Las críticas de David Pérez «Davicine»:
Ciclo Seijun Suzuki:
Branded to Kill (Marcado para matar) (1967)
Después de una misión mal ejecutada, un sicario entra en conflicto con su organización y, en particular, con otro enigmático y peligroso sicario. Branded to Kill (Marcado para matar) es la obra más conocida de Seijun Suzuki, admirada por autores como Quentin Tarantino o Takeshi Kitano, y premiada en el festival de Venecia. Una brutal película de asesinos a sueldo salpicada de surrealismo y soluciones narrativas sorprendentes que han sido imitadas por muchos autores después.
Dirigida por Seijun Suzuki, cuenta en su reparto Jo Shishido, Kôji Nanbara, Isao Tamagawa, Mariko Ogawa, Annu Mari, Hiroshi Minami, Hiroshi Chô, Atsushi Yamatoya y Tokuhei Miyahara. Con motivo del centenario del nacimiento de este director, Filmin ha añadido a su catálogo una docena de sus largometrajes, entre los que se puede ver actualmente esta película en una impresionante versión remasterizada en 4K.
Un cineasta con sello personal
Seijun Suzuki se ha hecho a si mismo, y ha conseguido un estilo muy peculiar, algo que dejó claro desde que declaró sentirse incómodo cuando tiene que seguir reglas, motivo por el que siempre hace películas a su manera. Con esa filosofía de dirección logró ser uno de los directores más llamativos y experimentales de la cinematográfica japonesa de los años 60 y alguien de quien sus películas se siguen estudiando. Como ejemplo, Jim Jarmusch en su Ghost Dog imitaba casi plano a plano una célebre escena de Branded to Kill.
Estamos ante una película de mafiosos, pero tiene poco que ver con las películas de yakuzas de sus contemporáneos. En ella, un asesino del crimen organizado es contratado para llevar a cabo una misión. Es conocido como el Número 3, y pronto se verá en vuelto en una especie de conspiración en la que están metidos una extraña y fascinante mujer, y más asesinos. La caza comienza, y enseguida sabremos quién es el Número 1 de la Organización, todo un ejemplo a seguir, y sobre el que algunos incluso aseguran que no existe, que es un invento para meter miedo.
Antihéroes como protagonistas
Como en otros títulos de Suzuki, el cine de este cineasta no tiene al frente héroes convencionales de los que solemos ver en el cine, y no por ser un asesino a sueldo, pues incluso con este trabajo podemos empatizar con ellos, como en el reciente caso de John Wick. Goro Hanada, interpretado por Jo Shishido, no solo asesina a gente por dinero, sino que en su vida privada no es ningún ejemplo a seguir, con una relación tóxica con su esposa Mami (Mariko Ogawa), a quien maltrata y su matrimonio no se basa en respeto y amor, sino en complicadas relaciones sexuales y violencia.
Además, tampoco Goro respeta su matrimonio, y tiene otra insana relación con Misako, que también tiene sus peculiaridades y adora las mariposas y los pájaros, pero ya muertos, expuestos como trofeos con alfileres en la pared o colgando por los techos de su apartamento. No hay personajes con vidas fáciles o trabajos normales, no hay personas con quienes empaticemos, pero si que queremos seguir el devenir de los acontecimientos de este asesino que aspira a ser el número 1.
La brutalidad, con humor entra mejor
Siendo una película que gira alrededor de los asesinos a sueldo, la violencia marca la historia completa de la película pero no por ello genera una gran tensión, pues la brutalidad se presenta incluso con toques cómicos, y no hay enfrentamientos épicos sino situaciones absurdas que aligeran la violencia que nos muestran, que no es poca para su época. Lo grotesco a veces difumina la intensidad que los enfrentamientos requerirían, pero sin este toque absurdo e irrisorio no estaríamos ante el sello de este cineasta.
La sucesión de escenas violentas y asesinatos son el motor de la película, y no necesita de un gran guion para enlazar una escena con otra. Hay una ausencia total de continuidad en el desarrollo de la historia, en parte por la cantidad de guionistas implicados en la película, algo que sorprende, pero aún incluso con tantas manos en el guion hubo margen para la improvisación en el rodaje, lo que hace que por momentos parezca que se deja al azar lo que sucederá.
Lejos de ser negativa la ausencia de un gran guion, su puesta en escena, la forma de montar y editar la película, y la peculiar dirección, hacen de Branded to kill toda una experiencia cinematográfica. Es una película que fascinará a casi cualquier espectador que la vea con los ojos de alguien que quiere apreciar los detalles, la atmósfera y la sorprendente puesta en escena más allá de su narrativa incoherente y su pobre guion.