Las críticas de Daniel Farriol en el Festival de Sundance 2023:
My Animal
My Animal es un drama romántico canadiense con elementos de terror que está dirigido por Jacqueline Castel y cuenta con guion de Jae Matthews. La historia nos presenta a una chica adolescente que quiere entrar en el equipo masculino de hockey sobre hielo y se enamora de una chica recién llegada al pueblo que entrena en el mismo pabellón para convertirse en patinadora artística profesional. Sin embargo, hay un secreto oscuro que le obliga a controlar al animal que lleva dentro y le impide comportarse como una persona normal.
Está protagonizada por Bobbi Salvör Menuez (Adam, My Life Is a Soundtrack), Amandla Stenberg (Bodies Bodies Bodies, The Eddy), Heidi von Palleske (Ankle Biters, El guardián), Steven McChattie, Cory Lipman, Dean McDermott, Trish Rainone y Joseph Dylan Ruyman. La película se ha podido ver en Enero de 2023 dentro de la Sección Midnight de la programación del Festival de Sundance 2023.
El romance eclipsa el relato sobrenatural
My Animal es una decepcionante incursión en el relato clásico de licántropos que se explora a través de la relación romántica entre dos jóvenes adolescentes. Heather (Bobbi Salvör Menuez) es una inadaptada social que sueña con jugar en el equipo masculino de hockey sobre hielo. En plena etapa de crecimiento y autodescubrimiento sexual, se sentirá inmediatamente atraída por Jonny (Amandla Stenberg), una patinadora que acaba de llegar al pueblo con su exigente padre. A partir de entonces las dos se harán inseparables y su amistad irá creciendo hacia algo más carnal, pero Heather tiene que lidiar con su verdadera naturaleza animal que aparece durante las noches de Luna Llena.
No es que sea una premisa muy original, pero de inicio siempre resultan atractivas este tipo de propuestas que utilizan el aspecto sobrenatural para definir las contradicciones internas de un personaje. La protagonista quiere comportarse como una adolescente normal, salir de fiesta y emborracharse con sus nuevos amigos, pero ella no es una chica normal y si no regresa antes de la medianoche a casa (como el cuento de «La Cenicienta») se producirá su transformación en loba. Por eso debe encadenarse a la cama para evitar cometer algún acto salvaje del que arrepentirse el resto de su vida, tal y como ya le sucedió cuando de niña atacó a su propia madre y casi la mata. Por desgracia, tras la presentación de ese potente conflicto, exceptuando un final donde definitivamente se abraza el género, el resto del metraje tanto el terror como el fantástico brillan por su ausencia.
Bella y Bestia son
Para definir las coordenadas que tendrá la película, Jacqueline Castel nos presenta una primera secuencia en la que vemos a la protagonista observar con atención en un televisor La Bella y la Bestia (Jean Cocteau, 1946), resonando en la habitación una frase shakespeariana tan reveladora como «el amor puede convertir a un hombre en bestia». De eso trata la película, de la transformación interior a través del amor para aceptar nuestra naturaleza y quiénes somos en realidad más allá de las convenciones que nos dicta la sociedad. My Animal adopta, entonces, las formas de un coming of age de manual donde seguiremos a Heather en su enamoramiento hacia Jonny.
La sexualidad asociada a la bestia interior no es algo nuevo como tampoco lo es el cambiar la figura del peludo hombre lobo por una chica adolescente experimentado con su cuerpo. En ese sentido, solo hay que recordar la influyente franquicia iniciada por Ginger Snaps (John Fawcett, 2000) o su inconfeso remake Crudo (Julia Ducournau, 2016) donde ya se abordaban temas similares. Castel hace un acercamiento más romántico y psicológico a todo eso, pero los personajes no tienen la entidad suficiente para que nos resulten interesantes durante un segundo acto de evolución lenta que acaba volviéndose monótono.
Mirando hacia los 80 sin ira
En el aspecto visual My Animal bebe de diversas fuentes de los años 70 y 80 como puede ser el terror de Serie B, el montaje de videoclip, las vampiresas de Jean Rollin o el erotismo de arte y ensayo que destilaba Rinse Dream. La directora, junto al fotógrafo Bryn McCashin, crean texturas surrealistas y lisérgicas que contrastan con el realismo cotidiano de los personajes, por eso nos obsequian con constantes virados a rojo que sirven para simbolizar la creciente pasión surgida entre las dos chicas. Eso sí, los encuentros sexuales parecen filmados por una erotómana principiante mediante trucos tan manidos como la cámara lenta con ese fondo de música electrónica que provoca la sensación de estar contemplando un comercial de perfume más que una película.
En definitiva, My Animal es un filme irregular que acude al género como mera excusa para desarrollar una historia iniciática sobre la identidad intentando reinventar algunas claves del pasado sobre los mitos del licántropo, pero que finalmente acaba recurriendo a demasiados lugares comunes con un desarrollo argumental aburrido y previsible en su descripción de los primeros amores. Es una lástima que no se aprovechen todos esos momentos de fuga escénica donde la directora busca experimentar con la narrativa o la imagen al mismo tiempo que sus jóvenes protagonistas lo hacen con las sustancias alucinógenas.
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