martes, marzo 19, 2024

Crítica de ‘Top Gun: Maverick’: Una secuela a la altura de las expectativas

Las críticas de Óscar M.:
Top Gun: Maverick

En Top Gun: Maverick, tras más de treinta años de servicio como uno de los mejores aviadores de la Armada, «Maverick» se encuentra dónde siempre quiso estar: sobrepasando los límites como un valiente piloto de pruebas, pero el arriesgado piloto recibe el encargo de entrenar a un destacamento de graduados de Top Gun, donde se encuentra el hijo de su difunto amigo «Goose».

La secuela está protagonizada por Tom Cruise junto a Miles Teller, Jennifer Connelly, Jon Hamm, Glen Powell, Lewis Pullman, Charles Parnell, Bashir Salahuddin, Monica Barbaro, Jay Ellis, Danny Ramirez, Greg Tarzan Davis con Ed Harris y Val Kilmer. Está dirigida por Joseph Kosinski, y escrita por Ehren Kruger, Eric Warren Singer y Christopher McQuarrie. La película se estrena en cines el 26 de mayo de 2022 gracias a la distribución de Paramount Spain.

Reciclando los grandes éxitos

Tarde o temprano tenía que pasar que la desgastada y repetitiva maquinaria de Hollywood recurriera a los grandes éxitos de acción de los años ochenta y noventa para intentar recuperar la inversión con producciones taquilleras que reventaban los récords a golpe de millones y donde la ingenuidad y el optimismo campaban a sus anchas en guiones llenos de explosiones y frases grandilocuentes.

Top Gun: Maverick no es la primera ni la última película que apela al sentimiento nostálgico de unos espectadores que vivieron en su adolescencia el punto álgido del cine de acción y que se han reciclado con más de cuarenta años en el cine de superhéroes. La adaptación de los cómics a la gran pantalla sólo es una nueva burbuja cinematográfica que explotará (en algún momento), como antes lo hicieron las adaptaciones de libros, musicales, videojuegos, obras de teatro o series de televisión, otro filón del que la meca del cine intenta sacar provecho.

En esta ocasión, volvemos a Top Gun (uno de los mayores y más icónicos ejemplos del cine de acción ochentero), donde Tony Scott (quien venía de regocijarse en las fantasías onanistas lésbicas con El ansia) demostró que era capaz de traducir en imágenes vertiginosas una historia que, básicamente, consistía en repetir constantemente que el personaje principal es heterosexual (a pesar de la teoría de Tarantino al respecto) y tiene muchísima suerte. El guion (que fue escrito por los guionistas de la fantasiosa El secreto de mi éxito y adaptado sin reconocimiento por Warren Skaaren, responsable de Batman y Bitelchús) no daba para mucho más y tampoco era necesario con semejantes planos aéreos y los actores permanentemente empapados en sudor.

Replicar la fórmula de Scott

Aunque el guion de Top Gun: Ídolos del aire (como se subtituló en España) no fuera muy profundo, el hermano de Ridley Scott y el productor Jerry Bruckheimer crearon una película que costó 15 millones de dólares y recaudó más de 357, además de ganar un Óscar a la mejor banda sonora e incrementar las tasas de reclutamiento para la Marina en un 500%. Con semejante beneficio era totalmente innecesario salirse demasiado de los patrones establecidos para esta secuela.

Top Gun: Maverick tiene, esquemáticamente, el mismo guion que el de la película de 1986, con las mismas escenas situadas en el mismo orden y, aunque los diálogos han cambiado, la historia prácticamente es la misma y funciona igual que hace más de treinta años. El cine de acción ha cambiado mucho, era necesario un guion más sólido, con una motivación de los personajes mejor explicada (en la película original había que hacer demasiadas suposiciones por parte del espectador) y manteniendo a los enemigos anónimos (para no dañar la sensibilidad de ningún país) en sus aviones negros, al mismo tiempo que se ha adaptado el argumento a los nuevos estándares (para mantener la calificación por edades lo más bajo posible) y es complaciente con los espectadores más nostálgicos, un acierto por parte de los guionistas a pesar de trabajar con Ehren «mata-guiones» Kruger.

El director tampoco se queda atrás, y desde los títulos de crédito iniciales exactamente iguales a la original, es capaz de replicar y reproducir los planos que Tony Scott rodó hace tres décadas. El espíritu de Scott está presente y planea sobre cada escena, es innegable que Kosinski está rindiendo un homenaje a la película original y en sus escenas aéreas no le tiembla el pulso a la hora de mantener el nivel o, incluso, superarlo, con unas escenas de acción que vuelven a dejar al espectador con la boca abierta y devanándose los sesos intentando adivinar cómo han conseguido rodarlas y que se vean absolutamente reales.

Manteniendo la fantasía

En la imprescindible escena playera se ha cambiado el voleibol por el rugby, pero la intencionalidad de reafirmar en imágenes la masculinidad y virilidad de los participantes (así como lucir las innumerables horas de gimnasio) es la misma ahora que en los años ochenta (curiosamente dos actores con un físico no musculado son los únicos que conservan las camisetas puestas durante el juego grupal).

Otra de las concesiones que tiene que hacer el espectador es evitar pensar que Tom Cruise tiene casi sesenta años pero tiene un cuerpo que no se corresponde con su edad biológica, según el plano parece, incluso, que está más joven que en la película que protagonizó hace treinta y seis años. Peor suerte ha corrido Kelly McGuillis (cuya carrera cinematográfica ha quedado reducida a películas para televisión y series), quien ha sido sustituida por Jennifer Connelly, otro autoengaño consentido por parte de la audiencia, a la que se le presenta el personaje como si fuera el amor de su vida desde la primera vez que aparece en pantalla.

Cruise consigue encajar dentro del multitudinario nuevo grupo de estudiantes treintañeros, de los que sólo recordaremos el forzado bigote de Miles Teller, los cincelados músculos y blanquísimos dientes de Glen Powell y los insistentes planos de Mónica Barbaro al llegar a los créditos finales. Un conjunto de secundarios que, en su mayor parte, rellenan espacio en el plano puesto que su participación en la trama es mínima, un coste asumible para que el director y los guionistas nos introduzcan en la imposible misión que quieren realizar.

La alargada sombra de la duda sobre Cruise

Siempre nos quedará la duda de hasta dónde ha metido mano el actor Tom Cruise en su faceta como productor de sus películas, en esta ocasión se aprecia claramente un alargamiento innecesario final de la historia al más puro estilo de la saga Misión: Imposible sólo para el lucimiento personal de su personaje, a lo que también habrá ayudado McQuarrie, uno de los guionistas que también ha producido la secuela.

Estamos ante una de las mejores películas de acción del año y los productores lo tienen tan claro como para permitirse el lujo de reutilizar la banda sonora de Harold Faltermeyer de la película original, usar la canción de cabecera de CSI: Las Vegas (una de las series estrella del productor Jerry Bruckheimer) o contratar a Lady Gaga para que repita veintiséis veces la misma frase, lo llame «canción» y no desentone en el conjunto.

Sea una campaña promocional pagada por el ejército americano para fomentar el alistamiento en la marina, un homenaje al director fallecido o un vehículo para el lucimiento del torso apolíneo de Cruise, Top Gun: Maverick consigue cubrir todas sus pretensiones como película de acción, cumplir las expectativas de toda secuela y resultar triunfante cualquiera que sea su intencionalidad.

Top Gun: Maverick

7.5

Puntuación

7.5/10

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