Tras la muestra de Castillos de Cartón de Salvador García Ruiz, la rueda de prensa giró, por supuesto, sobre la dificultad de afrontar las escenas de sexo de la producción y cómo la intención de llegar al máximo durante el rodaje dejaba francamente exhaustos a los actores. Así lo explicó el director, quien afirmó que las principales razones para rechazar el proyecto (las escenas de sexo explícito, la dificultad de reflejar las capacidades artísticas de los personajes y de contextualizar la historia en los 80), fueron al final los motivos que decantaron a García Ruiz a la hora de aceptarlo.
Durante los tres meses de rodaje y ensayo el director pasó a través de una experiencia, asegura, de las que más ha aprendido, y vivió momentos en los que pensó «que alguno de los actores abandonaría el barco. Después de mucho hablar, quería que el comienzo de los ensayos sin ropa fuera algo que saliera de ellos», remarca Ruiz. Finalmente, como explicaron, la más inocente en la película fue la más lanzada en la realidad. «Fui yo. Estaba deseando quitarme la ropa para quitarme el pudor», aseguró Adriana Ugarte.
Como hemos mencionado, la palabra para definir el aspecto de los actores antes de rodar las escenas de conservaciones de cama en tono de confidencia es «exhausto». Y si ese tono de angustia es el que vivieron los actores, el resumen de la esencia de la película se expresa en un cuadro que Marcos, el personaje interpretado por Nilo Mur, y tiene todo que ver con la soledad.
En la cabeza de todos ellos estaba presente el qué dirían los espectadores, la familia, los allegados. Que les vieran desnudos en pantalla preocupaba más que el momento de rodaje. «Tienes tantas ganas de que salga bien que no te dejas frenar por el pudor. En contra del miedo estaba la ilusión», aseguró Adriana Ugarte. «Yo sufrí más por Adriana«, remarcaba con humor Biel Durán; «estaba en inferioridad numérica y quizá también por prejuicios, al ser ella mujer».
La sensación tanto en las pruebas como en el rodaje de los desnudos es que todo iba a salir bien. Así la afirmó Salvador García Ruiz relatando las emociones compartidas con el director de fotografía. «Me sorprendí de la emoción que sentía». Desde luego, tal y como comentaron, a pesar de lo explícito de las escenas, con todo queda rebajado el tono de la novela, francamente descriptivas. La película deja así mucho más a la imaginación. Todo un ejercicio de elegancia, responsabilidad y riesgo estético. Un cine desnudo diferente.
Imagen: Carlos Cuesta
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