jueves, abril 25, 2024

Crítica de ‘El caftán azul’: Conmovedora mirada a un amor prohibido

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
El caftán azul

En 2019, Maryan Touzani debutaba en la dirección cinematográfica con la exquisita y delicada Adam que se presentó en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes y participó en la sección oficial de la 64ª edición de la SEMINCI de Valladolid. Todos los elogios que en aquel momento escribí para Adam sirven de manera ampliada para su segundo largometraje, El caftán azul, que, en 2022 volvió a estar presente en el Festival de Cannes y, meses después, en la 67ª SEMINCI donde Lubna Azabal fue galardonada con el premio a la mejor actriz.

Touzani sigue con su gusto por las historias intimistas alrededor de tres personajes. Si tres mujeres, dos adultas y una niña eran las protagonistas de Adam, son tres personajes nuevamente, en este caso dos hombres y una mujer, los que recrean la emotiva historia de El caftán azul. El nexo de unión de ambos repartos es la excelente actriz belga de padre marroquí y madre española Lubna Azabal (Paradise Now, Incendies) que aquí da vida a Mina, una mujer casada con Halim (Saleh Bakri) junto a quien regenta una sastrería en la que venden telas bordadas y confeccionan caftanes de manera artesanal. La enfermedad de Mina, tardíamente explicada pero presente en su rostro desde el inicio mismo del film, hace que precisen contratar al joven ayudante Youssef (Ayoub Messioui) que no tardará en sacar a la luz pulsiones que Halim lleva toda la vida tratando de reprimir o viviendo a escondidas.

El caftán azul parte de un guion coescrito por la propia directora junto a su marido, el también director marroquí Nabil Ayouch (Los caballos de Dios, 2012) para volver a demostrar su talento para filmar un relato en el que los personajes van desplegando sus sentimientos y emociones de un modo sutil, delicado y sin estridencias. Entre los tres personajes se van tejiendo vínculos que en ningún caso son explícitos ni inequívocos, Mina pasa del recelo a la asunción de la realidad tal y como es mientras Halim lleva al extremo una contención tan meditada como dolorosa.

La dirección se basa en una sólida puesta en escena sobre la que Touzani sitúa la cámara con una mirada detallista y delicada que consigue al mismo tiempo hacer avanzar el relato con pulso y mantener un sentido estético de la narración. Algo a lo que ayudan la limpia dirección de fotografía de Virginie Surdej que capta cada detalle de las hermosas telas y la preciosa música de Kristian Eidnes Andersen.

 

El caftán azul referido en el título no es más (ni menos) que el encargo de una exigente clienta al inicio del film. Su lento proceso de elaboración va marcando los tiempos de la película y desarrollando el tema central que no es otro que el amor, un amor desdoblado en varias vertientes y direcciones. Un amor platónico entre Mina y Halim, más emparentado con la ternura que con el deseo, fruto de décadas de convivencia callada y sentida; por otro lado el amor reprimido entre Halim y Youssef en el que la atracción es filmada por Touzani con exquisitez y sobriedad. Finalmente hay otro tipo de amor, aún más inasible (como si el amor no lo fuera siempre) que es el que todos los personajes ponen en su trabajo, el amor con el que despliegan cada tela, cortan los patrones y cosen cada pieza y cada adorno. El avance de la trama argumental hará que todos estos amores deriven hacia otro, casi fraternal, que se establece entre los tres personajes, tejido con un conmovedor sentido de la generosidad, de la renuncia y del saber esperar.

Si bien es cierto que la película se beneficiaría de algún acortamiento de metraje en algunas secuencias de la parte central del film que resultan un poco reiterativas, la parte final de la película cobra una fuerza enorme para rematarse con uno de los finales más conmovedoramente hermosos vistos en varios años. La forma en la que Maryam Touzani finaliza su película es de una fuerza visual asombrosa y todas las emociones, más o menos, contenidas durante la película se desbordan en una secuencia final sencillamente magistral.

Maravillosas interpretaciones del trío protagonista, particularmente de la gran Lubna Azabal y de un Saleh Bakri que personifica en su rostro todas las emociones a las que nos hemos referido con dulzura y fragilidad. Exquisita película, delicada en su realización y valiente en la determinación de abordar un tema tabú en el mundo árabe como la homosexualidad.

El caftán azul

8

Puntuación

8.0/10

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