martes, marzo 19, 2024

69 SSIFF. Gala Movistar+. Crítica de ‘Raphaelismo‘: Raphael, el hombre, el artista, el mito

Las críticas de José F. Pérez Pertejo en el 69 Festival de San Sebastián:
Raphaelismo

A lo largo de mi vida he tenido ocasión de ver dos veces a Raphael en directo. No son muchas teniendo en cuenta su dilatadísima carrera y mi declarada, vaya de antemano, admiración por el artista en cuestión. La primera de ellas fue como actor en el musical Jekyll y Hyde en Madrid hace la friolera de dieciocho o diecinueve años. Nunca olvidaré que en aquella representación hubo un problema de sonido y se produjo el estallido de un micrófono en plena actuación que pilló sola en escena a Marta Ribera (la mejor actriz de musicales de este país, dicho sea de paso) que hacía el papel de Lucy; ella no quebró la voz en ningún momento y terminó su canción hasta el final. El número siguiente era una de las principales canciones del musical, un dueto de amor entre la pareja protagonista que interpretaban la citada Marta Ribera y Raphael que salió al escenario totalmente crecido. Ambos, sin micrófonos, hicieron una interpretación tan memorable de la canción que provocaron una ovación de esas que ponen en peligro los cimientos del teatro.

Años después tuve ocasión de verle en Valladolid, en uno de los conciertos sinfónicos que ofreció con la orquesta de RTVE. Nada más salir al escenario, antes de que abriera la boca siquiera para saludar, el público ya se había puesto en pie y le dedicaba la primera ovación de la noche. El concierto fue uno de sus clásicos conciertos de casi tres horas donde repasa sus éxitos más memorables y ¡son tantos! Tras terminar el concierto, con todo el público entregado y con caras de haber disfrutado enormemente, tuve la convicción de que el que mejor se lo había pasado era el propio Raphael. Su capacidad para disfrutar en el escenario (aunque él insista en que le sigue teniendo el mismo miedo que el primer día) y su facilidad para meterse al público en el bolsillo no tienen parangón.

Desde hace ya varios años viene siendo habitual que los festivales de cine programen series de televisión ya sea en su sección oficial o en algún ciclo paralelo o proyección especial. La presente edición del Festival de San Sebastián ha programado en su sección oficial, aunque fuera de concurso, la primera incursión televisiva de Alejandro Amenábar, titulada La fortuna, que podrá verse íntegra durante el festival. Además, en la Gala Movistar+ se ha presentado uno de los cuatro capítulos de la serie documental Raphaelismo que tiene previsto su estreno a primeros de 2022. La serie está dirigida por Charlie Arnaiz y Alberto Ortega, los mismos realizadores que el año pasado firmaron ese fantástico documental que con el título Anatomía de un Dandy desmenuzaban la faceta personal y literaria de Francisco Umbral.

El episodio programado por el Festival para ser exhibido, imagino que de común acuerdo con los directores de la serie, es el segundo, lo cual tiene cierta lógica pues el primer capítulo se ocupa de la infancia de Raphael, de su juventud y sus comienzos como artista, y aunque estoy seguro de que será interesantísimo, probablemente tenga menos fuerza que este episodio 2 que se inicia en 1966 con la primera de las dos participaciones consecutivas de Raphael en el Festival de Eurovisión. Ese año participó con “Yo soy aquel” con la que, a pesar de ser el gran favorito, terminó en séptima posición. Un año después volvió a ser presentado por RTVE para representar a España con “Hablemos del amor” y únicamente alcanzó el sexto puesto a pesar de que en todo el ambiente eurovisivo existía la sensación de que el año anterior se le había escamoteado el triunfo y debía ser resarcido.

El caso es que a partir de ahí comienza la exitosa carrera internacional de Raphael por los escenarios de todo el mundo y este es el tema central del capítulo 2 que abarca desde 1966 hasta mediados de los setenta cuando sufrió una importante crisis, personal y artística, fruto del agotamiento al que él mismo se sometió con giras interminables y dobles sesiones diarias durante meses actuando en Las Vegas con la presencia de su madre en el hotel a la que se había llevado con él.

Todo es narrado por los realizadores Charlie Arnaiz y Alberto Ortega con un excepcional sentido del ritmo, rescatando imágenes de archivo que se alternan en un ágil montaje con testimonios de personas vinculadas personal y profesionalmente con Raphael. Particularmente emotivas son las intervenciones de su esposa Natalia Figueroa y de sus tres hijos Manuel, Jacobo y Alejandra Martos que se centran más en aspectos personales. Pero, y aquí es donde radica la principal diferencia con otros documentales de este estilo, Raphaelismo no es una mera hagiografía a mayor gloria del protagonista en la que los intervinientes se deshacen en halagos desmedidos. Todos los que hablan, empezando por el director teatral Jaime Azpilicueta, cuentan cosas interesantes, algunas desconocidas hasta hoy, dotando de contenido a sus intervenciones, pero también artistas como Alaska, Iván Ferreiro, Pablo López, Vega, Enrique Bunbury y periodistas como Ángel Antonio Herrera, Fernando Neira o José Ramón Pardo.

Por lo que ha trascendido a los medios, el episodio 1 se ocupa de sus orígenes, el 3 además de tratar su carrera cinematográfica es el que más se adentra en su vida personal y el cuarto y último se ocupa de su figura como ídolo de masas. Visto lo visto en este capítulo servido en San Sebastián, la propuesta se presenta ciertamente interesante no sólo para sus incondicionales. Estaremos atentos a su programación aunque haya que esperar para ello hasta el año que viene.


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Raphaelismo

8

Puntuación

8.0/10

2 COMENTARIOS

  1. Siempre es de agradecer, en un país tan desagradecido y desmemoriado con sus artistas como el nuestro, el reconocimiento que éstos se merecen.

  2. Cierto, creo que todos vemos con cierta envidia como Francia cuida a sus grandes del cine, de la música y de la cultura en general. Está muy reciente el fallecimiento de Jean-Paul Belmondo al cual se brindó un funeral de Estado a la altura de las grandes personalidades. Ojalá se hiciera eso en nuestro país con los grandes artistas. Raphael, guste o no (a mí me encanta), es indiscutiblemente un grande de España.

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