Al Capone como nunca creerías que podrías verlo
Entre la tragedia y la parodia
Capone tiene una narrativa errática y confusa, pero que te atrapa como un imán si te dejas arrastrar por el juego que propone. Se convierte en una pesadilla alucinógena realizada desde el punto de vista de un hombre enfermo. Sus delirios son potenciados por la puesta en escena de Trank que en una entrevista reconocía que su mayor influencia para el filme había sido la película Barton Fink (Joel & Ethan Coen, 1991). Eso puede servirte para que te hagas una idea de lo que puedes encontrarte. La dramatización del ocaso del gángster se asume como una tragedia griega revestida de un tono paródico y decadente que te puede hacer volar los sesos. Es tan desconcertante como ambiciosa, tan desafiante como desvergonzada.
Veremos al famoso gángster babear, cagarse encima o sostener una zanahoria entre la comisura de sus labios como si fuera un puro. Se sentirá vigilado constantemente y los resquicios en su memoria de un pasado violento le asaltarán en el presente de forma abrupta. Hay secuencias apoteósicas y dignas del De Palma más enloquecido de El Precio del Poder (1983), como aquélla en la que Capone (aquí siempre nombrado como Fonzo, que iba a ser el título original) rememora aquellos tiempos salvajes tiroteando a todos los que se cruza con una ametralladora dorada. Otras escenas asumen un tono absolutamente surrealista y de una comicidad decadente como aquélla en la que asiste a la proyección en un cine privado de El Mago de Oz (Victor Fleming, 1939) y se pone en pie para entonar la canción «If I Were King Of The Forest». El león cobarde del cuento que quiere ser valiente sirve para contrarrestar la personalidad de quién en su juventud fue el terror de Chicago, pero ahora necesita pañales y ha olvidado dónde guarda toda su fortuna.
‘Capone’ es Tom Hardy
Capone no es una película fácil. Es más, diría que en muchos momentos resulta irritante. Sin embargo, tiene suficientes imágenes poderosas que se guardarán en tu retina como para convertirla en un filme de culto en el futuro. Irrespetuosa y divertida, posee una interpretación de Tom Hardy digna de reseñar. El actor inglés aparece casi siempre en primer plano. Ya sea con el puro o la zanahoria, su rostro desvela todo ese caótico mundo interior en el que se haya sumido. Es una recreación tan excesiva y caricaturesca como la película en sí. También lo es su caracterización que incluso va en aumento a medida que la enfermedad hace mella en su rostro. A veces más que ver a Hardy encarnando a Al Capone, es como ver a Hardy imitando a Robert De Niro mientras interpretaba a Capone en Los Intocables de Eliot Ness (Brian De Palma, 1987).
El director de Nueva Jersey y más aventajado alumno de Hitchcock es una de las influencias del cine de Josh Trank, al igual que Terry Gilliam o los citados hermanos Coen. Ninguno de ellos se hizo famoso por realizar un cine académico y exento de desmesura. Por eso Capone acaba siendo una película tan interesante en su loca deriva hacia el esperpento. Junto a Hardy es necesario destacar un reparto que brilla con luz propia y ofrece el contrapunto sereno al arrollador personaje principal. Tanto Linda Cardellini, Kyle MacLachlan como Matt Dillon están estupendos, nos quedaremos con ganas de más profundización en sus respectivos personajes. Capone es una película atípica que provocará reacciones polarizadas entre el público. Es como un mal sueño, uno de esos que te disgusta y, sin embargo, quisieras revivir para comprender todas sus claves.
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