Las críticas de Pablo Cózar: La Cena
Las adaptaciones literarias al mundo del cine son algo tan antiguo como el propio séptimo arte. La opinión de los autores literarios una vez sus obras son llevadas a la gran pantalla oscilan, sin remedio, entre el amor y el odio. Por eso, cuando Herman Koch, autor de la novela en la que se basa la película que nos ocupa, La cena, abandonó la premiere europea del film para evitar hablar con el equipo o el público, pudimos intuir que algo no iba bien. No es la primera vez que se adapta dicha obra, en 2013 se realizó una versión alemana y al año siguiente otra en Italia, pero ninguna con tanto rechazo por parte del autor.
Así que, una vez vista la película, podemos pensar que el guionista y director Oren Moverman (Invisibles, Rampart) es el gran culpable de esta adaptación. La película trata sobre una discreta cena entre dos hermanos y sus respectivas esposas para tratar de dilucidar un oscuro problema que atañe a sus hijos. Hasta ahí un planteamiento interesante, que se tuerce en el momento en el que Moverman, según indica Koch, transformó la naturaleza cínica de su obra en relato moralista. Cabe preguntarse como alguien capaz de hacer un tan buen trabajo adaptando la vida del Beach Boy, Brian Wilson, con el guión de Love & Mercy es capaz de patinar tanto en esta ocasión. Pero el problema no termina ahí, los errores de dirección y montaje son patentes cuando en una película que se presta a la teatralización y al diálogo en torno a una mesa se convierte en un batiburrillo de flashbacks mal hilados.
No obstante no todo es negativo en La cena, de hecho a nivel interpretativo es más que sobresaliente. Steve Coogan (Philomena, Noche en el museo) se come la pantalla con su actuación mejor que cualquiera de los apetitosos platos que pasan sin pena ni gloria por nuestros ojos. El actor británico, que ha dedicado gran parte de su carrera a la comedia, demuestra que el perfil dramático que mostró en Philomena no fue casual y en La cena consigue retratar la depresión de una manera tan cruda y real que casi merece la pena obviar el guión y pagar la entrada solo por verle a él. El resto de sus compañeros, sin alcanzarlo, no desmerecen en absoluto. Laura Linney (Puedes contar conmigo, Love Actually) está estupenda en su papel de madre sin escrúpulos capaz de generar rechazo en el espectador. Richard Gere (Chicago, Las dos caras de la verdad) está demostrando en los últimos años que puede ir más allá de su carisma nato y ser un actor más que solvente, de hecho su papel es esencial a la hora de hacer lucir a Steve Coogan en los momentos clave de la película. La pata más coja de la mesa de esta cena quizá sea Rebecca Hall (The Town: Ciudad de ladrones, Iron Man 3) puesto que pese a que lo intenta no tiene la fuerza dramática del resto de sus compañeros. Es una lástima que con este elenco, con estos mimbres, Moverman no haya sido capaz de construir una obra robusta y sólida. Contando con el reparto que tiene y viendo la fuerza dramática de todos ellos haya optado por el efectismo a través del montaje en vez de confiar en sus actores.
Y en una película que se llama La cena, ¿qué hay de la comida? ¿Cómo es que en todo el texto casi no hay referencias a ella? Pues porque para rematar la faena, Moverman es incapaz de utilizar siquiera el hilo conductor que el propio escenario le ofrece. Da igual cuantos platos saque, cuantos vinos, cuantos quesos si solo están ahí para separar las escenas. Es absurdo vender la idea de diálogo cerrado cuando los personajes no paran de entrar y salir, pasear por el restaurante y recordarnos en largas escenas lo que ha acontecido en sus vidas. Es comprensible que la historia no se ponga al servicio del escenario, pero una cosa es eso y otra que en vez de La cena pudiese llamarse “Café en casa Paco”.
En conclusión, La cena es una película en la que Steve Coogan por si solo consigue hacerte pensar que no has desperdiciado dos horas, a pesar de que el resto de la cinta sea tan indigesto como un atracón de marisco en mal estado en Navidad.