Hubo un tiempo en el que no existían los ordenadores tal y como hoy los conocemos y las operaciones matemáticas debían ser realizadas por seres humanos aunque se valieran para ello de rudimentarias calculadoras. Hubo un tiempo en el que había aseos públicos para negros y para blancos, asientos en los autobuses para negros y para blancos, y en el que pensar que una mujer negra pudiera llegar a ser ingeniera era algo más que una utopía. Sin embargo era perfectamente factible que un grupo de mujeres negras se dedicara al laborioso trabajo de ejercer de calculadoras humanas en uno de los centros tecnológicos más importantes del mundo: la NASA. Hubo un tiempo en el que dos naciones se hacían llamar superpotencias mundiales y vivían enzarzados en plena guerra fría y en una carrera espacial que se convirtió en una auténtica obsesión por liderar la exploración del espacio exterior con satélites o ser los primeros en poner a seres humanos a dar vueltas alrededor de la tierra y pisar por primera vez la luna.
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