jueves, abril 25, 2024

Centenario Juan Antonio Bardem: Crítica de ‘Cómicos‘ (1954)

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Cómicos

Tras su debut con Esa pareja feliz, codirigida junto a su amigo Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem dirigió en 1954 su primera película en solitario: Cómicos, un auténtico homenaje a su familia, actores teatrales durante varias generaciones, y a todo el mundo de los cómicos de compañía que recorrían el país en largos viajes en tren para poner en escena obras teatrales con las que, en algunos casos, apenas se ganaban el pan.

El guion, escrito por el propio Bardem, hace recaer el protagonismo de la película en una de las actrices (secundarias) de la compañía, Ana Ruiz (Elisa Christian Galvé) que subsiste a duras penas haciendo papelitos de no más de 20 líneas. Ella, a través de sus sueños de prosperar y llegar a primera actriz, introduce (voz en off mediante) al resto de la compañía Soler-Salas en una entrañable secuencia inicial, previa a los títulos de crédito, que describe las diferentes categorías de la compañía mientras todos los miembros de la compañía duermen en un par de vagones de segunda en el tren que los desplaza de una ciudad a otra.

Bardem filma, con elegancia, una película de personajes, describiendo la jerarquía que impera en la compañía desde el primer actor Antonio Salas (Mariano Aquerino) y la primera actriz, una despótica Carmen Soler (Rosario García Ortega) que interpreta el papel protagonista de cada obra tenga o no la edad adecuada para hacerlo. De ahí hacia abajo el primer galán, el actor de carácter, el segundo galán, la segunda actriz (Emma Penella), la actriz característica, la actriz genérica, la actriz de veinte líneas (la protagonista Elisa Galvé) y el meritorio que no cobra un duro. Pero además, en su elenco de personajes, Juan Antonio Bardem no se olvida del representante (Arturo Marín), el regidor (Manuel Alexandre, acreditado como Alejandre), el apuntador o, incluso, el autor teatral al que interpreta Rafael Alonso.

Como haría tres décadas después Fernando Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte con su compañía de cómicos de la legua (con la diferencia de que estos trabajaban en el ámbito rural); Bardem se sirve de las vicisitudes de todos los personajes enunciados para mostrar un modo de vivir, para retratar un teatro durísimo de dos funciones diarias, todos los días del año, durmiendo en pensiones de mala muerte por sueldos que no alcanzaban para pagar los gastos.

Y lo hace con el amor de alguien que está tratando con material sensible, la vida de su familia, no en vano dos de los personajes se llaman igual que sus padres, Rafael y Matilde, los mismos a los que muchos años después aludirá Javier Bardem en el discurso de agradecimiento por el Óscar que recibió por No es país para viejos cuando se dirigía a su madre (hermana de Juan Antonio) Pilar Bardem: “Mamá esto es para ti, para tus abuelos, para tus padres, Rafael y Matilde, esto es por los cómicos de España que han traído, como tú, la dignidad y el orgullo a nuestro oficio”

Pero Cómicos no es solo una película costumbrista, Juan Antonio Bardem, a pesar de tratarse de su primera película en solitario, da muestras de una notable personalidad en el fondo y en las formas: en el fondo mediante el dilema moral, principal sustrato argumental del film, en el que sitúa a su protagonista con la aparición del empresario sin escrúpulos (Carlos Casaravilla) que la sitúa ante la salida rápida de convertirla en primera actriz a cambio de ser su amante; y en las formas con sus decisiones a la hora de colocar la cámara y estableciendo a través del montaje una peculiar dialéctica entre los planos. Paradigmática de esta idea sería la secuencia de la conversación entre Ana (Elisa Galvé) y Marga (Emma Penella) en la que los planos y contraplanos que se alternan muestran el rostro de las actrices de perfil en contra del clásico plano-contraplano de rostros frontales.

Cómicos es, en definitiva, una película deliciosa, imprescindible para los amantes del teatro, y probablemente la mejor obra de su director después de sus dos obras maestras: Muerte de un ciclista (1955) y Calle Mayor (1956).


Cómicos

8.5

Puntuación

8.5/10

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