jueves, abril 25, 2024

Centenario Alain Resnais: Crítica de ‘Aún no has visto nada‘ (2012)

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Aún no has visto nada

A sus noventa años, Alain Resnais filmó Aún no has visto nada (Vous n’avez encore rien vu), su penúltima película en la cual volvió al teatro como fuente de inspiración. Para ello, tras barajar varios autores, se decidió por Jean Anouilh, uno de los dramaturgos franceses más prolíficos y reconocidos del siglo XX a quien había admirado como espectador teatral, pero de quien nunca había tomado ninguna de sus obras como material de trabajo. En su continuo e inagotable afán de experimentación, Resnais rehusó adaptar una única obra de un modo convencional y, de nuevo junto a su amigo y coguionista Laurent Herbiet, escribió un guion en el que se fundían dos obras de Anouilh, «Eurydice» (1942) y «Querido Antonio» (Cher Antoine, 1969).

El punto de partida de la película no puede ser más atractivo. Trece actores franceses de renombre reciben una llamada de teléfono en la que se les interpela por su nombre real y se les comunica la trágica muerte de Antoine d’Anthac (Denis Podalydès) un autor y director teatral con el que todos habían trabajado y, por lo que se ve, trabado una amistad más allá de lo profesional. Las trece llamadas las hace el mayordomo del fallecido (Andrzej Seweryn) que sucesivamente pronuncia las mismas palabras dirigiéndose a Lambert Wilson, Pierre Arditi, Anne Consigny, Mathieu Amalric, Anny Duperey, Michel Robin, Hippolyte Girardot, Michel Piccoli o Sabine Azéma entre otros. Todos son convocados a pasar un par de días en la mansión del fallecido d’Anthac para presenciar la lectura de sus últimas voluntades y asistir a su funeral.

Uno a uno van llegando a la mansión donde son recibidos por el mayordomo, todos son ellos mismos y se saludan y abrazan llamándose por sus nombres reales: Sabine, Pierre, Anne o Michel… tras la distribución de habitaciones, todos son invitados a sentarse en un gran salón con sofás y sillones distribuidos estratégicamente frente a una pantalla en la que va a emitirse una videograbación: en ella, el fallecido Antoine d’Anthac les agradece su presencia y justifica haberles reunido porque todos, en algún momento de su carrera, interpretaron alguno de los personajes de su obra Eurídice y quiere mostrarles la grabación del ensayo que una joven compañía ha hecho de la misma pidiéndole permiso para poder representarla en público.

A partir del comienzo de la representación de la joven compañía (un montaje que Resnais encargó personalmente al director Bruno Podalydès), los actores comienzan a verse invadidos por el recuerdo de los papeles que interpretaron en su día. Es así como Pierre Arditi y Lambert Wilson comienzan declamando frases de Orfeo, Sabine Azéma y Anne Consigny rememoran sus papeles de Eurídice, Piccoli el del padre de Orfeo y así sucesivamente. De un modo gradual, los actores presentes en el salón de d’Anthac, bajo la atenta mirada del mayordomo, comienzan a apropiarse de la obra, pronto dejarán de conformarse con declamar desde su asiento y se levantarán para actuar abandonando su naturaleza de actor y encarnarse en su personaje.

A pesar de que la representación de la joven compañía sigue siendo proyectada en la pantalla, Resnais establece su juego de espejos contraponiendo un teatro filmado de cierto corte experimental con la revisión de la obra que, ocasionalmente, se desdobla en dos a través de los dos repartos presentes en la sala, el Orfeo de Arditi y la Eurídice de Azéma se reparten (o repiten) las secuencias con el Orfeo de Wilson y la Eurídice de Consigny. A ambos dan la réplica Duperey como la madre de Eurídice, Piccoli como el padre de Orfeo o Amalric como Monsieur Henri. Realidad y ficción desdoblada en tres para alcanzar el paroxismo de la experimentación narrativa.

Como (segundo) fondo argumental se despliega el mito de Orfeo y Eurídice con su amor más allá de la muerte pasado por la actualización de Anouilh y sus agudas observaciones morales sobre la fidelidad, el miedo a ser infeliz, la soledad, el abandono, el suicidio o la muerte, temas todos ellos muy presentes en la filmografía de Resnais.

En Aún no has visto nada, Resnais lleva muy lejos su ya conocida afición a la libertad (arbitrariedad dirían sus detractores) en la manipulación del espacio y el tiempo aplicada a todos los elementos de la puesta en escena, tanto en la decoración como en la iluminación fotográfica o, no digamos ya, en el montaje como elemento articulador de las secuencias. Resnais se mueve con una absoluta despreocupación por ceñirse a circunstancias aparentemente sagradas como el raccord o la coherencia temporal. Es así como se permite cambiar de sitio los sofás sobre los que se sientan sus actores de un plano a otro, hacer que una puerta o un perchero aparezcan o desaparezcan del plano a capricho de las necesidades dramáticas o deslizar algunas frases del guion de la boca de un personaje a la de otro a semejanza de lo que muchos años antes hiciera en El año pasado en Marienbad.

A esta sensación de irrealidad contribuye el aire fantasmal que envuelve muchas de las secuencias que fueron manipuladas en la postproducción introduciendo efectos visuales en planos filmados sobre croma. Una estación de tren superpuesta al decorado, una cafetería o divisiones del plano en dos y hasta en cuatro cuadrantes en los que simultáneamente ocurren fragmentos de la representación teatral. La banda sonora fue obra del estadounidense Mark Snow en la que supuso la tercera colaboración consecutiva con Alain Resnais, algo también inédito en la filmografía del director bretón a quien le gustaba cambiar de compositor en cada película.

Pero si hipnótico es el juego escénico, visual y narrativo que plantea Resnais en esta osadía titulada Aún no has visto nada, lo que resulta absolutamente fascinante es el trabajo actoral de esta pléyade de intérpretes que derrochan generosidad ante una invitación arriesgada en la que, algunos de ellos, tienen muy poca presencia en pantalla. Resulta impensable que hubieran aceptado una propuesta así de no tratarse del proyecto de un (nonagenario) maestro del cine como Alain Resnais. A pesar de la vocación coral del reparto, es imposible no subrayar el trabajo de Arditi y Azéma, su pareja de intérpretes fetiche que aquí compartieron secuencias por última vez ya que Arditi no aparecerá en Amar, beber y cantar que terminaría siendo el testamento fílmico de Resnais.

Aún no has visto nada participó en la Sección Oficial del Festival de Cannes de 2012 donde no recibió ningún galardón y fue acogida con críticas desiguales. Su distribución internacional fue también bastante irregular y, de manera vergonzante, permanece inédita España donde nunca se llegó a estrenar en salas comerciales.


Aún no has visto nada además de no haber sido estrenada en España, no ha sido nunca editada en formato físico en nuestro país y, hasta donde tenemos conocimiento, no ha podido verse en ninguna plataforma. Para poder verla hay que recurrir a ediciones en DVD extranjeras. La edición francesa no tiene subtítulos, por tanto solo es válida para francoparlantes. Existe una edición inglesa con la versión original francesa y subtítulos en inglés gracias a la cual hemos podido ver la película.

Aún no has visto nada

7.5

Puntuación

7.5/10

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