jueves, abril 18, 2024

Ciclo David Lynch: Crítica de ‘Corazón salvaje’ (1990)

 Las críticas de Daniel Farriol:
Ciclo David Lynch
Corazón salvaje (1990)

Corazón salvaje (Wild at Heart) es un thriller criminal escrito y dirigido por David Lynch, adaptando la novela de Barry Gifford. La historia sigue a la pareja formada por Sailor y Lula que deciden huir a California tras obtener él un permiso penitenciario. La madre de la chica se opone a la relación y contrata a un sicario para que se deshaga de él, aunque hay otras motivaciones oscuras en esa decisión. Está protagonizada por Nicolas Cage, Laura Dern, Diane Ladd, Willem Dafoe, Harry Dean Stanton, J.E. Freeman, Isabella Rossellini, Grace Zabriskie, Jack Nance, Sherilyn Fenn, Sheryl Lee y Crispin Glover.

Una Palma de Oro salvaje

Corazón salvaje es una obra arriesgada, excesiva, febril. Acaso sea la película que peor está envejeciendo de la filmografía de su autor con el paso del tiempo, pese a dejarnos algunas imágenes que perdurarán por siempre en nuestra memoria cinéfila. Si su anterior filme Terciopelo Azul fue rechazado por el comité de selección del Festival de Venecia por considerarlo pornográfico, Lynch redobló su apuesta en esta adaptación libre de una novela de Barry Gifford donde el sexo cobra vital importancia en su vertiente más apasionada, pero también en la más enfermiza.

El resultado de ese desafío coronó al director definitivamente como un cineasta de prestigio al obtener una polémica y discutida Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1990. Fue una edición en que el jurado estaba presidido por Bernardo Bertolucci y a su lado tenía a personalidades de la talla de Anjelica Huston, Bertrand Blier, Christopher Hampton, Fanny Ardant o Sven Nykvist, entre otros, que digo yo algo de cine sabrán. No gustó nada ese fallo, en especial al inefable crítico Carlos Boyero que catalogó la película de «detestable», colocando a Lynch por encima de ilustres cineastas como Godard, Tavernier, Tornatore, Loach, Yimou o Eastwood, que también estaban a competición ese año. Esa decisión rompedora dio visibilidad al Lynch más radical y juguetón, ganándose la fama de «rarito» que le ha acompañado toda su carrera.

Bonnie y Clyde viajan por un Oz psicodélico 

Antes de acercarse a Corazón salvaje hay que entender que estamos ante una propuesta marciana que ni debemos tomarnos completamente en serio ni completamente a broma. La trama sigue a una pareja de enamorados, Sailor (Nicolas Cage) y Lula (Laura Dern), que deciden fugarse a California para huir de la madre de ella que no aprueba esa relación y contrata a varios sicarios para atraparlos. El argumento y los personajes parecen extraídos de la más tradicional novela criminal americana, pero los ecos literarios de Jim Thompson, James Ellroy o Elmore Leonard quedan diluidos en un retrato caricaturesco que estira los estereotipos hasta romperlos en el interior de una narrativa discontinua que asume como propios los códigos de los cuentos de hadas.

Sailor y Lula son, pues, una pareja de fugitivos descendiente de los Bonnie y Clyde o de los Micky y Mallory (de Asesinos Natos), con la diferencia que su relación está atravesada por un halo romántico exacerbado más propio de una telenovela con ritmos que van del rock’n’roll al trash metal (según sea el estado emocional de los jóvenes protagonistas). Como vemos, la combinación de estilos y referencias constantes en la película la convierte en una rara avis tan particular como errática, repleta de arrebatos de genio del cineasta que se intercalan con escenas menos afortunadas. Por tanto, no puede verse Corazón salvaje como una película común sino como una psicodélica transmutación de los tropos del cine negro dentro del universo fantástico de El Mago de Oz.

Canciones y freaks

Corazón salvaje se inicia con un fósforo ardiendo en primer plano, una imagen que se repite a lo largo de la película y que ya había utilizado el director en Terciopelo Azul. El fuego es clave en esta historia, inundando de forma poética unos créditos iniciales bajo el «Im Abendrot» de Richard Strauss que presenta con solemnidad el trauma (el padre de Lula muere en ese incendio), pero que rompe después de manera abrupta por la marchosa melodía del «In The Mood» de Glenn Miller. Los saltos musicales son una constante durante toda la película que te lleva sin descanso por una aventura de tono atemporal en la que tiene cabida la pasión de Sailor por Elvis Presley, junto a temas de Duke Ellington, Them o Gene Vincent que suenan entre canciones más contemporáneas de Chris Isaak o Powermad. Los anacronismos funcionan en el cine de Lynch de manera que nunca sabemos a ciencia cierta en qué época transcurren los hechos contados o, mejor dicho, no es algo que le importe demasiado.

El fuego es también el símbolo de la ardiente pasión que siente la pareja protagonista, una relación carnal que Lula define con el «estoy más caliente que el asfalto de Georgia». Sexo y carretera vertebran esta road movie por una América Profunda carnavalesca poblada por una galería de freaks que bien se ganarían la vida en una barraca de feria junto a El hombre elefante. La obsesión de Lynch por la fealdad, la monstruosidad y la enfermedad nos regala aquí a varios personajes para su colección entre los que destacan la psicótica Juana (Grace Zabriskie), que tiene una pierna más corta que la otra y utiliza un bastón para caminar, y, sobre todo, el desagradable Bobby Peru (Willem Dafoe), con esa dentadura tan podrida como su atracción por lo amoral.

La violencia hiperbólica. Entre el cómic y el cuento

Es precisamente Peru uno de los personajes más icónicos de Corazón salvaje pese a que no aparece en el filme hasta que llevamos 78 minutos de metraje. La magistral interpretación de Dafoe y la accidental autovoladura de sesos que acomete con una escopeta tras un atraco fallido, son inolvidables. Precisamente esa escena fue censurada en Estados Unidos por considerar que poseía una violencia demasiado explícita, aunque resulta esencial para comprender el tratamiento que hace Lynch de la violencia. Resulta tan exagerada que parece de viñeta de cómic, pero la censura no lo entendió así, aún deberían pasarían unos pocos años para que Quentin Tarantino acuñara como señal de identidad ese tipo de violencia llevada a la hipérbole.

Otros personajes para recordar son Perdita (Isabella Rossellini), que tendría tiempo después su propio spin off en Perdita Durango (Álex de la Iglesia, 1997), y la verdadera reina de la función, Marietta Fortune (Diane Ladd), que permitió a la actriz (madre en la vida real de Laura Dern) el regalarnos una afectada y divertida interpretación no siempre comprendida que teatralizaba cada uno de sus gestos hasta la parodia, declamando los diálogos como si fuera la mala de una telenovela de sobremesa. No en vano es la bruja del cuento, la Bruja Mala del Oeste que, con sus zapatos puntiagudos y montada literalmente en una escoba, pretende arruinar el camino de baldosas amarillas emprendido por la pareja protagonista. Uno de los planos definitivos del filme es aquel en que Marietta se pinta el rostro de rojo con un pintalabios dándole el aspecto de un demonio.

El veneno de la serpiente

Ya hemos dicho que Corazón salvaje no se encuentra entre lo mejor de la filmografía de David Lynch, pero aún así soporta una análisis en profundidad de todos los símbolos contenidos por la película. Si te acercas a ella buscando realismo será difícil que conectes con la propuesta. Sin embargo, las constantes del cine de su autor están todas presentes y la película no deja de ser un recorrido abstracto por el lado oscuro de una América de ensueño, donde el sadismo y la perversión arrinconan los buenos sentimientos y la visión idílica del Hollywood clásico. Lynch prefiere escarbar en lo oscuro, lo decadente, lo amoral, lo putrefacto… El olor a sudor y vómito como compañeros de viaje, pero sin perder de vista el humor y la sátira.

Por eso juega tanto con los estereotipos para identificar a los personajes. La chaqueta de piel de serpiente que lleva puesta Sailor y que repite «representa mi individualidad y mi fe en la libertad personal» es un homenaje a Marlon Brando en Piel de serpiente (Sidney Lumet, 1960). Fue una idea que tuvo el propio Nicolas Cage que, sin duda, se lo debió pasar tan bien rodando la película que ya nunca volvió a dejar de estar tan desatado como lo está aquí. Sorprende bastante más la elección como Lula de Laura Dern, actriz fetiche para Lynch, en un papel completamente opuesto al de Sandy en Terciopelo Azul, un juego que el director repite con Isabella Rossellini, ya que poco tienen que ver Perdita Durango y Dorothy Vallens, ni siquiera en el aspecto físico.

La carretera del amor

Sin embargo, pese a todas las majaderías que propone Corazón salvaje, la secuencia de ruptura, la que te descoloca e incomoda más que ninguna otra es la del accidente en la carretera. De pronto, la pareja de fugitivos se topa con un coche siniestrado y encuentra los cadáveres de una familia de la que solo ha sobrevivido una chica (Sherilyn Fenn), con una brecha en la cabeza, que va caminando desorientada entre los restos de ropa que han quedado desperdigados por el suelo. Lynch hace una parada severa en medio de la locura kitsch de la película para filmar esa escena nocturna desde la extrañeza de lo onírico como parte de la vida. Por un momento, esa Carretera Perdida se torna una dramática advertencia sobre la fugacidad de la vida, sobre la necesidad del carpe diem donde el amor es el único destino posible antes de que nos llegue la muerte sin tan siquiera avisar.

El final que nos tiene reservado Lynch para Corazón salvaje transita entre lo cursi y lo mágico. La hada buena con el rostro de Sheryl Lee despierta a Sailor con un «si eres verdaderamente salvaje de corazón, lucharás por tus sueños.», así que el chico-serpiente sentará la cabeza pidiéndole matrimonio a Lula delante de su hijo, entonando la melodía del «Love Me Tender» subido a un descapotable en mitad de un atasco y mientras aparecen los créditos finales. Un happy end típico de cine clásico y con aire conservador en un filme que precisamente pervierte todos los códigos posibles de ese cine clásico. Lynch en estado puro. Así que, más allá de la asincronía de algunos de sus elementos, de Corazón salvaje nos quedarán un buen puñado de imágenes alucinantes que nos volarán la cabeza como a Bobby Peru, además de mostrar la valentía de un autor por transgredir los géneros desde una óptica siempre personal e intransferible.


¿Qué te ha parecido la película?

Corazón salvaje

8

Puntuación

8.0/10

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