domingo, octubre 13, 2024

AFF 2022. Crítica de ‘Bloody Oranges‘: Mordaz sátira social sin concesiones

Las críticas de David Pérez «Davicine» en el AFF 2022:
Bloody Oranges

Desde la sátira política y el humor negro llega Bloody Oranges, película francesa muy provocadora que encierra la mezcla perfecta entre el humor de Armando Ianucci (Veep), la crudeza de Julia Ducornau (Titane) y también algo de Pulp Fiction. En ella, un concurso de baile desencadena una serie de violentas y divertidas consecuencias.

Dirigida por Jean-Christophe Meurisse, cuenta en su reparto con Alexandre Steiger, Christophe Paou, Lilith Grasmug, Olivier Saladin, Lorella Cravotta, Fred Blin, Blanche Gardin​ y Céline Fuhrer. La película se puede ver en el Atlàntida Film Festival de Filmin en Julio-Agosto de 2022.

Diferentes historias para reflejar el malestar social

Laurence y Olivier (Lorella Cravotta y Olivier Saladin) son una pareja feliz que aprovecha su jubilación para volver a divertirse. Los dos son aficionados al baile y al Rock and roll, y quieren demostrarlo participando en un torneo de baile. Mientras que su hijo Alexandre (Alexandre Steiger) piensa ante todo en su carrera como abogado a la vez que trata de hacerse un nombre en la política, sintiéndose avergonzado por el comportamiento de sus padres.

El estado actual del país exige una distribución justa de los trabajos, el dinero y la vivienda, y el ministro Stéphane Lemarchand (Christophe Paou) no solo tiene problemas profesionales para sacar adelante sus planes, sino que tiene la presión mediática ante sus actos privados. Completa este conjunto de historias la de Louise (Lilith Grasmug), una joven de 16 años con muchas preguntas y dudas sexuales.

Historias individuales pero interconectadas

Tras Apnée, la segunda película del director francés Jean-Christophe Meurisse trata sobre las estructuras sociales de Francia, teniendo de fondo especialmente las peticiones por un mayor salario mínimo y un aumento de las pensiones, demostrando la distancia real que hay entre los políticos y los ciudadanos de a pie, especialmente por la gran desigualdad social que impera en el país. Para abarcar aún más en este debate, la película opta por mostrarnos diferentes clases sociales, géneros y edades, y así ver hacia donde se dirige el país, cada una de ellas reflejada a modo de diferentes capítulos dentro de la película.

A pesar de tratarse de capítulos individuales, con personajes que aparentemente no tienen una relación de inmediato, Bloody Oranges se encarga de encajar las piezas para que al final todo cobre sentido y componga un puzle del actual malestar en el que vive la sociedad actual, desde los jóvenes a los jubilados. Este reflejo de lo que es el día a día queda patente desde la primera y magnífica escena en la que el jurado de un concurso de baile muestra la falta de enfoque en una sociedad que parece que ha cogido cierto gusto por poner etiquetas a todo, perdiendo de vista lo esencial, todo ello con una puesta en escena que deja claros los orígenes teatrales del director, dejándose fuera de la película cualquier intento de corrección política.

De la comedia satírica a la crudeza provocadora

A medida que avanza la historia, vamos viendo como muchos personajes de Bloody Oranges coquetean con la corrupción o la depravación, sin importar lo que eso pueda afectar a quienes lo rodean, desde la falta de empatía en los restaurantes con el resto de comensales a las discusiones a pie de calle con un taxista, habiendo solo un personaje libre de comportarse como desea, sin miedo a fingir, aunque precisamente no sea el mejor ejemplo a seguir.

Lo que comienza como una película afrancesada con toques de Armando Iannucci, deriva en un homenaje a El silencio de los corderos y al bizarrismo de Julia Ducornau, por lo que está bien avisar que quienes vayan dejándose llevar por esta comedia satírica repleta de humor negro sepan que se encontrarán por sorpresa con la crudeza de algunas escenas.

Es por estas escenas sangrientas por lo que se aprecia en el director cierta influencia de Julia Ducornau, quien nos ha sorprendido con su más reciente película Titane pero anteriormente dejó su sello con Crudo, aunque es mejor que la sorpresa llegue al espectador sin saber a qué personajes afectará lo más desagradable de la película. Lo que si es evidente, es que incluso cuando la película gira radicalmente para representar acciones mucho más brutales físicamente de lo que hemos visto anteriormente, es capaz de mantener su sentido del humor y seguir encajando cada pieza, sin desentonar con el tono desenfadado que hemos disfrutado hasta el momento.

No se puede dudar de la sobresaliente puesta en escena que ha creado Jean-Christophe Meurisse, y especialmente la atmósfera que se respira en todo momento, pues la película no tiene el tono permanente de comedia, pero si es capaz de mostrarse sorprendentemente amena y ligera incluso en las escenas más mordaces y despiadadas. El tono de la película puede poner en riesgo nuestra capacidad de empatizar con algunos de los personajes que lo pasan mal, pero es esta forma de mostrar el antidrama lo que acaba atrapándonos en cada una de sus historias con sus inquietantes desenlaces.

Bloody Oranges es una sátira política y social plagada de humor negro con unos diálogos pulidos y una puesta en escena atractiva, sirviendo de reflejo exagerado de la injusticia social que se vive actualmente.


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Bloody Oranges

8.3

Puntuación

8.3/10

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