Alice y las entregas de Resident Evil son como esa amiga que te encuentras después de mucho tiempo y te resume su vida en cinco minutos y después puedes relajarte para disfrutar de todo lo que viene. Todas las secuelas de esta franquicia comienzan igual: con un recordatorio de los mejores momentos de las entregas anteriores. Y no es un mal planteamiento, teniendo en cuenta la continuidad que se pretende dar y que la propia saga se salta a la torera cuando le viene en gana (o cuando no encuentran forma de continuar la historia anterior, como en el caso que nos ocupa).
En Resident Evil: El capítulo final (sexta parte de la saga de zombies basada en la conocida franquicia de videojuegos del mismo nombre) recuperamos a Alice en un mundo ultra post apocalíptico, donde la raza humana ha sido prácticamente extinguida (ya he recuperado dos subtítulos de películas de la saga: Apocalípsis y Extinción) y donde no hay ni rastro de sus compañeros de la secuela precedente, a pesar de que el final de la quinta parte prometía un enfrentamiento en grupo contra infinidad de muertos vivientes.
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