Superhéroes de andar por casa (en el buen sentido)
Una buddy movie con superhéroes
Cómo me convertí en superhéroe se inicia como una buddy movie. El protagonista es el teniente Moreau, un inspector de policía que siempre llega tarde y que dedica más tiempo a comer que a trabajar en sus casos. Se le encarga la misión de investigar unos incidentes provocados por una sustancia que al inhalarse proporciona poderes a personas que no los tienen, en concreto, sus manos se convierten en lanzallamas. Como si se tratase de una droga se ha popularizado entre los adolescentes que no asumen los riesgos que conlleva. Pero el inefable policía no estará solo en tan ardua misión ya que se le asignará a una nueva recluta, Cécile Schaltzmann, como compañera.
La tensa relación inicial entre dos personalidades antagónicas de distinto sexo conducirá a algunas situaciones hilarantes que se irán suavizando con el tiempo hasta llegar a un acercamiento emocional mucho más íntimo y profundo. Es el típico esquema de la comedia romántica de toda la vida. Esta parte inicial resulta divertida y funciona muy bien. La química existente entre Pio Marmai y Vimala Pons es indudable y ambos saben sacar partido cómico a sus personajes.
Poco a poco descubriremos que existe un hecho traumático en el pasado del policía relacionado con Pack Royal, un trío de superhéroes justicieros que estaba formado por Gigaman (Clovis Cornillac), Montecarlo (Benoît Poelvoorde) y Calista (Leïla Bekhti). Los dos últimos ahora viven retirados, del primero no conocemos aún su destino aunque es fácil adivinarlo. Montecarlo es un hombre mayor que vive recluido en su casa rodeado de aparatos electrónicos. Está aquejado de Parkinson, lo que afecta considerablemente a sus poderes, aunque él se niega a renunciar a su pasado heroico. Por su parte, Calista tiene los pies en la tierra y ahora trabaja como monitora deportiva para jóvenes con problemas de exclusión social. El inspector Moreau deberá recurrir a ambos para que le ayuden a descubrir quién hay detrás de la creación de la peligrosa sustancia y poder frenarle los pies antes de suma a París en el caos.
La decadencia del mito del superhéroe
Como en toda película de superhéroes en Cómo me convertí en superhéroe también tendremos al malvado antagonista. En este caso se trata de Naja (Swann Arlaud), un personaje definido con desgana que acaba siendo una de las partes más flojas de la película. Y eso que daba para construir a un tirano de cómic de oscuridad perversa. Naja se dedica a secuestrar a los pocos superhéroes que quedan para drenarles la sangre en una mesa de tortura. Con el plasma fabrica la sustancia mágica que vende a los adolescentes para otorgarles los poderes. Aunque la película tiene una cadencia tranquila, nunca decae el ritmo, pero no es hasta la media hora final cuando se despliega la habitual batalla de poderes entre el bien y el mal. Para mi gusto la película ahí se vuelve bastante más rutinaria y previsible.
El encanto de Cómo me convertí en superhéroe reside precisamente en su lado más íntimo y cotidiano. Tras la fachada de una comedia desenfadada se nos muestra a unos superhéroes de leyenda con sus taras emocionales y físicas en el presente. Veremos cómo una enfermedad neurológica o un trauma psicológico pueden afectar al control sobre sus poderes. Es un tema que me parece muy interesante que ya se ha tratado en otros filmes como Logan (James Mangold, 2017).
También se siente cierta nostalgia al hablar sobre la pérdida identitaria y mitológica del verdadero héroe como sucedía en Watchmen. Por ejemplo, en la película aparece un youtuber que cada semana presenta un Top 10 con los superhéroes más populares del momento. Se han convertido en un producto de marketing que banaliza sus acciones y aún así se alegran al verse en la lista como último vestigio de la importancia que un día tuvieron.
¿El inicio de una saga de superhéroes «a la francesa»?
No hemos hablado aún de Lily (Léonie Souchaud), la hija de Gigaman. Como toda adolescente deberá aprender a asumir las diferencias de su personalidad (potenciadas en su caso por los superpoderes) para ser aceptada en su entorno. Ese coming of age es un subtrama muy secundaria, pero que al final encuentre la manera para hacerlo nos sugiere que Cómo me convertí en superhéroe podría tener una continuación. Los personajes tienen suficiente encanto para hacerlo y la trama parece el piloto de una serie. De momento no hay ningún anuncio al respecto, veremos si la película tiene éxito entre el público y se convierte en una saga de superhéroes «a la francesa».
Otro aspecto que es necesario destacar es la excelente música compuesta por Adrien Prevost que sabe capturar el tono épico que tenían las bandas sonoras de los años 80-90. Si buscas un filme repleto de efectos especiales y escenas de acción Cómo me convertí en superhéroe te decepcionará. Y eso que las escenas con CGI están curradas con inteligencia para sacar partido a sus escasos recursos. Sin embargo, si te dejas llevar por la ternura y el entusiasmo que desprende, seguro que te hará pasar un rato agradable. Es posible que sea una peli de superhéroes que guste más precisamente a los que no les apasione especialmente el género.
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