martes, marzo 19, 2024

Ciclo Seijun Suzuki: Crítica de ‘Tokyo Drifter’ (‘El vagabundo de Tokio’) (1966)

Las críticas de David Pérez «Davicine»:
Ciclo Seijun Suzuki:
Tokyo Drifter (El vagabundo de Tokio) (1966)

Tetsu es un yakuza reformado que ha seguido el ejemplo establecido por su jefe, aparentemente arrepentido de su trabajo. Una vez alejado del mundo delincuente, Tetsu se encuentra vagando por las calles de Tokyo eludiendo, a la par que esperando, una muerte segura a manos del villano apodado Víbora. Tan sólo le queda la compañía de su novia, cantante de un club nocturno.

Estamos ante la gran película de yakuzas de Seijun Suzuki. Tokyo Drifter (El vagabundo de Tokio) es una obra de culto de ritmo frenético que se cuenta entre las favoritas del director Nicolas Winding Refn (Drive). Dirigida por Seijun Suzuki, está protagonizada por Chieko Matsubara, Tetsuya Wateri, Hideaki Nitani, Hideaki Esumi, Eiji Gô, Tamio Kawaji, Tsuyoshi Yoshida y Ryuji Kita. Con motivo del centenario del nacimiento de este director, Filmin ha añadido a su catálogo una docena de sus largometrajes, entre los que se puede ver actualmente esta película.

Ciclo Seijun Suzuki: Crítica de Tokyo Drifter (1966)

Un cineasta que marcó a una generación

En los años 60, el director Seijun Suzuki trabajó durante casi 10 años para la productora Nikkatsu, especializada en películas de bajo presupuesto y estrenando dos docenas de ellas al año en Japón. Películas que, con poco dinero y guiones pobres, a lo que hay que sumar poco tiempo para el rodaje, podían ver la luz a un ritmo de 3 o 4 al año bajo la dirección de Suzuki. Este ritmo demostró que el cineasta tenía algo diferente, siendo capaz de en poco tiempo dejar su sello inconfundible e innovador en sus películas, con un estilo visual distinto a lo visto en la época, mezclando géneros como pocos hacían en ese momento, y combinando de forma magnífica los inicios de la cultura pop con un toque de cine negro que aún estaba por sellar sus bases.

Viendo su trabajo con perspectiva, nos damos cuenta de la gran influencia que la obra de Seijun Suzuki dejó en los directores estadounidenses que surgieron en la década de 1990, como Quentin Tarantino (quien en el clímax de Kill Bill vol. 1 se apropiaba de la brillante idea del japonés de rodar el combate final de La vida de un hombre tatuado colocando la cámara bajo un suelo de cristal) o Jim Jarmusch (quien en su Ghost Dog imitaba casi plano a plano una célebre escena de Branded to Kill), pero también en diferentes países europeos, especialmente por el estreno tardío de la película en televisión a partir de la década de los 90. Su forma de retratar la violencia sin adornos, con localizaciones casi surrealistas y colores llamativos, y un magnífico uso de la cámara hacen que Tokyo Drifter sea toda una experiencia cinematográfica en la que incluso somos capaces de evocar películas de Sergio Leone y evidentemente no se esconde su influencia en la obra de Nicolas Winding Refn (que considera Tokyo Drifter su película favorita de todos los tiempos).

Ciclo Seijun Suzuki: Crítica de Tokyo Drifter (1966)

La importancia del color

Lo que destaca desde el principio en Tokyo Drifter es el color, o más bien el paso del blanco y negro en la introducción al color del resto del metraje. Esto es algo comprensible si nos trasladamos al momento en el que se encontraba Japón en los 60, y nunca ocultó Suzuki que esta elección servía para reflejar la llegada de Japón a la modernidad tras los Juegos Olímpicos de 1964.

Incluso a fecha de hoy, cuesta encontrar una película que haga un uso tan bueno del color y la luz, y aunque no fue la primera película a color japonesa, el uso hasta ese momento se limitaba sencillamente a ofrecer sus historias en color, y no sacar provecho del mismo a favor de la historia. El coste en los 60 de películas en color era elevado, por eso se limitaba mucho el rodaje de películas que abandonasen el blanco y negro, algo que hizo que impactase aún más esa combinación del arte pop y los locales de cabaret con colores brillantes, siendo cada plano una pequeña obra de arte digna de colgar en una pared.

Ciclo Seijun Suzuki: Crítica de Tokyo Drifter (1966)

Sin necesidad de un gran guion para ser una gran película

No hay duda que Tokyo Drifter ha marcado a muchos cineastas actuales por su puesta en escena, y pocas veces una película cuyo guion no sorprende llega tan lejos. Estamos ante una película que es predecible y recurre a todos los clichés de las películas de cine negro de los cincuenta, no faltando la importancia en su historia de la amistad, la traición, el amor y los chantajes. Todo parecía escrito con premura y sin aspiraciones para destacar en los cines, pero la forma de trasladar la historia a imágenes y el reparto volcado en sus personajes, hace que la película se eleve por encima de la media y destaque en un género que tantas y tantas buenas películas nos ha dado.

Efectivamente, no hay necesidad de grandes alardes interpretativos de forma individual, pero todos los actores se muestran sólidos en sus actuaciones, encajando de forma perfecta con las reacciones que se esperan de ellos. Es evidente que el reparto aceptaba donde estaba y comprendía que su interpretación estaría marcada por el tipo de montaje que luego la película ofrecería, sabiendo que ellos eran menos importantes que las propias localizaciones y ciertas combinaciones estéticamente bizarras, pero atractivas aún a fecha de hoy.

Suzuki deja su sello personal en cada uno de los apartados técnicos de la película, y si bien las localizaciones, la edición, el montaje y los colores son claramente atemporales y chocaron en su momento, la combinación de todo lo que el cineasta aporta a la película consigue que sea única en los 60. Lástima que poco tiempo después, tras el estreno en 1967 de Branded To Kill, Suzuki se viera a sí mismo como persona non grata en la industria, y tardase casi otra década en volver a encontrar su segundo período creativo, pero de ello habrá tiempo de hablar en futuras críticas de la obra de Suzuki en el ciclo que le dedicamos aquí.

Había muchas formas de contar una historia banal de mafiosos, pero Seijun Suzuki lo hizo con tanta originalidad que lo elevó dentro del cine de género. Así, Tokyo Drifter es una película atemporal y única en su momento, combinando el cine de gángsters, el western, el musical y el romance imposible a través de una explosión de colores pop y situaciones bizarras que la hacen de visionado obligatorio para entender a muchos cineastas actuales.


¿Qué te ha parecido la película Tokyo Drifter?

Tokyo Drifter (1966)

8

Puntuación

8.0/10

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