jueves, abril 18, 2024

Crítica de ‘La quietud en la tormenta’: El desencanto de los sueños rotos

Las críticas de Daniel Farriol:
La quietud en la tormenta

La quietud en la tormenta (Gelditasuna ekaitzean) es un drama romántico español que está dirigido por Alberto Gastesi, que también coescribe el guion junto a Alex Merino. La historia sigue a una pareja que se conoció un día de tormenta y de la que ya poco queda. Entonces eran jóvenes y apasionados, y el futuro parecía un país lejano lleno de oportunidades. Años después, sus caminos vuelven a cruzarse durante otra tormenta y en la misma ciudad, pero ellos han cambiado.

Está protagonizada por Loreto Mauleón (Patria, El secreto de Puente Viejo), Iñigo Gastesi (La línea invisible, Contratiempo), Aitor Beltrán (Amaren eskuak (Las manos de mi madre), Los tontos y los estúpidos), Vera Milán, Oihana Maritorena y Asier Oyarzabal. La película tuvo su presentación en España dentro de la Gala del Cine Vasco de la 70 edición del Festival de San Sebastián. Se ha estrenado comercialmente en salas gracias a Vidania Films el día 12 de Mayo de 2023.

San Sebastián en blanco y negro

La quietud en la tormenta es un drama romántico de corte independiente que fue filmado en la ciudad de San Sebastián, con formato 4:3, en blanco y negro, y en euskera, castellano y francés. Todas sus imágenes desprenden cierto aroma nostálgico que recuerda al cine francés de los años 60. La historia nos invita a reflexionar sobre las decisiones que marcan nuestro destino, sobre la ingenuidad inherente a una juventud exultante frente a un mundo lleno de posibilidades y, finalmente, sobre la cruel aceptación durante la madurez de la imposibilidad de desandar el camino andado.

La historia narra el reencuentro de Lara (Loreto Mauleón) y Daniel (Iñigo Gastesi) muchos años después de haberse visto por primera vez mientras se resguardaban durante una tormenta. Cada uno ha construido su vida por separado y el volverse a ver después de tanto tiempo será algo que les hará pensar acerca de las decisiones que han tomado durante todo este tiempo y a replantearse si de verdad son felices.

Por ejemplo, las inseguridades de Lara le llevaron a dejar de tocar el violonchelo y no arriesgarse en la vida. Ha estado viviendo en París con un saxofonista, Telmo (Aitor Beltrán), con el que ha decido regresar a San Sebastián para instalarse nuevamente allí. Por su parte, Daniel dejó de trabajar en el puerto para montar una inmobiliaria con su madre. Tiene una relación bastante sólida con su novia sevillana, Vera (Vera Milán), pero hace tiempo que aparcó su vieja afición de diseñar montañas rusas. Lo que ambos comparten en el sentir de que se han perdido algo en el devenir de sus vidas.
La quietud en la tormenta

La ballena varada en la playa junto a los amantes varados en un pasado que no fue

Tras la inesperada aparición de una ballena varada en la playa de La Concha, las miradas de Lara y Daniel volverán a cruzarse en un silencio que les retrotrae a aquel breve encuentro de apariencia insignificante que tuvieran años atrás bajo la lluvia. El azar o los vericuetos inesperados del destino harán que poco después sea el propio Daniel quien tenga que mostrar un piso en venta a la pareja formada por Lara y Telmo. Ambos se reconocen, pero ninguno dice nada, no es posible sacar a relucir su «secreto» delante de terceras personas, lo suyo es algo privado que guardan en su corazón. Alberto Gastesi nos relata en su ópera prima una historia de amor sacudida por la tormenta a través de una narrativa que combina en paralelo el pasado con el presente para reflexionar sobre el paso del tiempo.

Dichas escenas de La quietud en la tormenta fueron rodadas de manera cronológica separando los dos bloques temporales por un periodo de inactividad necesario para hacer visibles algunos cambios físicos en los intérpretes. Eso permite dar una mayor credibilidad al paso del tiempo y permitir diferenciar sin problemas las dos épocas que van alternándose en pantalla.

En realidad, lo que hace la película (y la mente de los protagonistas) no es tanto regresar al pasado sino reconstruirlo en base a las propias expectativas no cumplidas, es decir, vemos en pantalla lo que podría o les hubiera gustado que ocurriera. El tono naturalista rohmeriano acaba siendo atravesado por el aura mágica del romanticismo atemporal tan ligado al cine clásico y que hoy ha quedado lastimosamente olvidado por las nuevas generaciones cinéfilas.

La quietud en la tormenta

Mirando al horizonte descolorido

La quietud en la tormenta es un filme sobre el desencanto vital que está rodado con enorme sensibilidad y sacando partido a los pocos recursos con los que cuenta. Tener como protagonista a Loreto Mauleón, sin duda, es clave para que todas esas emociones soterradas salgan a la luz. El resto del reparto cumple con creces, aunque a veces se siente que los personajes de Telmo y Vera quedan eclipsados por los dos protagonistas o que, al menos, no tienen el recorrido emocional necesario para que nos importen de igual manera. Para llegar a buen puerto, también ayuda mucho el contar con la belleza plástica de la ciudad de San Sebastián como «plató» de exteriores, siempre es un placer reconocer calles y lugares emblemáticos para todos aquellos que estamos enamorados de la ciudad como hiciera Woody Allen en Rifkin’s Festival (2020).

La elección del blanco y negro sirve para generar una atmósfera nostálgica que rememora, al mismo tiempo, el pasado de la vida y del cine, como si ambos fueran lugares irrecuperables que solo perduran en nuestro recuerdo. Solo encontraremos un plano a color a lo largo de la película, aquél que nos sitúa en el interior del Aquarium donde trabaja Vera y, al igual que sucedía en La ley de la calle (Francis Ford Coppola, 1983), son unos peces de colores los que se utilizan como metáfora para los sentimientos que albergan el interior de los personajes. En esta ocasión, es un detalle que sirve para resaltar la belleza que somos incapaces de alcanzar en el horizonte de nuestras vidas cuando comprobamos que el destino que nos depara no es exactamente lo que esperábamos encontrar allí.

La quietud en la tormenta

Punto de retorno o sin retorno

Es cierto que La quietud en la tormenta adolece de una cadencia algo plomiza durante el segundo acto o que, por momentos, tenemos la sensación que se abusa de teñir lo cotidiano de excesiva trascendencia melodramática mediante elementos como la enfermedad degenerativa de la madre de Lara o el abandono de la casa familiar (y posterior muerte) del padre de Daniel. Son apuntes familiares en los que no se profundiza, pero que pesan en el ambiente fatalista que posee la película y en esa sensación interna de vacío que carcome a los personajes.

Sin embargo, el bellísimo desenlace redime a la película de todos sus puntos débiles. Primero la secuencia en el piso vacío donde, por fin, el reencuentro se consuma junto a una ventana rota por la que se cuela el sonido sanador de la lluvia. Otra vez. El diálogo resulta tan revelador que da sentido fabulesco a todo lo expuesto con anterioridad. Es entonces cuando entendemos que el filme va mucho más allá de la simple historia de amor contada en dos tiempos para rememorar con nostalgia el pasado, en realidad, el director está jugando con la teoría de las probabilidades y las decisiones no tomadas.

Para unir las dos narrativas citadas de pasado-presente, ese instante se complementa con un epílogo igualmente bello donde vemos un pasado ficcionado con los dos protagonistas queriendo visitar el parque de atracciones que hay en lo alto del Monte Igueldo. Lo encuentra cerrado, el parque ya no admite visitas, no queda tiempo para el recreo ni para continuar soñando despiertos. En un diálogo anterior, Daniel comenta que da igual las vueltas que des, todas las montañas rusas siempre «te dejan en el punto inicial», algo que se escenifica claramente con una silenciosa bajada en el funicular.

La quietud en la tormenta


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La quietud en la tormenta

7.5

Puntuación

7.5/10

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