Cuando La Jungla de Cristal hizo explosión en las salas de cine en el verano de 1988, lanzó a un nuevo héroe cinematográfico, John McClane, y cambió el paradigma de las películas de acción. McClane es alguien reconocible y con el que es posible identificarse. Un hombre normal y corriente obligado por las circunstancias a emprender una misión extraordinaria. Eso es, como hemos contado en críticas de anteriores entregas, lo que le separa de los héroes que vemos en la mayoría de las películas de acción.
Inicialmente vimos a McClane vivir todas sus peripecias en el interior de un edificio, para continuar sus aventuras en La Jungla 2: Alerta roja (1990) atrapado en un aeropuerto. Cinco años tuvieron que pasar para que nuestro personaje de acción favorito saliera del interior de un edificio, y así, en Jungla de Cristal: La venganza, estrenada en 1995, tuvo por primera vez que superar los obstáculos de la gran ciudad, Nueva York, esta vez junto a un compañero de fatigas. La Jungla 4.0 (Die Hard 4.0), estrenada en 2007, nos presenta un esquema similar al de la tercera entrega, con Willis encarnando de nuevo al personaje con el que más le hemos encasillado, teniendo que superar muchas vicisitudes a lo largo y ancho de una gran ciudad, y de nuevo acompañado, esta vez por un hacker informático.
Es reconfortante ver que este policía sigue en plena forma en el momento en que la civilización, tal como la conocemos, está en peligro. Diecinueve años después del estreno de la primera entrega que estableció un nuevo punto de referencia para películas de acción, y doce desde su predecesora más inmediata, esta película olía a desesperación, pero aquellos que se acercaron a ver esta nueva aventura con expectativas bajas se llevaron una grata sorpresa.
La esencia sigue siendo la de un tipo ordinario, chistoso, y extraordinariamente duro, que no ha perdido su gusto por una persecución entre el gato y el ratón. Una vez más se enfrenta a un genio criminal bien cuidado, muy inteligente, y con otros elementos necesarios de la franquicia, como el hueco del ascensor de la muerte.
La historia, en esta ocasión, se inspiró en un artículo de 1997 publicado en «Wired», «A Farewell To Arms», de John Carlin, un excorresponsal en Washington de «The Independent». Carlin describe un verdadero juego de guerra del Departamento de Defensa de EE.UU. llamado The Day After, en el que la CIA, FBI, NSA y otros exploran escenarios hipotéticos para la inevitable guerra digital. Un guión de David Marconi, enterrado después del 11S, fue resucitado y reescrito para McClane.
Hackers y asesinos franceses dirigidos por un hombre misterioso (Olyphant) y su lugarteniente Mai (Maggie Q). Han estado reuniendo trozos de código y logaritmos de hackers solitarios, que luego son eliminados de manera rápida y simultánea. McClane, espiando a su distanciada hija estudiante universitaria, recibe la misión -inicialmente sencilla- de recoger a uno de esos hackers, Matt (Justin Long), quien al final tiene que alegrarse de ir a ser custodiado por McClane cuando los asesinos llegan, provocando que la pareja tenga que salir huyendo tras una buena escena de tiroteos, y comenzar las peripecias de esta nueva entrega, donde la fuerza bruta y habilidades de supervivencia se unen a los conocimientos informáticos.
El director Len Wiseman, que repite en esta entrega, ofrece fantásticas acrobacias y auténtico caos en escenas con vehículos. No hace falta decir que McClane, golpeado y ensangrentado desde casi el principio, permanece imperturbable como el indestructible Correcaminos.
A veces, el caos de la acción tiene una especie de cualidad Zen, completamente separada de la lógica narrativa. Hay secuencias inverosímiles marca de la casa, como por ejemplo cuando en un momento dado, McClane ataca a Mai (Maggie Q) conduciendo un coche por la oficina donde tiene a Matt secuestrado a punta de pistola, y arrasa con todo hasta llegar al hueco del ascensor. ¿Eh? ¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Se puede conducir un coche a lo largo de pasillos hasta encontrar la puerta correcta? O, también al volante, McClane está en otra secuencia amenazado por un helicóptero volando bajo. Entonces, ¿qué se puede hacer? Escoger la trayectoria de una determinada rampa de salida, conduce directamente hacia ella, y en el último momento saltar del vehículo para que vaya directo al helicóptero que acaba como una bola de fuego. Cosas que tan sólo se pueden ver en esta saga y no dudar de su veracidad. Y todo el tiempo con su sonrisa en su lugar, que en momentos de dolor extremo se transforma en una mueca de dolor.
El resultado es una estupenda película de acción para disfrutar con palomitas con una base elegante y escalofriante sobre el tipo de devastación que puede ser causada por el terrorismo virtual, representando el pánico provocado cuando las señales de tráfico dejan de funcionar y los trenes van en direcciones equivocadas, o bien cuando se deja de tener conexión a internet o acceso a la telefonía movil, con las cuentas bancarias evaporándose y apagandose las luces. De hecho, con esas premisas, podría haber funcionado bien como un thriller serio y oscuro, pero logra lo que queremos, una película divertida con toques irreales y absurdos, pero con el claro sello de la saga La Jungla, repleto de humor impertinente.
Descubre más desde No es cine todo lo que reluce
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Lo diré hasta la saciedad XD Nada como la primera peli, pero ésta me gustó bastante. Mucha acción, un John McClane espectacular, basto como él sólo, y unas escenas épicas (como las que mencionas).
Un saludo