sábado, febrero 24, 2024

SITGES 2016. Entrevista a Antonio de la Torre y Roberto Álamo (‘Que Dios nos perdone’)

Que Dios nos perdone fue una de las películas más comentadas de Sitges 2016. Su gran baza son unos personajes complejos y muy bien construidos, un ritmo endiabladamente trepidante y un villano carismático.
 
Estuvimos charlando con sus dos protagonistas, Antonio de la Torre y Roberto Álamo, para que nos hablaran de la película, de cómo fue el proceso de creación de personajes y de su momento profesional actual.
 
Ambos personajes están muy trabajados, con claroscuros. ¿Cómo preparáis unos personajes tan complejos? ¿Cómo afrontáis las escenas más dramáticas?
 
Roberto Álamo:  En realidad ya estaban así en el guión. Nosotros intentamos encarnarlos cediéndoles humildemente nuestra vida, nuestras emociones y nuestra voz. Como el guión estaba tan bien escrito es un trabajo que te ahorras, porque a veces no está tan claro y tienes que investigar por tu cuenta. 
 
Antonio de la Torre: Aunque parezca un perogrullo, en el fondo, los personajes realmente se construyen secuencia a secuencia. Esto que se dice que “el personaje tiene vida propia”, una frase como muy de actores… es que realmente es así. Además hay circunstancias en rodaje que te pueden cambiar completamente algunas cosas que estaban claras en la preproducción. Por ejemplo, en Invasor mi personaje iba a morir de un tiro. Pero las pistolas se perdieron en León, y nosotros estábamos en Galicia. Así que in situ se tuvo que improvisar: “Oye, que las pistolas están en León… Bueno, pues te mueres ahogado”. Y así morí.
 
A menudo los personajes cambian y a veces ni siquiera sabemos nosotros hacia dónde vamos a tirar. Y yo al menos no quiero saberlo. A veces me dice el de sonido: “Oye, ¿vas a gritar?”. Y yo le digo que no lo sé. Yo solo sé que tengo un objetivo en la escena con respecto al personaje de Roberto, por ejemplo. Yo sé que quiero modificarle, pero no sé si lo haré gritando o acariciándolo.
 
Antonio, es algo poco común ver un policía tartamudo. ¿Te fijaste en alguna actuación previa, alguna referencia?
 
A.T.: La verdad es que cualquier parecido con otra actuación juro que es pura coincidencia. Intento no fijarme en nada hecho previamente para no impregnarme.  Intento inspirarme en la vida. Conté con la ayuda de Isidoro Ruiz, que es portavoz de la Fundación Española de la Tartamudez. Estuvo durante el rodaje y me asesoraba en los diálogos. Se me acercaba y me decía “Acuérdate de que debes hacer este gesto, de hablar así y asá…”. 
 
Roberto, tu personaje es muy físico. 
 
R.A.: A raíz de Urtain (Nde: Obra de teatro en la que Álamo interpretaba al célebre boxeador «el tigre de Cestona»)  me tuve que meter muchos meses en el gimnasio y cogí una buena forma física, allá por 2008. Después me mantuve más o menos en forma, y en el caso del personaje de Que dios nos perdone creo que le pegaba un aspecto brusco y fuerte, así que aproveché la forma física.
 
La primera escena que se grabó fue la última de la película.
 
A.T.: Si, tío. Estaba más cagao… 
 
La película es muy buena y la crítica se rinde a sus pies. ¿Creéis que hay posibilidades de llegar a los Goya?
 
R.A.: Ni lo sabemos ni queremos saberlo. Si nos nominan a un Goya y nos lo dan pues genial, pero no trabajamos para eso.
 
A.T.: Es bueno para la película.
 
R.A.: Efectivamente. El hecho de recibir premios ayuda para que la película sea más vista, pero como actor haces el trabajo lo mejor posible sin invertir un minuto de tu existencia en pensar si te darán un premio o no. O al menos ese es mi caso. Y si luego te dan una medalla te alegras y te sorprendes. La capacidad de sorprenderse es maravillosa.
 
A.T.: Es difícil como actor mantener ese equilibrio para no caer en la vanidad. Porque si te digo “no, a mi no me importa si me dan premios” miento como un cochino. Me encantan los halagos y me encanta que me den premios. Y las críticas son como flechas en el costillar, pero no trabajas pensando en premios. Esto tiene que ver también con los castings. Recuerdo un curso que hice con Mariano Baroso que decía “Lo normal es que en una prueba no os cojan”. Y es verdad.
 
R.A.: Y tanto. El 90% de los castings que he hecho no me han cogido. Es lo normal.
 
A.T.: La verdad es que durante los últimos 10 años me cogen más, pero hasta los 40 fue complicado.
 
Antonio, ¿Cuál crees que fue el punto de inflexión en tu carrera?
 
A.T.: Todo suma. La vida es como… Como lo de la gota que colma el vaso. Si, hay una gota que colma el vaso, pero se colma porque lo ha sido llenando. Tienes que llenarlo para que llegue tu momento. Pero quizá el año en el que todo cambió sea en el que gané un Goya por Azuloscurocasinegro. Ese mismo año hice un pequeño papel en Volver de Almodovar. De hecho yo era plumilla y ese mismo año lo dejé y me vine a Madrid. Y desde entonces, lo digo con todo el orgullo y humildad, me gano la vida como actor.
 
Roberto, en tu caso creo que has sido ignorado injustamente por la industria. En Que dios nos perdone haces un papelón, como si dieras un puñetazo en la mesa y dijeras “¡Aquí me corono!”.
 
R.A.: Yo no creo que sea ninguna injusticia. Creo que tengo lo que me merezco.
 
A.T.: (A Roberto) ¿Tu crees que la vida es justa?
 
R.A.: Yo no digo que la vida sea justa. Pero creo que el mundo del cine no me ha maltratado. Intento hacer mi trabajo lo mejor posible desde que empecé y, efectivamente, cuando empecé estaba más verde. Ahora estoy más maduro y me han ofrecido un papel que es la ostia. Yo lo he hecho con la misma garra, intensidad y amor con lo que hago mis trabajos. Y por eso digo que tengo lo que me merezco. Si este trabajo es más visible y recibe buenas críticas pues bienvenido sea. Y si no pues seguiré intentando luchar por hacer mi trabajo lo mejor posible.

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