Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
EO
Desconozco en qué momento y de qué forma el burro dio muestras de su corta inteligencia para que su nombre empezara a usarse como insulto al que es rematadamente tonto. No es el único nombre de animal que se utiliza para insultar a un ser humano: cerdo al que descuida la higiene, come sin educación o tiene pensamientos sucios, tortuga al lento, araña al tacaño o buitre al que aprovecha la situación de debilidad de alguien para aprovecharse de él. Podríamos seguir pero no es la intención de este escrito hacer una tesis sobre el tema. Quedémonos con el burro. El veterano director polaco (84 años) Jerzy Skolimowski ha decidido emplear precisamente a un pequeño borrico para protagonizar su más reciente film que lleva por título EO en referencia a la onomatopeya de un rebuzno.
La película, a medio camino entre una metáfora poética y un film experimental, parte del momento en el que EO, que trabaja en un circo con una dulce chica llamada Kasandra, es «liberado» por una asociación animalista que persigue la abolición de la presencia de animales en los circos a gritos de «el adiestramiento es tortura». No tengo muchas ganas de meterme een camisas de once varas, pero esta manía de empeñarse en ayudar al que no ha pedido ayuda a veces trae consecuencias como las que sufre el pobre EO, que pasa del cariño de Kasandra a sufrir una sucesión de desventuras mucho más crueles que su «adiestramiento» circense.
Rizando el rizo podríamos hablar de una road movie burril. Skolimowski pega su cámara al burro protagonista y a través de su mirada irá haciendo un recorrido por diferentes versiones de la bestialidad humana. El director no desaprovecha las ocasiones que se le presentan de mostrar la interacción de EO con otros animales y dejar claro en cada momento que, de todos ellos, los peores son los que se sostienen sobre dos extremidades. La secuencia en que se encuentra con un grupo de hooligans futboleros es paradigmática de un tipo de comportamiento mucho más propio de asnos que el del propio burro.
Si bien es cierto que EO es una película mucho más potente desde el punto de vista visual que desde el argumental y que, hacia el final de la película, toma una deriva narrativa no demasiado coherente con el resto, el conjunto es fascinante, hipnótico por momentos, gracias a una carga metafórica mucho más compleja de lo que es posible entender en un único visionado.
El influjo de Bresson (reconocido por Skolimowski) y su Al azar, Baltasar está presente, fundamentalmente durante la parte central del film en el que la carga poética, las poderosas imágenes y la música de Pawel Mykietyn consiguen que el espectador llegue a empatizar con ese pobre burro viajando por Europa y desee que le pasen cosas buenas. Lástima que al final, la apuesta narrativa por la mirada subjetiva de EO se deshinche un poco en favor de la aparición de unos seres humanos (Isabelle Huppert entre ellos) cuyo significado no alcanzo muy bien a comprender, probablemente sea demasiada metáfora para 86 minutos.