La plataforma FlixOlé ha estrenado hoy, 13 de enero, El camino (1963) de Ana Mariscal, una de las joyas desconocidas del cine español, la primera en adaptar una novela de Miguel Delibes.
El recuerdo de Ana Mariscal como actriz de cabecera en las películas de los 40 y 50 permanece imborrable, pero ese no ha sido el único legado que dejó esta estrella incontestable del cine español: fue una de las primeras mujeres en encarnar un personaje masculino en el teatro, en fundar su propia productora y en ponerse detrás de la cámara, haciendo carrera de ello. También fue la primera en adaptar una novela de Miguel Delibes: El camino, una de las joyas del séptimo arte patrio, olvidada durante décadas, que se puede ver ya en la plataforma FlixOlé.
Mariscal fue una de las precursoras del neorrealismo italiano en la España del franquismo, y su obra cumbre, El camino, es un claro ejemplo del cine personal, apegado a la realidad y a las preocupaciones sociales, que desarrolló la diva de la gran pantalla en su faceta de directora. Esto no era del agrado de la censura, que entorpeció la exhibición y distribución de la película, contribuyendo a que ésta quedase como un título maldito.
El interés por El camino ha experimentado un reciente despertar en certámenes y filmotecas, y el Festival Internacional de Cannes, en su 74ª edición, incluyó su proyección en la sección de clásicos. Gracias a FlixOlé podemos ver esta obra imprescindible en una versión restaurada y digitalizada.
El humanismo y existencialismo del texto de Delibes se convirtieron en imágenes en este largometraje con el que la directora representó la vida de un cotidiano pueblo de la sierra de Ávila, con sus penalidades y alegrías. La cineasta filmó un retablo costumbrista del mundo rural y sus gentes durante la dictadura. Para ello utilizó como hilo conductor a Daniel, un niño apodado ‘El mochuelo’ al que su padre quiere enviar a la ciudad para que termine sus estudios y sea un hombre de provecho. Durante las horas previas a su marcha, por la mente del adolescente desfilan los recuerdos del pueblo y de sus vecinos.
El bucólico retrato maquilla el ambiente opresivo, la falta de oportunidades y el paternalismo religioso que evidencia la película. Una crítica social que, paradójicamente, no descarga su culpa en los personajes. La ternura e inocencia de los protagonistas nos alcanzan de lleno, y nos dejan numerosos episodios imborrables: como el del ejército de beatas persiguiendo las pecaminosas conductas de sus convecinos; las diabluras de los jóvenes del lugar, algunas de las cuales terminan en tragedia; el juego de la cucaña como excusa para ensalzar la masculinidad entre los lugareños; o las sonrisas y lágrimas de la pequeña Mariuca-Uca.