Las críticas de José F. Pérez Pertejo en el 70 Festival de San Sebastián:
En los márgenes
Juan Diego Botto, buen actor de cine y excepcional de teatro, ha dado el salto a la dirección cinematográfica con un afinado ejercicio de realismo social al más puro estilo Ken Loach, siento apelar a una referencia tan facilona pero resulta inevitable. Sin embargo, a pesar de lo peliagudo del tema central del film, los desahucios, En los márgenes no tiene el tono panfletario de algunos de los films (de los menores) de Loach y evita toda tentación de ideologizar su película para centrarse fundamentalmente en aquello que le da sentido: sus personajes. Unos personajes que no responden a una creación de unos guionistas (el propio Botto y Olga Rodríguez) como instrumentos para contar una historia, sino a una traducción en pantalla de personas de carne y hueso que cada día viven, precisamente, en los márgenes de una sociedad de consumo voraz y deshumanizada que algunos, quizá para acallar su conciencia, llaman del bienestar.
Y precisamente de eso, de sacudir conciencias, se encarga Juan Diego Botto primero con el teclado (o el bolígrafo) escribiendo el guion y después con la cámara. El guion, construido como una especie de vidas cruzadas, va presentando a una serie de personajes en lo que inicialmente podría parecer una película coral para, a medida que avanza el metraje, ocuparse fundamentalmente de tres personajes nucleares a los que dan vida tres actores que hacen auténtica magia con sus interpretaciones. Si extraordinaria está Adelfa Calvo y soberbio (como siempre) Luis Tosar, lo de Penélope Cruz es de otro planeta. Juega en otra liga. Viendo esta película he tomado la determinación de soltarle una bofetada al próximo al que escuche cuestionar su valía como actriz, algo que, créanme, solo ocurre en España.
No me parece conveniente hablar demasiado del argumento, baste decir que Penélope Cruz es una madre de familia trabajadora en un supermercado a la que están a punto de desahuciar por no poder afrontar la hipoteca; que Luis Tosar es un abogado dedicado a trabajar en asuntos sociales, uno de esos hombres que pretende que los días duren 36 horas y llegar a todas partes y cada noche descubre con amargura que solo tienen 24 y que (casi) todo se le ha quedado a medias; y que Adelfa Calvo es una viuda, con cierta edad, a la que también amenaza un desahucio, en su caso por haber avalado a su hijo Germán (Font García) que no pudo afrontar su deuda. Si acaso, podría hablarse de un cuarto personaje trascendental, el de Raúl (Christian Checa), hijo de la actual pareja de Luis Tosar, que quizá sea el único que se escape del naturalismo general y obedezca a un fin dramático concebido en el guion, el de vehicular la sacudida de conciencia que el film pretende en su naturaleza.
Habrá quien acuse a Juan Diego Botto de tremendista, pero no creo que lo haga nadie que alguna vez haya pisado un comedor social, haya presenciado el desahucio de una familia (no el de unos ocupas) o conozca de primera mano las necesidades que la gente que vive en barrios humildes (en los márgenes) hace llegar a los trabajadores sociales de los centros cívicos.
Desde el inicio del film, en el que puede verse la filmación más naturalista de una secuencia con una niña que recuerdo (de hecho, cuesta trabajo creer que esté interpretando) hasta el emocionante final, todo el metraje transcurre sin desmayo, sin caídas de ritmo ni tiempos muertos, algo que, sin duda, obedece, además de al buen hacer de Botto, a un acertadísimo montaje que intercala cada una de las historias con buen tino y acertado sentido narrativo. El guion dosifica la emoción hasta llevarla a los momentos culminantes de las tres historias que terminan con sutileza para cerrar un film intenso, honesto y sustentado sobre las mayúsculas interpretaciones de sus intérpretes, en particular de Penélope Cruz.
He estado en el estreno de la película, y todavía tengo los pelos de punta. Al salir le he comentado a mi hija, que la ha visto conmigo “Como alguien me vuelva a decir que Penélope Cruz es mala actriz, le doy un tortazo” Cuando he leído esta crítica, casi me da un pasmo.
Cuántas discusiones he tenido defendiendo el buen hacer de Penélope, es muy grande, y los españoles somos muy envidiosos, pero afortunadamente ahí sigue demostrando lo que vale.