Cualquier seguidor de la saga de coches de carreras más rentables de la historia del cine sabe lo que va a encontrar cuando se disponga a ver la octava entrega de la franquicia iniciada con A todo gas. Y Fast & Furious 8 les va a complacer como se merecen: con la perpetua ración de tetas, culos y música machacona de perreo (las cuales no faltan a la cita, aunque sólo sea por mantener un nexo de unión con las primeras entregas de la saga), mucha acción a base de carreras de coches, explosiones y frases rimbombantes que dejan claro que sólo hay una cosa importante en esta secuela: la familia.
De hecho, parece que los productores han impuesto a los guionistas incluir la palabra «familia» en cada escena con diálogos, de forma que llega a un punto en el que tenemos tanto empacho familiar que parece que estamos en la cena de nochebuena a bordo de un Ferrari.
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