Las críticas de Carlos Cuesta en la 58 Seminci: The Canyons
Puede que Paul Schraeder haya intentado dar una vuelta de tuerca perversa al cuento moderno de vocaciones frustradas camino de Hollywood o que haya tratado de contarnos algo acerca de la promiscuidad frívola y la obsesión en las relaciones con un guión de Bret Easton Ellis (American Psycho, Las Reglas del Juego); o puede que haya mezclado mezclado todo eso un poquito y así de paso Ellis se volvía a dar una vuelta por la rotonda de la sociopatía que le llama tanto. El resultado yo no sé muy bien por dónde cogerlo pero se llama The Canyons.
La película comienza con una cena a cuatro entre dos parejas. James Deen (el de Gigante no, el actor porno) hace de joven que vive más que holgadamente gracias a un fideicomiso que controla su padre y ha intervenido en una producción cinematográfica para que el novio de su ayudante la protagonice (Nolan Gerard Funk no sé si también hace porno pero lo parece). La novia del rico es Lindsay Lohan y la del enchufado es Amanda Brooks pero eso da un poco igual. En esa escena el patrón trata de escandalizar al chaval con detalles personales sobre la liberalidad de su pareja y seguramente también pretende abrumarnos con su desapasionada forma de demostrar el control de la situación. Si la interesante factura de esos diálogos hubiera ido acompañada de algo más igual hasta lo habrían logrado.
Yo no voy a negar que este asunto hasta llegó a captar mi atención cuando este film relacional empezó a mutar en un thriller. Luego me hizo gracia que el pobre muchacho que iba pidiendo perdón por la vida resulta que se estaba acostando con la novia del que parecía tenerlo todo controlado y que la falta de confianza del seductor ricachón terminaría por ofrecernos una evolución interesante del personaje. También hay que reconocer que la puesta en escena y la atmósfera opresiva que domina el filme logra incomodar y amenaza con excitar pero lo cierto es que termina por abochornar.
El revoltijo se completa con desnudos integrales, planos muy amplios y a veces muy raros y con paseos de los protagonistas masculinos por el escenario con unos andares ambientados con música electrónica que hacen temer que vaya a aparecer Ryan Gosling para competir por ver quién anda más rígido. Los personajes femeninos no están mal representados pero los masculinos dejan corta la palabra sobreactuación.
Luego está la agobiante presencia de las redes sociales y los teléfonos móviles que no son sino el reflejo de una realidad muy próxima de la que somos parte y que estamos ayudando a crear. Y yo entiendo que todo esto tiene un propósito: que los enredos de mensajes, llamadas, infidelidades, sospechas, amenazas, espías y miraditas a los mensajes nos querían llevar a algún sitio; que quizá la presencia de un actor porno fuera a cundir en las escenas de cama y no sólo sirviera para propiciar comparaciones de cintura para abajo o para inflar la promoción de la película (a Soderbergh tampoco le fue muy allá con The Girlfriend experience y eso que Shasha Grey es Meryl Streep al lado de James Deen). Pero yo no veo que terminada la película hayamos llegado a ningún sitio. A ningún sitio donde nos queramos quedar mucho rato, quiero decir.
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P.D. Para quien no leyera la entrada de la gala de inauguración, la entrega de la Espiga de Honor a Paul Schraeder me la perdí por ver el pase de su película. Qué paradoja.