Las críticas de Carlos Cuesta en la 58 Seminci: Presentimientos
El fracaso de las relaciones personales no siempre es una cuestión sencilla con víctimas y culpables. La libertad alegre del noviazgo da paso a una convivencia que se convierte en rutinaria, repleta de responsabilidades a la que se suman los niños cuando llegan. La maquinaria del matrimonio, descuidada en su mantenimiento por personas muy ocupadas en sentirse infelices, termina por estropearse por algún sitio. Entonces alguno de los dos, o los dos, busca con desesperación una salida.
Las primeras vacaciones de Félix y Julia con su hijo (él es Eduardo Noriega y ella es Marta Etura) comienzan con mal pie. Su trato es tirante y lleno de reproches; uno es un irresponsable, descuidado y egoísta y ella está despistada e irascible. Ella va a una farmacia a comprar cosas para el bebé y tiene un accidente de coche que la deja en coma, pero no es consciente de ello. Piensa que ha salido indemne pero aún se encuentra atrapada en una realidad construida con recuerdos, referencias y situaciones de su vida real. La actitud de su marido, la voluntad de la mujer y la forma en que afronte sus conflictos personales son las claves para escapar de esta ensoñación. De Presentimientos me gusta esta idea y cómo se desarrolla, pero esto era algo que ya existía con la novela de Clara Sánchez en la que se basa este film.
Una de las ventajas de acudir deliberadamente a ciegas a las proyecciones de Seminci, sin información previa sobre la película, es que uno puede sorprenderse más con los giros de la historia. Tampoco he leído el libro. Por eso me fue grato que esta narración sobre problemas de pareja se convirtiera en dos callejones paralelos donde cada uno de ellos afronta en soledad la angustia del accidente y otros secretos que están por desvelarse. La forma en que las dos realidades interaccionan me gustaba y sentía curiosidad por conocer más.
Sin embargo la acción se va enganchando en su avance y ya no es que la película tenga momentos intermitentes de más interés y emoción, que sería normal, sino que los propios actores parecen menos metidos en la película según en qué momentos. Marta Etura no está mal en su papel, pero de pronto le surgen gestos demasiado impostados, demasiado obvios. De Noriega (que participa en la escritura del guión) sigo pensando que su rostro fotogénico sigue siendo su mayor virtud interpretativa. No me gusta cómo actúa y en esta ocasión tampoco le veo natural ni convincente. Así, y con algunos personajes simulando acentos, la cosa de transmitirle al público cualquier cosa se complica.
Tengo la sensación de que hay algún problema de tono, que algo se ha perdido por el camino en la adaptación. Las reseñas dicen que la novela es una historia cargada de humor. Es cierto que hay varias escenas graciosas protagonizadas por un matrimonio americano que despertó inevitablemente las risas del público cada vez que aparecía. (Ojo que de aquí al final del párrafo hay lo que llaman un spoiler): Pero que la primera palabra en coma que dice la mujer sea el nombre del amante (con el marido ahí presente) no me parecía para reírse, en este caso, y el público se rió, así que algún problema hay. Claro. Luego llega el amante (Alfonso Bassave), que es lo más parecido a una persona normal, creíble y natural que hemos visto hasta el momento en la película y si no fuera porque es un cabrón casi hasta le disculpas.
Creo que Santiago Tabernero se ha perdido en cosas secundarias y ha descuidado la velocidad a la que pasan las cosas; la intensidad de los momentos clave a veces no llega; algunas temas de la banda sonora parecen introducidas a destiempo y casi falta escuchar la señal de dentro música. Abusa del recurso de los reflejos sin una intención demasiado clara y algunos personajes secundarios toman demasiado protagonismo y reclaman más atención de la cuenta. A le película se le ven los mecanismos, en definitiva. La ilusión de dos mundo paralelos, el coma y la realidad, está a punto de funcionar pero está a medio conseguir.