnudos integrales bajo un aspecto, por momentos, andrógino. De hecho, la cantante es ahora recordada por sus rancheras, pero en aquel entonces apostaba en muchas de sus apariciones públicas por una estética glam pionera en nuestro país.

Me siento extraña

Dos actrices con visiones distintas sobre la película que hicieron

En el excelente documental Mujeres sin censura (Eva Vizcarra, 2021) se pone en valor la valentía de aquellas actrices que se desnudaron en pantalla durante la transición democrática para cambiar la mentalidad de todo un país. Efectivamente fue algo contradictorio y aquella liberación sexual de la mujer acabó siendo instrumentalizada por una industria del cine heteropatriarcal que regalaba «carnaza» a un público masculino ávido de dejar atrás décadas de represión ideológica, sin embargo, no sería un camino fácil para nadie como demuestran las ampollas que levantó el estreno de esta película.

La propia Rocío Dúrcal acabó despreciando Me siento extraña y siempre la consideró un error en su carrera, ni siquiera quiso acudir al estreno. La etiqueta de película maldita para la actriz se fraguó durante el rodaje tras sufrir un accidente doméstico saliendo de la ducha en el que se rompió la mandíbula. Aquello motivaría cambios en la planificación con escenas donde solo puede vérsela en escorzo y su voz tuvo que ser doblada por María Antonia Rodríguez. Años después, las malas lenguas insinuarían que la lesión fue ocasionada por los malos tratos de su marido Antonio Morales «Junior», disgustado por el contenido sexual explícito de la película. Se dijeron muchas cosas, la mayoría falsas, como que ella desconocía que iba a rodar esas escenas (algo del todo improbable). Lo único que sabemos con seguridad es que «la novia de la juventud» jamás volvería a actuar en una película.

En cambio, Bárbara Rey sí sabía a qué se exponía y lo hizo con orgullo, pero resulta llamativo escuchar una entrevista donde afirma que hubieron actitudes poco profesionales durante el rodaje, es decir, los comportamientos machistas denunciados por la película se trasladaban a veces fuera de la pantalla. La sociedad seguía entonces y sigue ahora en proceso de adaptación.

Me siento extraña

destape

Con el paso del tiempo, Me siento extraña o me «Me siento rarilla» como bromeaban las protagonistas entre toma y toma, ha adquirido más valor testimonial que cinematográfico. El guion da algunos bandazos contradictorios para integrar los desnudos gratuitos habituales del cine de explotación (la escena de la orgía es bastante lamentable), pero también ofrece un discurso feminista y bastante moderno acerca de la liberación de la mujer en una etapa de oscurantismo ideológico.

Por ejemplo, Laura tiene la valentía de abandonar a su marido maltratador, un pelele con masculinidad frágil que vive a la sombra de un padre con conexiones políticas vinculadas al viejo régimen franquista (en la mesilla de su despacho tiene una foto del Rey Juan Carlos I, pero aún conserva otra del caudillo guardada en un cajón). Por su parte, Marta es una mujer económicamente independiente que juega con los hombres sin que ninguno la satisfaga lo suficiente. La atracción entre ambas se apoya más en el morbo que en una verdadera exploración psicológica de los personajes, pero hay que darle el valor que tiene para aquella época.

La mayoría de hombres que aparecen en la película son violentos y desagradables o tienen un evidente complejo de inferioridad ante dos mujeres libres. Los rednecks de Perros de paja (Sam Peckinpah, 1971) son aquí sustituidos por pueblerinos machirulos de la España Profunda incapaces de contener su pulsión sexual, mientras que el «bueno» de Lucio tiene actitudes voyeristas y exhibicionistas o realiza tocamientos no consentidos. En definitiva, la recuperación de Me siento extraña servirá para descubrir una rara avis del cine de destape que, con sus luces y sus sombras, se reivindica ahora como un icono precoz del feminismo y de la lucha por los derechos del colectivo LGTBIQ+.

Me siento extraña


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Me siento extraña

6.5

Puntuación

6.5/10

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